Pedro Salazar Ibiricu ha
aparcado su DKV en el parquing del Hotel Conquistador en Córdoba. Para estas
vacaciones estivales ha elegido la compañía de su sobrino, un chaval de sólo
trece años que en pocos meses va a iniciar una gran apuesta en su vida.
El chico es muy inquisitivo,
continuamente está asediando con preguntas a Pedro. Le interesa mucho la
historia, y precisamente por eso Pedro ha elegido como primera estapa de su
viaje Córdoba. Pedro le cuenta a su sobrino que se baraja como posible fundador
de la ciudad a Amilcar Barca, el gran general cartaginés que sólo fue superado
por Aníbal, su hijo y casi conquistador de Roma. Pedro le cuenta la ucronía de qué hubiera sucedido si Roma hubiese
sido vencida por Cartago. El mundo hoy hubiese sido otro. Y el que no lo sea
fue debido a que el rey Massinisa con su caballería optó por el bando romano en
vez del cartaginés. Y que la misma maniobra que propició que ocho legiones romanas
fuesen destruidas en la batalla de Cannae fue la que hizo que en Zama el
vencedor fuera Roma. Ahí se inició el ocaso de Cartago y cien años después un
descendiente del Escipión vencedor en
Zama conquistó y destruyó Cartago
Parece que en sus orígenes
Córdoba se llamó Qart Duba, como Cartago era Qart Hadast
A Pedro le gusta la compañía de
su sobrino. Es un viaje diferente a los que ha hecho hasta ahora. No hay lugar
para salir de juerga y las conversaciones son diferentes a las que puede
mantener con un adulto. Pero no por ello son menos interesantes. Pedro sonríe
en su interior cuando en los hoteles lo tratan como a un padre divorciado que
está de vacaciones con su hijo por que “le toca”. Y el chaval se muere de risa
cuando los recepcionistas le dicen “dile a tu padre que….”. La verdad es que es
una situación un tanto cómica aparcar la DKV y bajarse de tan codiciado
vehículo en compañía del sobrino y ser tratado como un separado.
Pedro fija la hora de levantarse
a las siete de la mañana
“Va ha hacer mucho calor.
Madrugamos, desayunamos tranquilamente y a las ocho nos metemos en la Mezquita
y la vemos con la fresca. Luego paseamos por la ciudad y cuando empiece ha
hacer calor nos vamos a comer. Por la tarde siesta hasta que refresque y luego
damos otra vuelta”
“Vale tío, me parece bien”
Pero no cuentan con que estén en
España. Al día siguiente van a sacar la correspondiente entrada a la mezquita y
el horario es a partir de las diez. Vaya contrariedad. Cambio de planes
“Bueno, pues damos el paseo
ahora y luego volvemos”
El chaval frunce el ceño
malhumorado, no le gusta que los planes se tuerzan.
“Bueno, vale”
Dan la vuelta a la esquina y a
Pedro se le abre el cielo. Una puerta lateral está abierta y están de obras en
la mezquita
“A ver sobrino. Nos vamos a
meter por esa puerta. Tú sígueme y haz como que no pasa nada”
“Pero tío, no nos podemos colar,
está mal”
“No te preocupes. Luego a las
diez vamos a la taquilla y pagamos la entrada. Ahora si todo sale bien vamos a
ser unos privilegiados y vamos a ver la mezquita solitos”
Dicho y hecho. Se encaminan a la
entrada y a través de unos tablones de obra acceden al patio. Hay varios
operarios pero nadie dice nada.
Pedro y su sobrino disfrutan de
dos horas viendo la mezquita en completa soledad. Sólo la brigada de limpieza.
Y nadie se dirige a ellos ni les recrimina nada
Y a las diez de la mañana se
encaminan a la entrada principal, sacan sus entradas, dan media vuelta e
inician su visita matutina por la ciudad. El chaval está encantado con la
experiencia y de haber podido ver la mezquita en semejantes condiciones.
“Recuerda sobrino. Si en España
ves obras en algún sitio siempre podrá entrar a través de él”
“Pareces el abuelo cebolleta tío
Pedro”
“Calla cabrón. Y tenme un poco
de respeto”
“Hoy para comer quiero gambas y
solomillo”
“Lo que quieras. Me toca
malcriarte”
Y entre risas y carcajadas continúan
la jornada
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