Frase
pronunciada por Andrea Fabra, diputada en cortes: Que se jodan
Pedro Salazar
Ibiricu ha aparcado su DKV en una cuneta de una carretera albeceteña, tras un
elegante y averiado automóvil con los cristales tintados.
Pedro es un
hombre bueno y no pierde la ocasión de ayudar al prójimo. En este caso, ha
decidido ayudar al propietario del vehículo estropeado. Un chofer uniformado
trata de reparar el auto.
“Buenas tardes.
¿Puedo echarle una mano?”
El elegante
chofer contempla las alpargatas rotas por las que asoma un dedo gordo con un
panadizo infectado, las uñas negras y curvadas cual aguijón de alacrán y las
peloticas interdedos añejas. Ese bombacho con la bragueta desabrochada (no
tiene ya con qué) y con ronchones de pis. Ese calzoncillo amarillo calado que
alegremente aparece por encima de donde acaba el pantalón. Esa camisa marfileña
con el cuello desgastado, con cinco cercos de sudor concéntricos y con un
brillo particular que le confiere la grasilla acumulada. Esos dos farias
partidos por la mitad y mordisqueados que asoman del bolsillo de la camisa….
Nada delata la identidad real de Pedro, un magnate de las finanzas y del
comercio de productos hortícolas.
“Estoy esperando
a la asistencia en carretera, pero si es usted tan amable podría llevar a mi
pasajera hasta la ciudad. Hace mucho calor”
Pedro es un
hombre amable y caballerosamente accede al menester. Del coche baja una
conocida diputada en Cortes que se hizo famosa por la frase “Que se jodan”.
Doña A. F.
Pedro franquea
gentilmente la puerta de la DVK a A.F. Pedro es un caballero
“Huy, perdón.
Retire esa bolsa con asaduras de cordero que llevo en el asiento desde la
semana pasada. Es cebo para los cangrejos”. Claro, al mover la bolsa, un olor a
pútrido inunda la DKV
“Ya echo un poco
de frusfris para ambientar. Huy perdón. Me he equivocado con el bote de tres en
uno. Ya muevo el pinico de ambientador para que haya olorico doña A.F.”
Pedro
arranca e inicia su camino hacia
Albacete. El sol cae a plomo. Ni una brizna de viento. En la camisa de Pedro
aparece el sexto cerco de sudor.
“Disculpe señora
diputada. Que tengo un poco de tendinitis en el tobillo, me voy a poner réflex
que alivia una barbaridad.”. Y Pedro vacía todo el bote en su dolorida
articulación. La mezcla de los aromas corporales de Pedro, con lo que emana de
la bolsa de asaduras, el tres en uno, el pinico, la colonia varón dandy de Pedro
y el réflex hace que el ambiente esté un poco, digamos, confuso, dentro de la
DKV.
Llegando a
Albacete Pedro procede a aliviar su pesadez estomacal de la forma más discreta
posible. Anoche abusó de las alcachofas y de la crema de puerros en la cena y
hoy Pedro se encuentra un poco pesado. Tras expeler seis monstruosas y calladas
ventosidades encuentra cierto descanso estomacal. Pedro nota como la
temperatura de su dos de oros aumenta ocho grados debido a que los asientos de
la DKV son de escay, material de tapizado muy comprometido en casos de
aerofagia.
“¿Dónde la dejo
señorita?”
A.F. ha perdido
el conocimiento. Pedro se dirige al ambulatorio más próximo y deja a su
pasajera en urgencias. El personal
sanitario intentará reanimarla, pero tras tres cuartos de hora de esfuerzos
A.F. muere víctima de una septicemia global.
Nuestro héroe continúa
su camino con una sonrisa entre pícara y socarrona en su rostro
“Je, je, je.
¡Que se jodan ehhh! Qué bonito. Cada
cual se jode cuando le toca. Joder, que mal olía el último pedo. Putas
alcachofas. Hay que joderse lo que hinchan.”
Y Pedro sigue su
justiciero y jodido camino
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