Ahhh, aquellos viajes por España
sin rumbo ni causa. Que te planteabas ir a Segovia y acababas en Córdoba. No
hay nada como viajar sin planes predeterminados.
Pues eso. Un viaje que íbamos a
León pero nos fuimos a Toledo. La verdad es que es una ciudad muy bonita.
Recogidica y todo cerca. Bien de comer, como no puede ser de otra forma en
Castilla y con ese poso decadente que caracteriza a las ciudades mesetarias.
Tiene una pega, que si vais con un poco de sobrepeso podéis acabar con la
lengua a rastras por esas callejas en cuestas.
En el tema histórico no tiene
desperdicio. Capital del reyno años ha, hogar de grandes artistas, sitio de
confabulaciones y de cruentas batallas. Luego está la tontada esa de la “magnífica
convivencia entre las tres culturas”. De eso no os creáis nada. Las cosas no
eran mejor entonces que ahora. Cada una de las tres culturas se las apañaba lo
mejor que podía para sobresalir por encima de las otras dos, y si de paso podía
remolachar y joder a la competencia mucho mejor.
A un ritmo normal da para unos
tres días de ver cosas. Si te apetece vivirla, puedes estar tranquilamente
cuatro o cinco días. Y si eres un melón como lo éramos nosotros en aquellos
tiempos, en día y medio ya tenías todo el plano pateado y tachado.
Hay un monumento que pilla un
poco “fuera del mapa”. Por lo menos en esos años. Se trata del Hospital de
Tavera. Y allí estábamos el segundo día a media mañana con todo el mapa
tachadico.
“Que qué hacemos”
“Podemos ir a ver esto”
“Pues tira. Pues vamos”
Pilla a unos tres cuartos de
hora de paseo desde el centro. Y era cuesta abajo. El cenizo de mi amigo iba
venga a mascullar acordándose de que a la vuelta era cuesta arriba
“Quesque estoy mucho mucho gordo”
“La verdad es que sí. Pareces un
tocino”
Llegamos al sitio. Una plaza un
tanto desolada. El Hospital es un magnífico edificio renacentista. Buscamos la
entrada. La encontramos. Una puerta como las de entrada a cualquier casa en un
lateral y con un timbre de los de ding dong. Timbramos. Sale una señora de unos
cincuenta años tras unas gafas de concha con unas agujas de hacer punto y la
labor en las manos
“¿Qué queréis?”
“Queríamos visitar este
edificio. Si es posible”
“Esto es privado. Vale
trescientas pesetas entrar”
“Bueno. Tenga”
Pagamos y para adentro. Una gran
sala con una gran cantidad de cuadros de la época barroca. Me giro y veo el
Tiziano de Carlos I (el que sale en las botellas de coñac)
“Ostiaaaa. Este…. Este…..”
“Sí majo sí. Este es el bueno.
Tiziano pintó tres copias. Una está en Roma, otra en el Prado y otra es
propiedad de esta familia”
“La os…. Lo que tiene que ser estar
aquí desayunando y viendo este cuadro”
“Debe ser decir: Ole mis cojones
que rico que soy”
Se ve que a la señora le hizo
gracia el comentario
“¿Os gusta la pintura? Os voy a
enseñar otras zonas de la casa que normalmente no se muestran”
Y nos dio un paseo por todo el
edificio. Cuartos y mas cuartos con Grecos, Riberas, Murillos…. Una auténtica
pasada en pintura. El famoso cuadro de Diego Ribera “La mujer barbuda” es propiedad
de esta familia. Nuestra guía nos contó que hacía poco tiempo se les solicitó
para una exposición en Tokio. Para ello la empresa puso sobre el tapete un
seguro por valor de veinte millones de euros. Es increíble la cantidad de pasta
que tienen algunos, sea en moneda o en especies.
Y su única protección parecía
ser una señora haciendo punto
Acabamos la visita en la cripta
que también era magnífica. Y al salir topamos con otro grupo más numeroso que
pretendía entrar. Intentaron regatear el precio con la señora, con eso de que
eran grupo. Y preguntaron a ver si los dulces y tiernos niñitos de diecisiete
años tenían que pagar y si había descuento a jubilados.
Nosotros seguíamos revoloteando
por allí. La señora les cobró. Les pasó a la primera sala. Los bajó a la cripta
y no les enseñó nada más. Y todo esto con una cara bastante avinagrada y arisca.
Recordad amigüitos
“Educación y buenos modales
abren puertas principales”
Ahhh, la casita y la pinacoteca
en cuestión es propiedad de los duques de Medinacelli. Y merece la pena
Si es que tiene razón mi
sobrino. Parezco el abuelo cebolleta.
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