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jueves, 22 de agosto de 2013

De cómo Salazar está en el momento oportuno



 “Maldita sea señoría, han bloqueado la carretera y no funciona ni el móvil ni la radio. Están utilizando inhibidores de última generación”

Quien ha dicho esto es su fiel chófer y guardaespaldas, el que ha velado por su seguridad durante estos últimos ocho años.

La juez está extrañamente serena y pensativa. Contempla la emboscada que le han tendido y le parece estar viviendo una mala pesadilla. Recuerda sus años de universidad, las oposiciones, los trabajados ascensos, años de esfuerzo… Y todo siempre por el afán de hacer justicia y lograr que esta sea igual para todos

Puto país. Qué triste

Ve la situación y no se hace ilusiones. Sabe que la van a matar, a ella y a su chófer. Un todoterreno bloquea la carretera y otro automóvil la parte trasera. Frente a ellos dos individuos y atrás un tercero. Portan subfusiles HK. No se andan con chiquitas

 Ni máscaras llevan. Para qué. No va ha haber testigos.

El coche está blindado, eso es cierto. Pero la juez no se hace ilusiones viendo como los sicarios llevan una lata que será gasolina. O salen o los achicharrarán vivos. Y poco puede hacer el guardaespaldas con su arma reglamentaria y un cargador frente a los tres asesinos con diez veces más de capacidad de fuego

Puto país.

Recuerda a Falcone y Borsellino. Su asesinato fue el fin de la mafia italiana, pero tuvieron que morir para que el país despertara de su letargo. Hasta les dedicaron un aeropuerto. Siempre a título póstumo. Tienes que morir para que te reconozcan algo.

Ella sonríe con amargura. Mañana habrá una conmoción cuando se sepa la noticia. Pero ellos estarán ya muertos. Todo por su afán por conocer la verdad y enjuiciar a una caterva de corruptos que han arruinado España. No pensaba que iban a llegar tan lejos, al asesinato. Pero la pasta es la pasta. Y esta vez es mucha la que se ventila

“Mierda señoría. Voy a salir y me voy a llevar a uno por delante por lo menos. De morir, con dignidad”

“Estoy con usted. Vamos a dar la cara y que vean que temple gastamos”

Van a abrir para enfrentarse a los criminales cuando se fijan que los dos sicarios miran tras de ellos con cara de extrañeza. Giran la cabeza y ven que el tercer asesino, el del coche de atrás, ha desaparecido. Sólo está el automóvil que cierra la carretera. El macarra no.

En el cambio de rasante hay una vieja DKV aparcada con las puertas traseras abiertas y dentro del otro coche se ve una silueta. Lo está retirando de la carretera y desbloqueándola

“Agárrese señoría. Esta es la nuestra”

Arranca y mete marcha atrás. Las ruedas chillan empujadas por los doscientos cincuenta caballos y salen pitando. Han escapado

Los otros dos asesinos abren fuego  y  aun a pesar del blindaje los cristales se astillan pero aguantan. Son libres

Cuatro sombras saltan a la carretera aprovechando la distracción de los sicarios. Sin ladrar. Como buenos mastines que son, atacan en silencio. Dos se aferran a los brazos que sujetan las HK y los otros dos al cuello. Caen al suelo inmovilizados por las bestias carniceras

Caminando tranquilamente se acerca Pedro Salazar Ibiricu. En la mano izquierda, la azada de cavar viñas ensangrentada. Sangre del tercer sicario

“Si hacéis cualquier movimiento los perros os degollarán. Así que quietos”

Pero los asesinos no son novatos. Uno saca una navaja y en décimas de segundo degüella al mastín que le sujeta el cuello y al otro le mete la navaja por la paletilla. Y en el mismo movimiento empuña la HK que estaba en el suelo  y apunta a Pedro

Pedro piensa “Hasta aquí he llegado”. Normal. Tanto va el cántaro a la fuente… Le jode morir aquí y así, en una secundaria del páramo leonés y a manos de un patibulario, pero bueno, así son las cosas. Pedro siempre ha sido consciente de que no se iba a hacer viejo. Dicen que cuando vas a morir pasa tu vida en un instante. Pero Pedro de lo que se acuerda es de la película 21 gramos. Dicen que es el peso del alma. Y piensa que en un momento él va  pesar 21 gramos menos. Bueno no, que las balas pesan. No puede evitar sonreír. Quizás el peso del plomo equilibre el peso del alma

Mira el cañón del arma y a los ojos del que va a ser su ejecutor

Y como en sueños escucha dos disparos. Pedro ve como dos manchas rojas aparecen en el pecho del criminal. Un tercer disparo y la cabeza estalla.

Pedro ve al guardaespaldas empuñando su arma humeante y a la juez a su lado. Una pareja con cuatro huevos. Han dado la vuelta y eso le ha salvado. Nunca dejes a nadie atrás.

Se dirigen a él mientras Pedro recupera el arma y el aliento y encañona al tercero. La juez y el guardaespaldas llegan a su altura

“Te conozco ¿verdad?”
“Así es señoría”
“No pensaba que un millonario aburrido fuera el protagonista de esa leyenda de la DKV. Pero bueno. No tiene por qué saberse esto y es mejor que las leyendas lo sigan siendo”
“Eso es cosa suya y de su guardaespaldas. En cuanto a este pájaro es mejor que me haga yo cargo. Creo que podré extraer más información que ustedes. Es el problema que tiene la ley”
“Hazlo. Nadie tiene por qué saber nada. Diremos que el atentado fueron únicamente disparos”
“Bueno, el escándalo está asegurado. Me desharé de los otros dos cadáveres”
“Que cuadrilla de de hijos de puta. Haga lo que tenga que hacer Salazar”
“Y usted también señoría. Cuídese. Y cuídenos”

Pedro arrastra al asesino a la DKV y desaparece.

Esa misma tarde Pedro ya dispone de los suficientes datos, fechas y nombres como para empezar una nueva caza.

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