Pedro
Salazar Ibiricu ha aparcado su DKV al lado de la oficina del INEM de Tudela.
Pedro toda su vida ha sido autónomo dentro del régimen agrícola o agente del
CSIC en nuevas tecnologías e investigación antropológica. Pedro nunca ha estado
en una oficina del paro, pero desea conocerlas. Pedro, es un hombre
inquisitivo.
En el interior, Pedro contempla la tristeza y la resignación. La gente lo rehúye, quizás un poco molestos por el olorico a faria que emana. Es el tributo que Pedro debe pagar por vivir de incógnito.
Un hombre entra por la puerta, Pedro lo conoce pero él no es reconocido. Es un hombre que se ha hecho famoso en estos días. El hombre de los sobres. Alto. Fuerte. Engominado. Con una aire de superioridad. Acostumbrado a las reverencias. Con una sonrisa cínica en los labios. Huele a Armani, no huele a faria. Perfectamente acicalado. Cejas depiladas, no como las de Pedro que parecen el frenazo de una moto
El resto de la concurrencia lo mira con estupor. Ven que el gominas ha tenido valor para cumplir su fanfarronada, apuntarse al paro.
“El último, por favor? Yo no tengo prisa, tengo todo el tiempo del mundo” dice el gominas en voz alta, para que todo el mundo lo escuche.
La gente murmura indignada. Nadie hace ni dice nada. Se tragan su rabia. La gente lo mira con asssssco pero a él le da igual. Pero a Pedro no le da igual porque Pedro es un hombre justo. Pedro sabe que no debe influir en la vida de los demás, pero esta vez, lo va a hacer.
Pedro entrega su Smartphone de última generación a una chica joven. Le pide que grabe lo que va a ocurrir. Pedro sale de la oficina y se dirige a la DKV. Elige la hoz más mellada, oxidada, sucia y poco afilada que tiene. Vuelve. Sin mediar palabra, coge al de la gomina de los pelos de la nuca y tira hacia atrás. Clava la hoz en la ingle izquierda hasta el mango. Empuja la hoz hacia arriba. Nota que la hoz topa con las costillas flotantes. Tira hacia afuera. El intestino grueso sale del cuerpo y cae. Choca con el terrazo produciendo un ruido que a Pedro le recuerda el de una perola de berza cocida al caer al suelo. El intestino delgado se queda enganchado en la hoz.
El engominado mira a Pedro con ojos de sorpresa y terror. No articula palabra. Está sufriendo mucho. Pedro no es un hombre cruel. Gira la hoz y nota como corta la vena cava hepática. Un chorro de sangre caliente cubre la mano de Pedro. Al de la gomina le quedan veinte segundos de vida. Muere. Pedro deja el cadáver en el suelo. Un olor a vinagre rancio llena el ambiente. Las moscas de culo azul se posan en el vientre abierto. Pedro piensa en que la podredumbre ya le había llegado hasta las entrañas. Pedro no es un vengador. La venganza es un acto irracional. Pedro ha castigado, es lo que pretende, y dar ejemplo, y sembrar MIEDO. Pedro está ya harto
La gente mira a Pedro espantada. Pedro recoge su teléfono. Todo está grabado. Utiliza una aplicación para pixelar su cara. Sube el video a youtube y lo titula “a cada cerdo su san Martín”. Pedro abandona la sala sin prisa, sube a su DKV y abandona Tudela. Mañana tendrá su DKV pintada y nueva identidad. Nunca será descubierto. Alguien borrará las cintas de videovigilancia. Pedro conoce. Pedro sabe.
Pasan los años. Pasan dos siglos. Abrimos un libro de historia y podemos leer
“El quince de abril de 2013, un engominado famoso fue asesinado brutalmente en la oficina del inem de Tudela. El video corrió por internet como la pólvora. En dos días, la venta de hoces en España se disparó. Cientos de corruptos muertos de miedo se presentaron voluntariamente a declarar e ingresar en la cárcel. Cientos de incompetentes dejaron sus puestos. Los que se quedaron, se cuidaron muy mucho de llevar una administración coherente. Y el país, en un año, reflotó. No murió nadie más. Hizo falta un asesinato, un video, la red y mucho miedo. El miedo y la necesidad es lo que mueve el mundo.”
“El asesino, nunca fue encontrado.”
En el interior, Pedro contempla la tristeza y la resignación. La gente lo rehúye, quizás un poco molestos por el olorico a faria que emana. Es el tributo que Pedro debe pagar por vivir de incógnito.
Un hombre entra por la puerta, Pedro lo conoce pero él no es reconocido. Es un hombre que se ha hecho famoso en estos días. El hombre de los sobres. Alto. Fuerte. Engominado. Con una aire de superioridad. Acostumbrado a las reverencias. Con una sonrisa cínica en los labios. Huele a Armani, no huele a faria. Perfectamente acicalado. Cejas depiladas, no como las de Pedro que parecen el frenazo de una moto
El resto de la concurrencia lo mira con estupor. Ven que el gominas ha tenido valor para cumplir su fanfarronada, apuntarse al paro.
“El último, por favor? Yo no tengo prisa, tengo todo el tiempo del mundo” dice el gominas en voz alta, para que todo el mundo lo escuche.
La gente murmura indignada. Nadie hace ni dice nada. Se tragan su rabia. La gente lo mira con asssssco pero a él le da igual. Pero a Pedro no le da igual porque Pedro es un hombre justo. Pedro sabe que no debe influir en la vida de los demás, pero esta vez, lo va a hacer.
Pedro entrega su Smartphone de última generación a una chica joven. Le pide que grabe lo que va a ocurrir. Pedro sale de la oficina y se dirige a la DKV. Elige la hoz más mellada, oxidada, sucia y poco afilada que tiene. Vuelve. Sin mediar palabra, coge al de la gomina de los pelos de la nuca y tira hacia atrás. Clava la hoz en la ingle izquierda hasta el mango. Empuja la hoz hacia arriba. Nota que la hoz topa con las costillas flotantes. Tira hacia afuera. El intestino grueso sale del cuerpo y cae. Choca con el terrazo produciendo un ruido que a Pedro le recuerda el de una perola de berza cocida al caer al suelo. El intestino delgado se queda enganchado en la hoz.
El engominado mira a Pedro con ojos de sorpresa y terror. No articula palabra. Está sufriendo mucho. Pedro no es un hombre cruel. Gira la hoz y nota como corta la vena cava hepática. Un chorro de sangre caliente cubre la mano de Pedro. Al de la gomina le quedan veinte segundos de vida. Muere. Pedro deja el cadáver en el suelo. Un olor a vinagre rancio llena el ambiente. Las moscas de culo azul se posan en el vientre abierto. Pedro piensa en que la podredumbre ya le había llegado hasta las entrañas. Pedro no es un vengador. La venganza es un acto irracional. Pedro ha castigado, es lo que pretende, y dar ejemplo, y sembrar MIEDO. Pedro está ya harto
La gente mira a Pedro espantada. Pedro recoge su teléfono. Todo está grabado. Utiliza una aplicación para pixelar su cara. Sube el video a youtube y lo titula “a cada cerdo su san Martín”. Pedro abandona la sala sin prisa, sube a su DKV y abandona Tudela. Mañana tendrá su DKV pintada y nueva identidad. Nunca será descubierto. Alguien borrará las cintas de videovigilancia. Pedro conoce. Pedro sabe.
Pasan los años. Pasan dos siglos. Abrimos un libro de historia y podemos leer
“El quince de abril de 2013, un engominado famoso fue asesinado brutalmente en la oficina del inem de Tudela. El video corrió por internet como la pólvora. En dos días, la venta de hoces en España se disparó. Cientos de corruptos muertos de miedo se presentaron voluntariamente a declarar e ingresar en la cárcel. Cientos de incompetentes dejaron sus puestos. Los que se quedaron, se cuidaron muy mucho de llevar una administración coherente. Y el país, en un año, reflotó. No murió nadie más. Hizo falta un asesinato, un video, la red y mucho miedo. El miedo y la necesidad es lo que mueve el mundo.”
“El asesino, nunca fue encontrado.”
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