Dentro de poco cumpliré mis bodas de plata de
viajero, veinticinco años ya dando guerra por esos mundos de Manitú. Ya os dije
una vez que hay visiones que siempre me acompañarán. Son recuerdos que por
mucho que me esfuerce no os los podré contar como yo los viví, están en mi
retina y en mi corazón pero narrarlos tal y como los experimenté no está a mi
alcance. Mi joven pluma no da para tanto.
De hecho, algunas de esas visiones ni las fotografié,
no tuve valor
¿Qué es lo que más echo en falta de mis primeros
viajes? Que he perdido la capacidad de sorpresa. Es verdad, ya no me asombra
nada. Y a vosotros amigos míos, tampoco. El mundo de la comunicación, internet,
el IMAX, la tele….. para cuando hueles o tocas algo ya lo has visto cincuenta
veces. Nada nos sorprende. Cada paisaje, cada monumento, casi cada persona la
has visto antes de estar allí.
Los moradores del primer mundo sólo nos sorprendemos
cuando una tragedia tiene nombre y apellidos.
Yo había oído hablar de la ablación, pero hasta que
no tuve delante a una niña de siete añicos a la que le iban a hacer esa
barbaridad no me helé de espanto. Conocía las enfermedades parasitarias, pero
hasta que mi guía me hizo saber que los dos críos que me habían servido té iban
a morir ese invierno no lo asimilé. Sabía de guerras y guerrillas, pero hasta
que un borracho me apuntó con una ametralladora calibre 50 no pasé miedo. Evidentemente
conocía las ventajas de nuestro sistema de seguridad social, pero hasta que no
vi la cara a un anciano corrompido por el crack en las calles de Toronto no me
di cuenta de que las pensiones no llegan a todo el mundo.
En la erupción del Nevado del Ruiz murieron
oficialmente 22.540 personas, pero sólo nos acordamos de Omayra Sánchez, la
niña que murió ahogada en esa charca pestilente. El mundo se indignó porque no
se pudo hacer nada por Omayra, pero nadie nos acordamos de las otras 22.539
víctimas. Omayra tenía nombre y
apellidos
En el tsunami del 2004 hubo 144.000 muertos
oficiales y 510.000 heridos. Vimos las imágenes en la tele. Y vimos como
turistas jarra de cerveza en mano contemplaban el espectáculo de las fuerzas
navales norteamericanas asistiendo a los heridos. Y lo vimos en nuestras teles
de plasma tan tranquilos. Sin embargo, cuando pusieron en el cine la película
de “lo imposible” hubo que llevar ambulancias
a los cines por que nos desmayábamos. La ficción nos ponía enfermos. Sin
embargo la realidad la veíamos mientras cenábamos. En la película había nombres,
apellidos y caras. En la realidad no, no había nombres.
Si en lo que ha ocurrido en el volcán Mayón no
hubiera fallecido Sara hubiésemos leído la noticia tan tranquilos y habríamos
pasado página a ver qué es lo que había hecho Osasuna o el Madrid. Solamente
cuando una tragedia tiene nombre y apellidos para nosotros es cuando lloramos,
sufrimos y nos espantamos. Si no, no. Si no hay una cara conocida, pasamos
página. Y esta vez, por desgracia, estaba Sara
No es por maldad ni por desidia, simplemente en este
bombardeo de noticias al que estamos sometidos en el primer mundo las paginas
de periódico en cinco horas son viejas.
La familia de Sara no va a poder pasar página, para
ellos la actualidad se va a quedar para siempre en el siete de mayo de 2013.
Pero el resto pasaremos página en pocos días. No
pondremos apoyos en el facebook ni banderas a media asta por los cientos de
personas que son masacradas a diario en guerras asquerosas, por enfermedades
perfectamente evitables o simplemente por no llegar a un número mínimo diario de
calorías. No lo haremos hasta que no tengamos otra vez en una tragedia alguna
persona cercana y querida de nuestro entorno. Y yo tampoco, yo con escribir
esto calmo mi conciencia de ciudadano del primer mundo.
Espero que la familia y los amigos de Sara, aunque
no van a poder pasar página, puedan sobrellevar el dolor y la amargura que les
va a dejar ese vacío y esa falta de una persona tan querida y entrañable como Sara.
Espero que nunca tenga que volver a escribir sobre
un hecho similar al de estos tres días y que nunca tenga que volver a titular
otro post como “tiempo de…..”
Un abrazo de los que duelen las costillas. Y mucho
valor. Y mucho calor.
In memoriam.
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