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jueves, 11 de julio de 2013

Capítulo septuagésimo séptimo “roñosería española, parte uno”




 Hay una cosa que nos corrompe a los viajeros españoles. La propina. La razón fundamental que se esgrime por ahí es que tradicionalmente la propina en España no es habitual y por ello nos cuesta entender esta costumbre. Yo tengo mi teoría propia, y es que somos una cuadrilla de peseteros.

En cuanto sales fuera de nuestras fronteras la propina es algo habitual. Pero no como nosotros la entendemos. En España la propina es casi misericordia:

“Tenga buen hombre, no se lo gaste todo en vino”

Parafraseando Ortega y a Gasset (dos filósofos que siempre iban juntos); no es esto, no es esto

Fuera de nuestro terruño lo normal es pagar la mano de obra aparte. O sea, en la comida el establecimiento te pasa la factura de lo que te has comido y la persona que te ha servido es un autónomo que su sueldo es un quince por ciento del valor de tus alimentos.

Y claro, llega el orgulloso español dispuesto a gastarse la considerable suma de siete euros en comer en un país tercermundista. Y al no ver satisfechas sus exigencias gastronómicas tras pagar tan considerable suma, descarga su ira con el pobre autónomo que le ha servido el yantar

“Vaya mierda hemos comido. Y aún esperarán propina. Pues van daos. Que se jodan. En cuanto se den media vuelta nos largamos y pagamos sólo la cuenta. Habrase visto”

Como os digo amigos, pura y dura roñosería.

Y no os digo nada la que se forma en el grupo a la hora de “la propina del guía”

“Qué cuánto le damos a este”
“Yo creo que con………. ya va bien”

Resulta que estamos hablando de pagar su trabajo a la persona que se ha desvivido por hacerte feliz la estancia

“Yo ya he pagado a la agencia”
“Que noooo. Que esto es otra cosa. Que es el sueldo del guía”
“Yo no tengo por qué pagar más”
“Vaaaale. Pero mira que si le damos lo que decís tocamos a tres euros por persona en quince días. Me parece un poco poco”
“Yo ya he pagado a la agencia”

Y resulta que quien dice esto es el más  se titula de solidario, sindicalista y progresista del grupo.

A mí me encantan estas situaciones que se producen el final del viaje. Son fantásticas para descargar mi mala leche. Imaginaos un grupo de quince viajeros que hemos estado doce días por Egipto. Yo suelo proponer entregar al guía el valor de dos cafés en España por día y viajero. Café de los caros, de los de un euro u medio. O sea, unos cuarenta euros por persona. Si somos quince son seiscientos euros sale entre todos. Inmediatamente sale el que hasta ayer era el sindicalista del grupo

“¡¡¡¡Tú estás loco!!!. Seiscientos euros es  el sueldo de dos meses aquí. Y se lo vas a dar por doce días de trabajo”
 “Hombre, contando que ha estado veinticuatro horas con nosotros durante todas las vacaciones, que nos lo hemos pasado de puta madre gracias a él, que TE HAS hecho su amigo, tres euros por día me parece hasta barato”
“¡¡¡¡Tú estás loco!!!. Eso es una barbaridadddddd”

Quien ha dicho eso es la persona que se ha gastado quinientos euros en baratijas, chochos, chorradas y tontadas que acabarán inservibles en un armario nada más llegar a casa

Así somos los españoles. Mucho mucho majos, pero una cuadrilla de roñosos


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