Capitulo
tetragésimo segundo “hay otros mundos, pero están en este”
Hoy no tocan aventuras y desventuras de uno de las baratas por el mundo. Hoy es tema sociológico
En uno de mis primeros post os conté cuanto valía una mujer en algún país africano. Hoy toca la cotización femenina en asia central. Simplemente, nada. No vale nada
Estrictamente no es así. La constitución y las leyes les reconocen los... mismos derechos que a los hombres. Pero como lo que manda es la “tradición” y “nuestras costumbres”, la mujer en la mayoría de los casos vive en una permanente esclavitud
Tradicionalmente estos pueblos son un matriarcado. Era propio de las tribus nómadas, el hombre estaba cazando, guerreando o haciendo el pingo; y la mujer se quedaba en la tienda (las yurtas). Y el gobierno de la yurta recaía en la matriarca del clan, que trataba al resto como esclavas. En la actualidad la familia en kazasjtan, uzbequistan o kirguistan son núcleos cerrados y casi autárquicos. Cuando un miembro del clan se casa, pasa a ocupar una habitación con su mujer. Y esta, la recién llegada, se tiene que hacer cargo de toooodas las tareas domésticas de todos los demás. O sea, madruga, hace los quehaceres, la comida, lava de todo el clan….. y luego se va al trabajo (aportación moderna, la mujer trabaja fuera). Luego vuelve a casa, mas quehaceres comida y lava. Y todo esto para todo el clan. No tiene derecho a opinar sobre absolutamente nada, es la matriarca quien se encarga de la administración del hogar comunal
Cuando quien se casa en vez de miembro es miembra, directamente deja de pertenecer al clan.
Ves a las mujeres siempre con muchas joyas. Preguntamos a la guía (una chica de 25 años bastante mona y soltera, una “mozavieja” ya en uzbequistan) y nos lo explicó
“Herencia y tradición. Hasta mediados del XX, para divorciarse, un hombre simplemente tenía que decirle tres veces a la cara a su mujer la palabra divorcio. O sea, divorcio,divorcio,divorcio. Y ya estaba. Divorciados. Y la mujer se tenía que ir inmediatamente de casa exclusivamente con lo que llevaba en ese momento encima. De ahí viene la costumbre femenina de llevar tanto oro y moneda siempre encima. Por si tocaba salir corriendo”
Y luego el tema del adulterio. A la adúltera se le ataba en la plaza de Samarkanda, se le metía en un saco, se le ponía como compañía media docena de gatos asilvestrados y se cerraba el saco. Y allí se quedaba en medio de la plaza, entre los aplausos de los vecinos hasta que lo único que se movía dentro del saco era algún gato superviviente. Muy pedagógico.
Y lo gracioso de todo esto amigüitos, es que estos países tan demócratas, igualitarios y avanzados tienen el mismo peso en la ONU que Bélgica, noruega o Japón. Yo es que veo ese cartel de ONU y me pongo malo de la vesícula. Lo mejor que se puede hacer con esa cínica organización: lata de gasolina y cerilla. Menos hipócritas en la faz de la tierra.
Ahora viene lo sociológico. Si el rollo que os he contado hubiese tenido una protagonista con nombre y apellidos en vez de todo un colectivo (las mujeres), posiblemente os habríais indignado, estremecido o soltado alguna lágrima. Pero nos hemos inmunizado, cuando las injusticias no tienen un protagonista que las sufra, no nos sorprenden.
Viene esto por lo de la niña (afgana creo), que sufrió un atentado. Ha tenido que aparecer en el periódico un nombre y apellidos para que Europa se conmueva. Mientras fue anónima, no pasaba nada. Y no era una, si no miles
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