Durante según qué viajes te das
cuenta de lo frágil que es la intendencia y el bienestar. Una noche nos tocó
acampada libre en las llanuras Namibias, en un paraje que se llamaba “cha-re”.
Ya os he contado que este país es de los más jóvenes del mundo, sólo superado
por los recientes Montenegro y Macedonia. Fue el último que se independizó en África
También tiene otro record, es el
más deshabitado del mundo. Su clima y su orografía así lo han hecho. Estamos
acostumbrados a vivir en sitios muy poblados desde muy antiguo y hasta que no
nos damos una vuelta por esos andurriales no apreciamos las infraestructuras
por las que nos desplazamos.
Este país no puede permitirse el
lujo de tener carreteras. En algo les beneficia la práctica inexistencia de
lluvias y es en que las vías de comunicación la mayoría son pistas de tierra.
Así lo que hacen es hacer la pista y dejar una motoniveladora cada tantos
kilómetros que se dedica durante toda la vida útil del cacharro a ir y venir
reparando baches. Al principio parece curioso, pero luego le ves toda la
practicidad y lógica. Total, ellos se desplazan en todoterrenos viejos y son
pocos los que pasan y para cuatro turistas raros que van, pues que se jodan y
que den botes en el camión. Ahora eso sí, es muy divertido el funcionamiento de
estos sitios.
Aquella noche tocaba dormir en
un “camping” que había preparado una japonesa que fue a dar una vuelta a
Namibia hacía veinte años, se enamoró de uno de allí y se quedó a vivir. Qué
bonito, ¿verdad?. El camping en realidad era un vallado circular de chapa
metálica con un suelo de hormigón y una zona para hacer fuego y preparar la
comida. A unos cincuenta metros unas letrinas para hacer el pos que debido a la
sequedad del clima cumplían a la perfección con su cometido. Era muy
instructivo contemplar pedujos fosilizados de todos los turistas que
anteriormente habían pasado y dejado su firma por allí. Y aunque parezca una
marranada es conveniente usar las letrinas, más vale que la caca se concentre
en un par de puntos que se desperdigue por los alrededores y parezca eso las
aceras de Peralta.
Fue una noche muy bonita y
tranquila. No había nadie en ochenta kilómetros a la redonda. Y esa sensación
de levantarte por la mañana con la roña de días anteriores pegada al cuerpo y
con la misma ropa de varias jornadas es impagable. Los que no conozcáis esta
vivencia os la recomiendo. De vez en cuando, abandonarse un poco a la molicie y
la suciedad es muy recomendable, vuelves a tus orígenes y te sientes un
cazador-recolector. Y más si estás en la región de donde salieron nuestros
ancestros.
Pero esa mañana nos deparaba una
sorpresa. El camión-cocina-bus no arrancaba. Probamos a tirarlo cuesta abajo pero
ni por esas. El guía llamó a la japonesa, que estaba a unos sesenta kilómetros
de nosotros y dijo muy amable que a ver qué podía hacer. Evidentemente, llamar
a la asistencia en carretera no tenía mucho sentido.
El guía era el qué más apurado
estaba del grupo. Se pensaba que le íbamos a empezar a gritar y a “pedir
responsabilidades”. Pero éramos un grupito sensato y lo primero es lo primero,
salir del paso. Y liarnos a broncas no conducía a nada. Ya nos adelantó el guía
que si no conseguíamos arrancar el camión tendríamos que quedarnos un par de
días o tres allí. Si tenía que venir otro camión para seguir el viaje, el más
cercano estaba en Sudáfrica.
Bueno, tenemos comida, agua y no
hay ducha, qué más se puede pedir pensé para mis adentros.
Una hora después apareció un
descendiente de los colonos boers, los holandeses. Un pelirrojo barbudo que
medía uno noventa por todos los sitios, esto es, de alto, de ancho, de
perímetro y de hombro a hombro. Iba en una fragoneta Toyota acompañado de un
nativo. Oye, y en media hora le hicieron un apaño al filtro del aire y salimos
del paso.
Y todo esto sin un grito ni una
mala cara. Parecía imposible en un grupo de españoles. La verdad que en cuanto
al grupo, fue un viaje muy llevadero.
Os pongo un mapa de la zona de
“acampada” para que apreciéis que estábamos a cien kilómetros de ningún lado. Y
otra foto aérea del camping para que veáis las magníficas instalaciones de las
que disfrutamos.
Id a África, merece la pena
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