La verdad es que lees la
constitución y hay veces que te entra la risa tonta. Pero bueno, es lo que son
casi todas las constituciones de los países avanzados, más una declaración de
intenciones que otra cosa. Viene esto a lo de la igualdad de todos los
españoles ante la ley
Parto de que yo soy una persona
que no creo en la igualdad de trato. Parad, parad, no me apedreéis. Me explico.
Una persona que cumple con los
demás, que colabora con la sociedad que lo rodea, que se porta bien, en
resumen, que no hace ruido ni molesta no puede tener el mismo trato que un
sinvergüenza que se levanta por la mañana y antes de hacer pis lo primero que
piensa es a ver a quien va a joder hoy. Por eso os digo que no creo en la
igualdad de trato, y creo que vosotros tampoco. Sí que creo en la igualdad de
oportunidades, pero eso es distinto. Todos conocemos personas buenas con las
que los hados malos parecen que se ceben y su vida es un rosario de
calamidades. Pero bueno, eso es otra cosa
Sigo con lo de la igualdad. Hoy
estoy en plan matemático ecuacional. Tampoco somos iguales ante la ley. Resulta
que en España tenemos la figura del “aforado” que, pongámonos como queramos, en
el fondo no es más que un mecanismo para evitar rendir cuentas. Nuestros
dirigentes dicen que no, que a fin de cuentas ellos también son juzgados, pero
por otro tribunal. Je je je, yo si cometo un delito en cuatro días me veo
delante de su señoría. Estos que nos gobiernan lo estiran y lo dilatan hasta lo
indecible. O sea, que tampoco somos iguales ante la ley. Ni de coña vamos
Pero es que estos días me he
dado cuenta que tampoco somos iguales ante la muerte. O mejor aún, ante el
asesinato. Resulta que España tiene un índice de “muertes violentas” (léase
asesinato) de 0.9 por cada cien mil habitantes. En resumen, diez por millón, o
sea, quinientos muertos en el país al año. Uno y pico diario. Oye, que te pones
a mirar un poco y resulta que España es de los menos violentos. Yo tengo mi
teoría, y es que nuestro carácter es muy parecido al de los africanos. Somos
gente que gritamos mucho, pero somos pacíficos. Otra cosa es cuando montamos el
gori, que entonces lo montamos a modo y la degollina es de órdago a la grande.
Pero bueno, a lo que vamos
Estos días la actualidad la ha
copado el asesinato de la presidenta de la Diputación de León. Y todo parece
indicar que su asesinato ha sido por cuestiones personales, o sea, que a esta
mujer no le han descerrajado cuatro tiros del 38 por ser de tal o cual partido o
por defender según que ideas. La han matado por lo que normalmente cometemos
ese crimen las personas, por odio. O sea, que su muerte es una más entre
quinientas de las que se comenten al año. Pero su tratamiento no ha sido el
mismo.
Hasta han parado la campaña
electoral a las europeas. Declaraciones de todos los dirigentes de todos los
partidos. Cientos de cartuchos de toner gastados
Bueno, vale, dirá alguien. Es
que es una persona mediática. Es que es famosa. Es que es conocida. Nada de
nada. Esta persona era conocida a nivel local o regional. Pero tenía algo que
la diferenciaba del resto de las personas: pertenecía a otra casta diferente. A
la casta política.
Y amigos, no es lo mismo que
asesinen a un político que a otro ciudadano
Recuerdo los “años del plomo”,
cuando ETA asesina a alguien cada dos días. Si ese muerto era un policía o un
guardia civil o un militar o un señor de Albacete que pasaba por la calle, se
le daba tierra y punto. Si el muerto era un político electo, merecía un funeral
de estado. De hecho aún lo vivimos hoy. El día que se cumple el aniversario del asesinato de
algún político o peridista sale en prensa, radio y tele. Si lo es un guardia o
policía no se acuerda más que su viuda o hijos. De hecho ni las grandes
matanzas como fueron Hipercor o el cuartel de Zaragoza salen en prensa
anualmente. Como mucho si han cumplido los “diez años” o alguna otra efeméride
así
Y al final los ciudadanos lo que
vemos es esto. Que hay dos clases sociales, los políticos que viven de eso y el
resto del mundo. Y luego estos mismos políticos se echan las manos a la cabeza “ante
la muestra del desapego de la ciúdadanía” (las tildes están bien puestas) y el “desencanto
de los votantes”. Son ellos los que han propiciado esa diferenciación,
eligiendo diferenciarse del resto. Son ellos los que se han apartado y han
creado casi dos planetas diferentes.
Y la diferencia se da hasta en
la forma de que te entierran.
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