NOTA:
BASADO EN UN HECHO REAL (*)
Pedro
Salazar Ibiricu, el magnate de las achicorias, ha aparcado su exclusivo Audi A12
al lado del paseo de los cisnes en Peralta. Ha decidido dar una vuelta para
aprovechar y disfrutar de una magnífica mañana de otoño.
Ha
optado por un look deportivo para tal fin. Así pues, calzado con unas
zapatillas Diamond Nike Air Force, y ataviado con un polo y un chándal de Gucci
inicia su agradable comunión con la naturaleza. Vista al frente, el oído presto
a captar todos los sonidos que le ofrece el campo y el olfato agudo para captar
hasta el aroma más sutil.
A los
pocos cientos de metros de disfrute campestre, nota una cierta humedad en su
pie izquierdo
Baja la
vista y contempla desolado como su magnífica zapatilla blanca es ahora marrón y
gotea un fluido de consistencia plástica. Vuelve la vista y contempla una
excreción del tamaño de una boina aragonesa con toda la planta de su pie
marcada. Se puede ver perfectamente grabada la suela e incluso, con un poco de
paciencia leer el número de su calzado.
Pedro va
girando la vista y hace un recuento de lo que está viendo y no debería estar
ahí: dos tarros de yogurth, un danacol, una chancleta vieja, una revista del
¡Hola! De 1964, restos de obras, un paraguas vuelto, una botella de gaseosa
schuss, el marca, una radio rota, un potito, peladuras de todo tipo de fruta,
colillas de faria… y lo que más abunda, mierdas de perrito, perro y perrazo. La
que ahora adorna su suela pertenece a esta tercera categoría en su modalidad
diarrea.
Pedro
está un poco entristecido. Y ve como una chica joven se aproxima a su posición.
Lleva en una mano una correa en cuyo extremo va un can y en la otra una bolsa
con bolsas para recoger las deyecciones sólidas de su chucho.
“Vaya,
una mujer consecuente” piensa Pedro
El perro
se detiene a unos metros frente a Pedro y procede a pegar las posaderas al
suelo. La chica le deja obrar, como no podía ser de otra forma. Y el perro
excreta un mojón que así a ojo pesará unos 175 gramos. Pedro tiene buen ojo
para el peso, lo ha desarrollado ejerciendo su profesión hortícola.
El animalito
acaba y respira aliviado. Y chica y perro siguen su camino.
“Disculpe.
Veo que lleva usted bolsas para la caca. ¿No va a recoger la deposición de su
mascota?”
“Noooooo.
¿Pasa algo?”
Pedro no
responde. Y piensa. “No, no pasa nada. Pero va a pasar”
A
distancia, Pedro sigue a la propietaria y al can. Hasta que llegan al casco
urbano y se adentran en él. Y Pedro sigue a la chica hasta que localiza el bloque
donde vive. Pedro vuelve al punto de partida y recoge la mierda en una bolsa. Y nuevamente
vuelve al portal. Espera a que salga una vecina. Y se dirige ella
“Buenos
días amable señora”
Pedro
dedica la mejor de sus sonrisas y la señora cae epatada ante la contemplación
de semejante galán.
“¿Qué
puedo hacer por usted? Pida lo que desee”
“Solamente
deseo saber si aquí vive una chica con una perrito que…..bla bla bla” Pedro
describe al perro y a la propietaria
“Sí. En
el ático H”
Pedro
espera a que se vaya la señora y timbra en un segundo piso
“Digaaaaa”
“Propaganda
comercial. ¿Me puede abrir por favor?”
Y accede
al portal. Busca el buzón del ático H y mete la caca de perro dentro del mismo
Y Pedro
se larga sonriendo y pensando en la pequeña travesura que acaba de cometer. No
es venganza, es un acto de generosa enseñanza.
Y bueno,
un poco de venganza también.
(*) El
protagonista no fue servidor de ustedes, fue un amigüito
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