“Maldita sea señoría, han bloqueado la carretera y
no funciona ni el móvil ni la radio. Están utilizando inhibidores de última
generación”
Quien ha dicho esto es su fiel chófer y
guardaespaldas, el que ha velado por su seguridad durante estos últimos ocho
años.
La juez está extrañamente serena y pensativa.
Contempla la emboscada que le han tendido y le parece estar viviendo una mala
pesadilla. Recuerda sus años de universidad, las oposiciones, los trabajados
ascensos, años de esfuerzo… Y todo siempre por el afán de hacer justicia y
lograr que esta sea igual para todos
Puto país. Qué triste
Ve la situación y no se hace ilusiones. Sabe que la
van a matar, a ella y a su chófer. Un todoterreno bloquea la carretera y otro
automóvil la parte trasera. Frente a ellos dos individuos y atrás un tercero.
Portan subfusiles HK. No se andan con chiquitas
Ni máscaras
llevan. Para qué. No va ha haber testigos.
El coche está blindado, eso es cierto. Pero la juez
no se hace ilusiones viendo como los sicarios llevan una lata que será
gasolina. O salen o los achicharrarán vivos. Y poco puede hacer el guardaespaldas
con su arma reglamentaria y un cargador frente a los tres asesinos con diez
veces más de capacidad de fuego
Puto país.
Recuerda a Falcone y Borsellino. Su asesinato fue el
fin de la mafia italiana, pero tuvieron que morir para que el país despertara
de su letargo. Hasta les dedicaron un aeropuerto. Siempre a título póstumo.
Tienes que morir para que te reconozcan algo.
Ella sonríe con amargura. Mañana habrá una conmoción
cuando se sepa la noticia. Pero ellos estarán ya muertos. Todo por su afán por
conocer la verdad y enjuiciar a una caterva de corruptos que han arruinado
España. No pensaba que iban a llegar tan lejos, al asesinato. Pero la pasta es
la pasta. Y esta vez es mucha la que se ventila
“Mierda señoría. Voy a salir y me voy a llevar a uno
por delante por lo menos. De morir, con dignidad”
“Estoy con usted. Vamos a dar la cara y que vean que
temple gastamos”
Van a abrir para enfrentarse a los criminales cuando
se fijan que los dos sicarios miran tras de ellos con cara de extrañeza. Giran
la cabeza y ven que el tercer asesino, el del coche de atrás, ha desaparecido. Sólo
está el automóvil que cierra la carretera. El macarra no.
En el cambio de rasante hay una vieja DKV aparcada
con las puertas traseras abiertas y dentro del otro coche se ve una silueta. Lo
está retirando de la carretera y desbloqueándola
“Agárrese señoría. Esta es la nuestra”
Arranca y mete marcha atrás. Las ruedas chillan
empujadas por los doscientos cincuenta caballos y salen pitando. Han escapado
Los otros dos asesinos abren fuego y aun
a pesar del blindaje los cristales se astillan pero aguantan. Son libres
Cuatro sombras saltan a la carretera aprovechando la
distracción de los sicarios. Sin ladrar. Como buenos mastines que son, atacan
en silencio. Dos se aferran a los brazos que sujetan las HK y los otros dos al
cuello. Caen al suelo inmovilizados por las bestias carniceras
Caminando tranquilamente se acerca Pedro Salazar
Ibiricu. En la mano izquierda, la azada de cavar viñas ensangrentada. Sangre
del tercer sicario
“Si hacéis cualquier movimiento los perros os
degollarán. Así que quietos”
Pero los asesinos no son novatos. Uno saca una
navaja y en décimas de segundo degüella al mastín que le sujeta el cuello y al
otro le mete la navaja por la paletilla. Y en el mismo movimiento empuña la HK
que estaba en el suelo y apunta a Pedro
Pedro piensa “Hasta aquí he llegado”. Normal. Tanto
va el cántaro a la fuente… Le jode morir aquí y así, en una secundaria del
páramo leonés y a manos de un patibulario, pero bueno, así son las cosas. Pedro
siempre ha sido consciente de que no se iba a hacer viejo. Dicen que cuando vas
a morir pasa tu vida en un instante. Pero Pedro de lo que se acuerda es de la
película 21 gramos. Dicen que es el peso del alma. Y piensa que en un momento él
va pesar 21 gramos menos. Bueno no, que
las balas pesan. No puede evitar sonreír. Quizás el peso del plomo equilibre el
peso del alma
Mira el cañón del arma y a los ojos del que va a ser
su ejecutor
Y como en sueños escucha dos disparos. Pedro ve como
dos manchas rojas aparecen en el pecho del criminal. Un tercer disparo y la
cabeza estalla.
Pedro ve al guardaespaldas empuñando su arma humeante
y a la juez a su lado. Una pareja con cuatro huevos. Han dado la vuelta y eso
le ha salvado. Nunca dejes a nadie atrás.
Se dirigen a él mientras Pedro recupera el arma y el
aliento y encañona al tercero. La juez y el guardaespaldas llegan a su altura
“Te conozco ¿verdad?”
“Así es señoría”
“No pensaba que un millonario aburrido fuera el
protagonista de esa leyenda de la DKV. Pero bueno. No tiene por qué saberse esto
y es mejor que las leyendas lo sigan siendo”
“Eso es cosa suya y de su guardaespaldas. En cuanto
a este pájaro es mejor que me haga yo cargo. Creo que podré extraer más
información que ustedes. Es el problema que tiene la ley”
“Hazlo. Nadie tiene por qué saber nada. Diremos que
el atentado fueron únicamente disparos”
“Bueno, el escándalo está asegurado. Me desharé de
los otros dos cadáveres”
“Que cuadrilla de de hijos de puta. Haga lo que
tenga que hacer Salazar”
“Y usted también señoría. Cuídese. Y cuídenos”
Pedro arrastra al asesino a la DKV y desaparece.
Esa misma tarde Pedro ya dispone de los suficientes
datos, fechas y nombres como para empezar una nueva caza.
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