Hay frases que ya forman parte
de las pelmadas diarias, una de ellas es:
“Respeto absoluto a las
decisiones judiciales, como no podría ser de otra manera”
La hemos oído de boca de
políticos de todo el espectro electromagnético, de presidentes de clubs de
fútbol, de folklóricas, de deportistas dopados, de deportistas sin dopar, y… de
sindicalistas
Lo malo es cuando la citación
judicial nos llega a casa. O peor, cuando un guardia civil o un policía
nacional nos toca el timbre, nos pone las manillas y nos mete a la tocinera y
nos conduce al juzgado de guardia. Entonces ya las decisiones judiciales nos
parecen arbitrarias, inconstitucionales, partidistas, sesgadas y que superan
todas las barreras habidas y por haber de los derechos constitucionales y
humanos.
Creo que el espectáculo que se
dio el otro día en los Juzgados de Sevilla fue apoteósico desde varios puntos
de vista. Hala que voy
Primero, pillan cagando y sin
papel a una serie de altos dirigentes sindicales que, presuntamente, han metido
mano en lo de todos. Digo presuntamente porque todavía la causa está en fase de
instrucción y no sea que me la líen.
Estos dirigentes, presuntamente,
se pegaban la vida padre y madre a cuenta de un dinero que tenía que servir presuntamente
para fomentar el empleo. O sea, han chorizado, presuntamente, la pasta que iba
destina a quien más lo necesita en España y la han invertido, presuntamente, en
comilonas y bebilonas.
Y son las bases sindicales las
que se dirigen a las puertas del juzgado a clamar justicia y venganza jerezana
contra la persona que instruye el caso. Cuando lo lógico es que hubieran
invitado a almorzar a esta juez en agradecimiento por sus desvelos por
clarificar las cosas
Segundo, la masa. No me refiero
al señor que se pone verde cuando se cabrea. Me refiero a personas que tomadas
de una en una son sensatas pero que cuando los pones en el rebaño y tras un par
de vermuts nos convertimos en gañanes sin cerebro. Eso había a las puertas del
juzgado. Una masa aborregada y sin seso ni criterio.
Tercero, los dirigentes
sindicales. Cinco días han tardado Cándido Méndez y Toxo en salir por la tele
afeando la conducta de sus afiliados. Cinco. Supongo que estaban muy ocupados
luchando contra la crisis y creando empleo. No habrán tenido tiempo, quiero
pensar.
Cuarto, los políticos.
Tibiamente y por poco tiempo han
criticado lo sucedido. Ahh, claro, no
sea que se cabreen las masas gesticulantes y me critiquen a mí. Y total para
dar la cara por una juez que también me está tocando los huevos a mí. Que le
den y que se joda.
Quinto, los columnistas. Pocos han
sido los que han emitido un editorial criticando lo que hicieron los bravos
sindicalistas. Uff, quita, quita, que no hay nada que ganar y si mucho que
perder.
Sexto, los insultos. Hubo uno
que me sorprendió: FEA. ¿A qué a nadie se le ocurre insultar a un juez
diciéndole feo? FEA es insulto cuando se dirige a una mujer. Cuando se dirige a
un hombre no. FEA es un insulto machista. Decirle FEA a una mujer es
repugnante, porque a un hombre nadie se lo dice. Y recurrir a insultos
MACHISTAS unas personas que se titulan sindicalistas, progresistas, de
izquierdas y defensores de la igualdad y
de la cuota 50-50 es simplemente una tremenda incongruencia que da idea de su
altura y calidad moral. Cuando vi las imágenes tuve que correr al váter a echar
la grava. Que cuadrilla de marionetas manejadas y sin conocimiento
A mí particularmente me dan
ganas de seguir viviendo aquí porque veo que aun hay gente, jueces, que creen
en su trabajo, que velan por la integridad de lo que es de todos y que por un
sueldo que no es nada del otro jueves se juegan el pellejo, pierden de su vida
privada y se exponen a estar todo el día criticados por hacer bien lo que creen:
que la justicia y la equidad llegue a todo el mundo.
Os pongo una foto de las masas
aborregadas y otras más, unos grabados de un gran genio, Francisco de Goya.
Retrató como nadie la sociedad española
de principios del XIX. Fijaos en las caras, esas bocas que les cabe un pan
cruzado y esos rictus de odio. Son los mismos en ambas fotos. No hemos cambiado
nada en los últimos doscientos años. Esto sigue siendo el país del pesebre y de
la pradera pastueña.
Cuídese juez Alaya. Yo no entro
en si es fea o guapa. Me quedo con lo que para mí es usted: una gran
profesional y una gran persona.
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