Ayer publicó el amigüito Jesús
Navarro Zabal una foto de 1981 en la que se ve a un tajo de pintores del pueblo
pintando las bóvedas de la Iglesia San Juan Evangelista de Peralta
Años antes ya se habían hecho
reformas en la Iglesia. Evidentemente, dentro de las diversas fases de remozado
que se hicieron, en una se incluyó pintar la bóveda central. Eran los años 60. La
Iglesia y el poder político iban de la mano y la censura todavía era censura. Y
las mujeres se bañaban en una zona del río y los hombres en otro.
¿Que qué tiene esto que ver con
la pintura de la bóveda? Enseguida se destapa el misterio
Os podéis imaginar que el
sistema de andamios actual ni siquiera había nacido en planos. Los magníficos y
sencillos sistemas actuales de andamiaje tubular multieje ni se concebían.
Entonces todo era preparar unos bidones, meter unos maderos tiesos, llenar el
bidón de grava e irla mojando para que se compactara y a partir de ahí, a base
de tablones, sogas y varillas roscadas, poco a poco ir elevando las
plataformas.
Lo que ahora tres personas lo
hacen en un par de días, entonces podía costar varias semanas. Y bastante menos
seguro. Así que una obra que implicara montar andamio, en esas fechas, era para
pensárselo
Y el buen párroco que regentaba
la parroquia en aquellos años se lo pensó; y decidió pintar la bóveda central,
como os he dicho. Así que contrató a un grupo de albañiles del pueblo, dentro
del cual estaba mi buen y añorado padre, y se empezó con tan magna tarea.
Concluido el andamiaje los
pintores hicieron su tarea. Y esta vez no fue un mero trabajo de pintura lisa,
no señor. Hubo que pintar a los evangelistas, el cielo, las nubes, pájaros…. y unos
angelitos con sus alitas revoloteando tocando pífanos y flautitas. Los pintores
hicieron una tarea magnífica para aquella época y para los medios con los que
contaban. Chorradas aparte, es complicado pintar sin perspectiva. Y lo hicieron
muy bien
Se finalizó la tarea con todas
las figuras prístinas y pulcras. Muy al gusto de una época en la que las
libertades y la moral relajada aún iban a tardar en llegar a España unos años.
Pues eso, obra finalizada. Y se
decide ya desmontar el andamio. De nuevo los albañiles vuelven a la Iglesia a
efectuar tan ardua tarea. De desmontar la parte más alta se encargó el que
entonces era un peraltés joven. Era muy ágil en aquella época.
Poco a poco el andamio fue
bajando. Fue también tarea de días. Y ya con el andamio en el suelo el buen
párroco procedió a conectar la iluminación de la iglesia y contemplar el
resultado de tan esplendoroso trabajo. Al elevar la mirada al cielo y a la
bóveda, un buen número de pares de ojos divisaron como uno de los angelitos
mostraba sus atributos masculinos reproductores a la par de un pene tamaño estándar.
Al pobre párroco estuvo a punto
de darle una apoplejía. Y claro, volver a montar el andamio para corregir
tamaña herejía era impensable por el costo monetario que aquello conllevaba. Bueno,
que al párroco hubo que administrarle sales para el mareo, que el querubín allí
se quedó con su colita al aire y que semejante sacrilegio no se corrigió hasta
que a los años se volvió a montar andamio (ya del moderno) para volver a pintar
la cúpula
Evidentemente los pintores
declinaron toda responsabilidad sobre semejante obscenidad.
A los albañiles hubo que
ingresarlos en la UCI por falta de oxígeno por el esfuerzo de contener las carcajadas.
El culpable nunca apareció.
Se sospechó del ágil joven que
se encargó de desmontar el tramo de andamiaje más alto; pero él, muy digno y en
su sitio, negó la mayor. La felonía quedó sin castigo. Pero bueno, también
Miguel Angel Buonarotti tuvo que sufrir la incomprensión del Papa de la época
cuando pintó la Capilla Sixtina. Y creo que podemos enorgullecernos de que en la
católica España de los años 60, en la parroquia de Peralta se pintó un angelito
con el pito al aire. Algo único en aquellas mojigatas épocas.
Saludos a aquellos albañiles y
aquellos pintores. Hacían falta dos cojones para subirse a esos andamios. Y hacía
falta tener una mente socarrona para hacer lo que aquel irreverente hizo.
Ni qué decir que yo sí conocí al
culpable. Que jartás de reír cuando me lo contó.
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