Recopilación sabatina. De viaje por Namibia, cosas que vas aprendiendo. Sobre todo, a obedecer
Capitulo
sexagésimo segundo “haz caso, parte uno”
Al principio el viaje por Namibia. Yo es que soy un drogadicto de África, es el
sitio del mundo donde más a gusto estoy, seguramente es porque voy con billete
de regreso. Poesía la justa, como os digo a mi me gusta mucho ese continente,
pero cuando oigo hablar a alguien de lo afortunados que son los africanos por
disfrutar de una vida tan natural me pongo malo de todas la glándulas. Cínicos.
Qué más se puede pedir en un viaje por África, un grupo de gente maja, un buen
guía, una buena tripulación, buenos paisajes, una buena de pátina de polvo y
sudor por encima, buen clima y una noche de estrellas.
Primera noche de acampada. Como adelantándose a los acontecimientos el guía nos
dice
“Prohibido dormir fuera de las tiendas”
Pausa, la verdad que el tío aparte de buen guía era un gran actor de teatro.
Más pausa. Yo y mi amigüito nos barruntamos algo. Calladitos. Alguien rompe la
pausa, una especie de Ana Obregón que viajaba con nosotros (y muy buena chica,
es cierto. Y también era bióloga)
“¿Por qué?, la noche está fantásticaaaaa, ¿Qué problema hay en disfrutar de la
compañía de lasssss estreyyyyas?”
“El año pasado, una francesa en este mismo sitio durmió fuera de la tienda. Una
hiena manchada le arrancó la cara de un mordisco. Así que a dormir a la tienda”
Glupsss. Todos a obedecer. La bióloga la primera.
Os presento a una simpática hiena manchada
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