Mira que los hay
imprudentes, y no va por mí. Decidimos pasar una jornada tranquila bajando uno
de los cañones más bonitos que hay en el mundo, el cañón de gorjas negras, en
la Sierra de Guara, Huesca.
Es un sitio
precioso, pero poco visitado (relativamente) para lo que su hermosura requiere.
Un sitio que tan pronto se cierra y vas encajonado entre unas paredes
espectaculares como se abre mostrando un horizonte tremendo y unos ráppeles larguísimos.
Además es sobre un río con un caudal respetable pero sin mucha corriente,
técnicamente no es difícil y es un relajo visual bajarlo.
Alguna pega
tendrá os preguntareis amigüitos. Si no, que ostias hago yo allí. Es verdad,
tiene una pequeña pega. Para llegar hasta el cañón es un paseo de tres horas
con un desnivel importante. Y la bajada son otras nueve horas. Con lo cual,
doce horas de tensión y descarga de adrenalina. Tienes que estar físicamente en
unas condiciones óptimas. Si no no pasa nada, te mueres y fuera.
Afortunadamente
no íbamos solos los porronaventuras. Venía gente con cabeza que se encargaban de
la logística, intendencia y planificación. Si son doce horas de esfuerzo, es
más importante de lo que os pensáis.
No faltaban
energéticos, isotónicos, frutos secos, aceitunas….. en fin, comida de ataque.
Y como no, siempre
lo hemos dicho y lo mantendremos y si no os lo creéis venid con nosotros alguna
vez. Somos los mejores en esto. De hecho, seguimos vivos y sin nada roto.
Cuando llegamos
a la hora 11:30 zulú de operación ya salimos del cañón. Queda media hora de
paseo hasta los coches y de allí al hotel, cenar y risas. O eso nos parecía.
Nos encontramos
una persona bajo la sombra de una tamariz. Estaba deshecho físicamente y sin
agua.
“Hola ¿Qué te
ocurre?”
“Estoy sin
fuerzas. Deshidratado. Mis compañeros me han dejado aquí y van a volver con alimento
y agua. No puedo más”
“¿Ibais dos
solos?”
“Somos un grupo
de cinco”
Estupendo. Se
van cuatro a por comida y dejan al desgraciado solo. Deshidratado. Y lo dejaron
con el traje de neopreno puesto. Hombre, por lo menos, lo dejaron a la sombra. Todo
un detalle.
Le quitamos el
traje de neopreno, le dimos de beber, lo alimentamos y lo mojamos para bajarle
el calorazo. El muchacho sintió que le salvábamos la vida.
Bueno, lo
dejamos con una botella de agua y alimento. Seguimos nuestro camino y diez minutos
más adelante nos encontramos con un compañero suyo que venía con dos pastillas
de chocolate y sin agua a salvarle la vida. La verdad es que nos indignamos
ante la ignorancia y el atrevimiento de la gente. Luego pasa lo que pasa, la
Guardia Civil al rescate.
Llegó la noche,
cenamos e hicimos lo que hacen los del porrón después de cenar. Al bar. No
encontramos con nuestro salvado. Agradecidísimo.
“Hombreee.
Graciasssss. No sabéis lo que os agradezco lo que habéis hecho por mí. Tomaos
lo que queráis, yo pago todo”
Fuimos a hacerle
caso y otro que venía con nosotros se nos adelantó
“Anda, anda.
Déjalo. No les invites a estos dos. Que igual hubieses preferido morir en el
cañón que pagar lo que esta pareja son capaces de consumir”
“Joder que fama
nos pones”
“¿Fama?. Vaya
par estáis hechos.”
La verdad es
esa, cría fama y échate a dormir. Qué injusta es la vida. No hay derecho.
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