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jueves, 21 de marzo de 2013

Capitulo sexagésimo. Fotos en analógico parte uno



Capitulo sexagésimo “ahhhh, las fotos en analógico, parte uno”

Os acordáis de las cámaras con carrete? Cuando volvíamos de un viaje y orgullosos decíamos?

“ He hecho cuatro carretes de treinta y seis fotos”.

Todo un rito, llevar los carretera a revelar, la espera, recoger los sobres (sobres con fotos, no de los que están de moda ahora), ponerlas en el álbum…… Buahhh buahhhh, que nostalgia.

Ese ritual se ha perdido. Y es que las fotos en analógico te permitían ciertas maldades que daban mucho juego. El hecho de que no veías lo fotografiado hasta que volvías, daba mucho mucho mucho juego.

En Rumanía. En uno de los pocos restaurantes mega fasion que había en ese pobre país. Comiendo dos amigüitos. Verano. Entra una señora que iba de pasarela. De punta en blanco oye. Abrigo de pieles y todo, en plena canícula estival. Unos cuarenta y tantos, de las digamossss “interesantes años”. Con un jovencito de unos dieciséis fotocopia de ella. Su niñio. Es que era para ver al crío. No recuerdo el orden y la asociación color-prenda, pero era algo así: chaqueta verde, pantalón rojo, camisa amarilla, corbata (si si, corbata a los dieciséis y en agosto) azul, mocasines negros y un pulcro pañuelo blanco doblado asomando por el bolsillos de la americana. Un espanto (desde mi clásico punto de vista, está claro)

Se sientan a dos mesas de las nuestras y por la conversación deduzco que eran italianos. Ahora se explica la mezcolanza de colores y ropajes. Hijo y madre, todo un ejemplo de compostura en la mesa. Y sin alzar la voz, cosa rara en italianos. Como cortaban el pan con el cuchillo para el pan. Como utilizaban la paleta para el pescado. Como comían. Que bien. Y todo esto con la chaqueta y el abrigo puestos. Yo creo que eran archiduques por lo menos.

A media comida, entregan una cámara al camarero y solicitan hacerse una foto en el magnífico restaurante (y lo era, era muy chulo el sitio). Inmediatamente, mi demonio se despereza.

El camarero se sitúa de cara a los archiduques, estos de espaldas a nosotros y nosotros dos mesas más atrás mirando al camarero. La pareja, posando muy metida en el papel de alta alcurnia. Y detrás, Pedro Salazar (servidor). El camarero se lleva el visor al ojo. Apunta. Y yo, en ese momento, me meto el dedo en la nariz. Y el camarero hace la foto conteniendo la risa. Mi amigüito

“Que ostia haces. Estas tonto o qué?”
“Es que he salido en la foto de fondo de esta guisa”
“Mira que eres cabrón”
“Oyeeee, que va la segunda”

El camarero repite e inmediatamente mi amigüito y yo, los dedos a la nariz (cada uno su dedo a su nariz, evidentemente, que la perversión no llegó a tanto). El camarero hace la foto conteniendo la carcajada. Y devuelve la cámara.

Cuando nos trajo la cuenta se moría de risa. Y preguntó que de donde eramos

“Españoles”

Ya el hombre se tronchaba.

El analógico, daba juego la verdad. Y yo, que no tengo idea buena. Me imagino la cara que pondrían la parejita al revelar la foto y ver a dos merluzos con los dedos en la nariz de fondo.

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