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viernes, 25 de abril de 2014

Capítulo nonagésimo quinto “Vaya sitio para dormir”

Por Canadá. Un país vacío dentro de un subcontinente casi vacío. Son sólo 35 millones para un país como 20 veces España.  Y un sitio magnífico con una gente muy hospitalaria. Me recuerdan a los de Mallén, pero hablando inglés. Gente recia, recia. Y muy orgullosos de su país y de su forma de ser.

Sí que tengo que reconocer una cosa. Que al principio el paisaje canadiense abruma por su grandiosidad, pero a medio plazo se hace monótono; por lo menos la zona por donde nosotros anduvimos, Ottawa; y eso que fuimos en los allí conocen como el “indian summer”, la época de los colores de los bosques. Es para ver ese espectáculo, los arces se ponen rojos, los pinos y abetos siguen verdes, los robles pasan a amarillo y siempre en el horizonte hay algún lago azul. La paleta de tonos de color es impresionante y el horizonte no se acaba nunca. Pero aún así el paisaje, para mí, se acaba haciendo monótono

En cualquier punto un poco alto te montan un andamio simplemente para que la gente tome altura y pueda observar el paisaje. Como os digo, un gran país. No conozco la parte de las Rocosas ni la costa pacífica, pero si comparo lo que yo viajé de Canadá con lo que conozco de EEUU, me quedo con lo segundo. Es un paisaje mucho más variado y cambiante. Aún así, merece la pena darse una vueltica por Canadá. No es caro y se viaja bien

Tienen el mismo sistema que los EEUU en el tema de moteles. Cualquier villorrio del tamaño de Peralta Monumental tiene un par de moteles donde dormir por poco dinero. El sistema es simple, pagas al llegar y por la mañana te largas cuando te levantas sin decir nada más. Como os digo, pensado con la habitual efectividad vital yanqui.

Pues eso, que un día recalamos en no sé qué andurrial canadiense al caer la tarde. Buscamos el motelito para pasar la noche. No había más que uno, en las afueras del pueblo, mal iluminado y bastante dejado en lo que a mantenimiento se refiere. Cogemos un par de habitaciones y nos dirigimos a la madriguera. Si por fuera era cutre, por dentro era penoso. Y sucio, pero sucio sucio. Bueno, no era plan de andar moviéndonos ya, pero eso nos hizo aprender para el resto del viaje:

Primero mirar y luego pagar

Encendemos la luz y ohhh, sorpresa, unas camas tamaño King Size (o sea, de dos metros de ancho). Miramos hacia arriba y ohhhh, sorpresa, unos espejos en el techo. Me siento en la cama y ohhhh, sorpresa, noto que había un plástico entre el colchón y la sábana de abajo. Estaba claro para qué era el tamañazo de la cama en la que cabían tres o cuatro personas, el espejo del techo para poder contemplarte cuando practicabas el deporte epitalámico; y la función higiénico-sanitaria del plástico también, para evitar que los jugos corporales impregnasen el colchón. Muy práctico todo, pero un poco asquerosito el ambiente

Bueno, que por primera vez en el viaje dormimos metidos en los sacos de dormir y encima de la cama. Mira que soy recio, pero que me daba como repelús meterme entre esas sábanas con el plástico debajo.

Tengo el recuerdo de estar con otro compañero de viaje los dos metidicos cada uno en su saco de dormir y en la misma camica. Mirar al techo y poder contemplarte metido en el saco de marras reflejado en el espejo. Y es que no pude evitarlo, le dije una frase de la película “Amanece que no es poco”

“Supongo que me respetarás…..”

Un sonoro “vete a tomar por culo y haz el favor de no dar murga, tontolaba” fue el colofón a la conversación.

Pues sí amigos. En Canadá, dormimos en un puticlú

Os dejo el enlace al corte ese de la película. Si es que estamos igualicos que en el film (son sólo 16 segundos). Una de las grandes películas del cine español

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