Historias que releo y aun me conmueven. Qué recuerdos amigos
Capitulo trigésimo sexto “este invierno……”
Hoy no tocan risas
Hay momentos en los viajes en los que me gustaría creer en algún dios para a la vuelta poder estar todo el día dándole gracias por vivir donde vivo.
Cruzando un collado en Nepal, una mañana fea, uno de los días que salió “pani parcha” (llueve, en su idioma). Un día gris, húmedo y un poco ventoso. Teníamos un largo repecho por delante, una trepada de varias horas. Habíamos desayunado fuerte en la pensioncilla donde pernoctamos y antes de iniciar la subida paramos en otra para reponer fuerzas. Todos los sitios donde dormimos eran sitios agradables, limpios y cada uno con su punto particular de modesta decoración que le habían dado sus propietarios. Evidentemente, no había luz eléctrica ni tele ni ningún otro trasto de los imprescindibles aquí. Pero como os digo, sitios muy tranquilos donde cenabas con la familia y dormías cuarto con cuarto con ellos. Gente simpática y que se desvivían por agradarte. En resumen, sitios que con los medios que disponían, muy dignos.
Alcanzamos el collado tras tres horas de sudar. En la cima, una cabaña sin puertas ni ventanas. El techo no recuerdo que era. Una sola estancia. Fuera, un pequeño fuego y un matrimonio (imposible aventurar su edad) con una tetera en el mismo. El sitio daba pena, encima con la lluvia, el viento, el barro y la humedad, recordaba a las escenas de las películas de la peste medieval. Y dos críos, sus hijos.
Los chiquillos tenían sus vientres hinchados como balones (típico de alguna afección por parásitos), una mirada entre triste y resignada. Y sus padres parecían totalmente vencidos. Ofrecían un té a cambio de la voluntad.
Aunque os parezca cínico, en estos viajes no puedes estar todo el día apenándote de las desgracias ajenas, es mejor no ir. Así que nos sentamos, tomamos un té y dejamos algo de dinero a cambio. Musitaron un gracias (dan jabhat creo que era) y todo ello sin mutar la cara. Nos levantamos y seguimos viaje.
Uno de nuestros ayudantes hablaba un poco de inglés.
Cuando llevábamos unos metros de distancia (aun se veía a la familia), en su inglés nos dijo señalando a los críos:
“This Winter…….” (este invierno……) y puso la mano izquierda con el pulgar hacia abajo.
“¿estas seguro?”
Sacudió los hombros y asintió. Volvió a decir lo de “este invierno…..” y repitió el gesto con el pulgar.
Como os digo, en estos viajes me dejo siempre el corazón en casa; pero ese día me di cuenta que me tenía que haber dejado el estómago también.
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