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lunes, 3 de marzo de 2014

De cómo Salazar va de turismo con su sobrino y de lo que aconteció (1)

Pedro Salazar Ibiricu ha aparcado su DKV en el parquing del Hotel Conquistador en Córdoba. Para estas vacaciones estivales ha elegido la compañía de su sobrino, un chaval de sólo trece años que en pocos meses va a iniciar una gran apuesta en su vida.

El chico es muy inquisitivo, continuamente está asediando con preguntas a Pedro. Le interesa mucho la historia, y precisamente por eso Pedro ha elegido como primera estapa de su viaje Córdoba. Pedro le cuenta a su sobrino que se baraja como posible fundador de la ciudad a Amilcar Barca, el gran general cartaginés que sólo fue superado por Aníbal, su hijo y casi conquistador de Roma. Pedro le cuenta la ucronía de           qué hubiera sucedido si Roma hubiese sido vencida por Cartago. El mundo hoy hubiese sido otro. Y el que no lo sea fue debido a que el rey Massinisa con su caballería optó por el bando romano en vez del cartaginés. Y que la misma maniobra que propició que ocho legiones romanas fuesen destruidas en la batalla de Cannae fue la que hizo que en Zama el vencedor fuera Roma. Ahí se inició el ocaso de Cartago y cien años después un descendiente del  Escipión vencedor en Zama conquistó y destruyó Cartago
Parece que en sus orígenes Córdoba se llamó Qart Duba, como Cartago era Qart Hadast

A Pedro le gusta la compañía de su sobrino. Es un viaje diferente a los que ha hecho hasta ahora. No hay lugar para salir de juerga y las conversaciones son diferentes a las que puede mantener con un adulto. Pero no por ello son menos interesantes. Pedro sonríe en su interior cuando en los hoteles lo tratan como a un padre divorciado que está de vacaciones con su hijo por que “le toca”. Y el chaval se muere de risa cuando los recepcionistas le dicen “dile a tu padre que….”. La verdad es que es una situación un tanto cómica aparcar la DKV y bajarse de tan codiciado vehículo en compañía del sobrino y ser tratado como un separado.

Pedro fija la hora de levantarse a las siete de la mañana

“Va ha hacer mucho calor. Madrugamos, desayunamos tranquilamente y a las ocho nos metemos en la Mezquita y la vemos con la fresca. Luego paseamos por la ciudad y cuando empiece ha hacer calor nos vamos a comer. Por la tarde siesta hasta que refresque y luego damos otra vuelta”

“Vale tío, me parece bien”

Pero no cuentan con que estén en España. Al día siguiente van a sacar la correspondiente entrada a la mezquita y el horario es a partir de las diez. Vaya contrariedad. Cambio de planes

“Bueno, pues damos el paseo ahora y luego volvemos”

El chaval frunce el ceño malhumorado, no le gusta que los planes se tuerzan.

“Bueno, vale”

Dan la vuelta a la esquina y a Pedro se le abre el cielo. Una puerta lateral está abierta y están de obras en la mezquita

“A ver sobrino. Nos vamos a meter por esa puerta. Tú sígueme y haz como que no pasa nada”
“Pero tío, no nos podemos colar, está mal”
“No te preocupes. Luego a las diez vamos a la taquilla y pagamos la entrada. Ahora si todo sale bien vamos a ser unos privilegiados y vamos a ver la mezquita solitos”

Dicho y hecho. Se encaminan a la entrada y a través de unos tablones de obra acceden al patio. Hay varios operarios pero nadie dice nada.

Pedro y su sobrino disfrutan de dos horas viendo la mezquita en completa soledad. Sólo la brigada de limpieza. Y nadie se dirige a ellos ni les recrimina nada

Y a las diez de la mañana se encaminan a la entrada principal, sacan sus entradas, dan media vuelta e inician su visita matutina por la ciudad. El chaval está encantado con la experiencia y de haber podido ver la mezquita en semejantes condiciones.

“Recuerda sobrino. Si en España ves obras en algún sitio siempre podrá entrar a través de él”
“Pareces el abuelo cebolleta tío Pedro”
“Calla cabrón. Y tenme un poco de respeto”
“Hoy para comer quiero gambas y solomillo”
“Lo que quieras. Me toca malcriarte”

Y entre risas y carcajadas continúan la jornada

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