Hace tiempo que no viajamos. Hoy toca
Por tierras de Rumanía, con otro amigüito. Yo no
tengo problemas en comer cosas que harían vomitar a una cabra (os acordáis de
esta gran frase en esa magnífica película, Rambo) pero mi colega es más
escrupuloso. Paramos un día en un restaurante de carretera a comer. Un
restaurante de currelas rumanos. El menú del día era único. Un puré de patatas
y un trozo de filete de cerdo de no sé qué parte de la anatomía del cuto. Y
todo esto servido en platos de aluminio, vasos del mismo material y cubiertos
en donde no se diferenciaba las púas de la roña. Mi amigo se niega a comer
“Prefiero estar a dieta. Tú come, come. Ya verás que
caguera te va a pillar”
Y allí estábamos al otro día, aparcados en una
cuneta rumana y mi amigo metido en un maizal deponiendo algo de consistencia
entre plástica y fluida acompañado de un sonoro concierto de ventosidades y
gotelet. Y ni qué decir, yo con la cabeza afuera de la ventanilla muriéndome de
risa
“No te rías hijop… Que no tiene ninguna gracia”
“Joder que no. Yo comiendo y tan tranquilo y tu a
dieta y yéndote de bareta. No me jodas que no tiene gracia. Juas juas juas”
Recurrimos al viejo truco, por si os ocurre que no
tenéis medicamento estriñidor. Sencillo, leche templada con limón. Se forma un
yogur, te lo tomas y se te limpia toda la flora intestinal, la buena y la mala.
O sea, te pegas un rato echando por abajo todo todo y fin del problema. Es
cierto que te quedas hecho polvo, pero bueno, el viaje no se jode.
Bueno, la cosa no fue a más. Llegamos a una bonita,
turística y ordenada ciudad. Y buscamos un buen restaurante para resarcirnos.
Lo encontramos. Oye, un sitio chulo. Pa dentro. Nos sentamos y un triste,
serio, silencioso y bigotudo camarero deja el menú. Nos ponemos a estudiarlo
con todo el interés del mundo
“Mira, mira, que pedazo carta. Saca la guía y vamos
a traducir”
Buff, vaya platos. Hasta caviar había. Y buen
pescado. Y ternera. Y una larga lista de postres que no pudimos traducir. Y
vinos. Bueno, elegimos una ensalada, un poco de caviar, un paté y yo un pez y
mi amigo un chuletón. Y una botella de vino húngaro. Vamos a pedir y llamamos
al silencioso
Indicamos con entusiasmo señalando lo qué queríamos
de la carta. El silencioso nos mira y…
“Vitelo”
Vitelo en rumano es ternera. Sólo había filete de
ternera. Y el hijoperra nos tuvo una hora traduciendo y soñando con las viandas
que íbamos a deglutir
Comimos ternera. No estaba mala. No había otra cosa
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