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martes, 19 de noviembre de 2013

Capítulo octogésimo cuarto “No me extraña que estos funcionen”



Primer viaje a Austria. Si hay que definir a este país en pocas palabras es que todo está en su sitio y por algo. Y eso lo trasladan al vivir diario y claro, así les va. No salen en el telediario para nada, señal de que precisamente no pasa nada. Pero bueno, gente divertida, mas dada a la fiesta que sus primos de arriba, los alemanes y cordiales. Los suizos los utilizan como blanco de sus chistes, así como aquí los hacemos con los pobres de Lepe o con nuestros colindantes, allí usan a los austriacos.

Pues con veinticuatro años y un passat viejico nos fuimos dos amigüitos a pasar una semana en Suiza y otra en Austria. Eran los años gloriosos en que la peseta estaba hinchada artificialmente y tenías una sensación de poderoso que para qué. Luego al año siguiente hubo tres devaluaciones y pasamos a ser pobres de solemnidad.

Conocer la ordenada forma de vida austriaca fue todo un acontecimiento. Entonces mi forma de viajar no era la de ahora, se trataba de madrugar mucho, estar todo el día dando vueltas por la ciudad fotografiándolo todo y volver al camping reventados y encima con la sensación de que aun habíamos visto poco. 

Decidimos comer un día en unos chiringuitos que hay en la plaza del ayuntamiento de Viena. Un sitio impoluto y con una suave música de fondo cortesía del citado ente. Era una especie de self-service. Mi primera sorpresa fue cuando me pesaron la ensalada y me la vendieron a tanto el gramo. 

“Ahhh”, así se evitan al homo-gorronensis que pulula por los hoteles españoles y que le guste o no se llena el plato, pensé.

Llegó el momento de coger la bebida. Creo que la cerveza estaba a tres chelines. Pago con uno de cinco y me devuelven cero. 

“Oiga. Cerveza tres. Mi dar cinco. Mi querer dos”

Y me explican que no. Que me habían vendido la jarra. Que cuando yo devolviese la jarra, me darían los dos chelines. 

“Ahhhh” así se ahorran recoger el vacío, pensé

Total que a mitad de comida me apetece una segunda cerveza. Hacía calor y había moscardones recuerdo. Pues cojo mi jarra de cerveza de dos chelines y me dirijo a la barra de nuevo

“Mi querer más cerveza en mi jarra de mi propiedad”

Me ponen más. Doy otros cinco chelines y me devuelven dos cincuenta. Ahora es cuando ya no entiendo nada.

“Cerveza tres. Yo dar cinco. Vuelta ser dos, no dos cincuenta”

Y me explica  que como yo había llevado mi jarra y me había puesto más cerveza en la jarra usada, el no la había lavado y que por eso me descontaba los cincuenta peniques.

“Ahhhh” así se ahorran el fregar, pensé

Total que nos levantamos y un indigente vino a la mesa. Recogió los platos y los llevó a la barra. El camarero los contó y el entregó un poco de dinero al señor

“Ahhhh” así se ahorran el recoger, pensé. Entregué la jarra y me devolvieron los dos chelines. Y de dos cervezas fregó solo una jarra.

Total que  UN CAMARERO y sin estrés atendía el self service. Esto es visión de negocio y funcionamiento.

Luego no me extraña que se esa filosofía empresarial se traslada al resto de los ámbitos diarios el país vaya como va.

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