Por Canadá. Un país vacío dentro
de un subcontinente casi vacío. Son sólo 35 millones para un país como 20 veces
España. Y un sitio magnífico con una
gente muy hospitalaria. Me recuerdan a los de Mallén, pero hablando inglés.
Gente recia, recia. Y muy orgullosos de su país y de su forma de ser.
Sí que tengo que reconocer una
cosa. Que al principio el paisaje canadiense abruma por su grandiosidad, pero a
medio plazo se hace monótono; por lo menos la zona por donde nosotros
anduvimos, Ottawa; y eso que fuimos en los allí conocen como el “indian summer”,
la época de los colores de los bosques. Es para ver ese espectáculo, los arces
se ponen rojos, los pinos y abetos siguen verdes, los robles pasan a amarillo y
siempre en el horizonte hay algún lago azul. La paleta de tonos de color es
impresionante y el horizonte no se acaba nunca. Pero aún así el paisaje, para
mí, se acaba haciendo monótono
En cualquier punto un poco alto
te montan un andamio simplemente para que la gente tome altura y pueda observar
el paisaje. Como os digo, un gran país. No conozco la parte de las Rocosas ni
la costa pacífica, pero si comparo lo que yo viajé de Canadá con lo que conozco
de EEUU, me quedo con lo segundo. Es un paisaje mucho más variado y cambiante.
Aún así, merece la pena darse una vueltica por Canadá. No es caro y se viaja
bien
Tienen el mismo sistema que los
EEUU en el tema de moteles. Cualquier villorrio del tamaño de Peralta
Monumental tiene un par de moteles donde dormir por poco dinero. El sistema es
simple, pagas al llegar y por la mañana te largas cuando te levantas sin decir
nada más. Como os digo, pensado con la habitual efectividad vital yanqui.
Pues eso, que un día recalamos
en no sé qué andurrial canadiense al caer la tarde. Buscamos el motelito para
pasar la noche. No había más que uno, en las afueras del pueblo, mal iluminado
y bastante dejado en lo que a mantenimiento se refiere. Cogemos un par de
habitaciones y nos dirigimos a la madriguera. Si por fuera era cutre, por
dentro era penoso. Y sucio, pero sucio sucio. Bueno, no era plan de andar
moviéndonos ya, pero eso nos hizo aprender para el resto del viaje:
Primero mirar y luego pagar
Encendemos la luz y ohhh,
sorpresa, unas camas tamaño King Size (o sea, de dos metros de ancho). Miramos
hacia arriba y ohhhh, sorpresa, unos espejos en el techo. Me siento en la cama
y ohhhh, sorpresa, noto que había un plástico entre el colchón y la sábana de
abajo. Estaba claro para qué era el tamañazo de la cama en la que cabían tres o
cuatro personas, el espejo del techo para poder contemplarte cuando practicabas
el deporte epitalámico; y la función higiénico-sanitaria del plástico también,
para evitar que los jugos corporales impregnasen el colchón. Muy práctico todo,
pero un poco asquerosito el ambiente
Bueno, que por primera vez en el
viaje dormimos metidos en los sacos de dormir y encima de la cama. Mira que soy
recio, pero que me daba como repelús meterme entre esas sábanas con el plástico
debajo.
Tengo el recuerdo de estar con
otro compañero de viaje los dos metidicos cada uno en su saco de dormir y en la
misma camica. Mirar al techo y poder contemplarte metido en el saco de marras
reflejado en el espejo. Y es que no pude evitarlo, le dije una frase de la
película “Amanece que no es poco”
“Supongo que me respetarás…..”
Un sonoro “vete a tomar por culo
y haz el favor de no dar murga, tontolaba” fue el colofón a la conversación.
Pues sí amigos. En Canadá,
dormimos en un puticlú
Os dejo el enlace al corte ese
de la película. Si es que estamos igualicos que en el film (son sólo 16
segundos). Una de las grandes películas del cine español
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