Sí que dio de sí
mi primer y último viaje en moto. Los planes iniciales eran llegar a Venecia
(os hablo de hace veinticuatro años), tomar un ferry y que nos llevase por mar
a Grecia. Bueno, ese era el plan.
Conseguimos
llegar a Venecia sin perdernos más de tres veces cada día. Era para vernos. Que
par. Pretendíamos llegar a la plaza San Marcos CON LA MOTO para hacernos una
foto. Supongo que todos sabéis que la plaza es inalcanzable en vehículo. Y allí
estábamos nosotros entrando y saliendo de Venecia buscando la calle que llevara
a la plaza.
No veáis la cara
que puso un poli urbano cuando le pregunté por la calle para ir a San Marcos.
No me detuvo por que vio la cara de melón ignorante que tengo. Amablemente nos
indicó que no era posible y que de qué íbamos por la vida.
Segunda tarea.
Encontrar el ferry a Grecia. Hábilmente dedujimos que el ferry estaría en un
puerto y el puerto al lado del mar. Así que nos pusimos a buscar el puerto. Y
aunque no os lo creáis, lo encontramos.
Llegamos al
puerto. Edificio de oficinas. Entramos. Debe ser aquí pensamos. A ver.
Mi compañero se
dirige a mí
“Tú déjame
hablar”
Yo pensé “Sabrá italiano este y yo sin enterarme”
Oímos voces tras
una puerta acristalada. Mi compañero, ni corto ni perezoso, pica la puerta,
acciona el picaporte y pa dentro (íbamos con la ropa de moto y los cascos
debajo del brazo). Dentro había dos señores uniformados que parecía militares
departiendo entre ellos. Se nos quedan mirando y mi amigo se dirige a ellos
“Buenas. Que
queremos ir de Venechia a Grechia. ¿Saben?”
Por segunda vez
en el día me sentí que me miraban como se mira a un idiota. Cogí a mi compañero
del brazo y…
“Hala, déjalo,
déjalo. Vamos por Yugoslavia que creo que vamos a adelantar más”
Y así hicimos
amigüitos. Y la verdad es que no nos penó en absoluto. Descubrimos un país
precioso.
La importancia
de los idiomas. Así nos va en España
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