Pedro Salazar
Ibiricu, el magnate de la achicoria, ha acabado de desayunar en la
decimotercera planta de su acristalada torre de oficinas. Ya ha dado cuenta de
su té darjeelin ambootia first flust, su
tostada de pan de Ujué con aceite del Queiles y sus ciento cincuenta gramos de
jamón Albarragena. Va a comenzar su jornada laboral, pero antes ojea el
periódico
A Pedro le da un
síncope de asco. Todo a punto de irse a la mierda y los políticos pensando que
son Adenauer o Churchill.
Diez minutos de
ejercicios respiratorios y consigue calmarse. Decide posponer su agenda y
adoptar su identidad oculta. Tiene tres objetivos, castigar, educar y quizás
aquí, entre los parlamentarios navarros, encuentre al eslabón perdido. Llama a
su secretaria
“Buenos días
señorita Green, suspenda toda mi agenda en lo que queda de semana”
“Como usted
desee señor Salazar. Pero le recuerdo que es la tercera vez que da plantón a la
troika del G 20”
“Que esperen.
Total para lo que hacen”
Pedro toma su
ascensor privado y desciende hasta el quinto sótano del edificio. Allí se
ensucia convenientemente, se cambia de ropa y se dirige al almacén.
“Tomaré un mango
de pico, el tallín de limpiar regadíos y el ajadón de cavar viñas”
Sube a su DKV,
la carga de achicorias y se dirige hacia Navarra. Tiene claro que hoy se va a
montar de verdad, aunque le vaya la vida en ello. Hoy es un día perfecto para
enseñar, hoy se celebra el día de la verdura en Tudela. Hoy estarán todos los
parlamentarios allí, hay de comer. Y mira que les gusta comer.
Pedro sabe que
será difícil, habrá mucha vigilancia. Pero cuenta con dos ventajas, el aspecto
de idiota que lleva y que a la hora de comer los escoltas se quedan fuera con
un bocadillo.
Tudela. Pedro
llega donde se celebra el ágape.
“¿Dónde va
usted? Acreditación”
“Vengo de
Salazar Exportation Trust Company. Traigo diez achicorias selectas para
ensalada. Mis papeles, tenga”
“Correcto, puede
pasar. Y lávese, marrano”
Accede a los
almacenes y de allí al salón. Todo son risas y sonrisas. Todo es pasarse la
mano por la espalda. Los que ayer mostraban sus desacuerdos, hoy se reúnen en
torno a las exquisiteces de verdura. Si Pedro tenía alguna duda, se le acaban
de despejar. Ata las manillas de las puertas con un lío de empacar. Están
aislados.
Pedro saca de
una de las achicorias el mango de pico.
“Buenos días
señores. Estamos a primeros de mes y es hora de cobrar”.
Pedro es un
hombre justo. Le gusta que cada cual tenga lo suyo
Los reunidos
contemplan a un gañán desarreglado unicejo y despeinado, que huele a nido de
cuco y con una estaca en las manos. Les da la risa. Han perdido su única
oportunidad: correr
“Que echen a
este pordiosero. ¿Tú quien te has pensado que eres idiota? ¿El tío la vara?”
La carcajada es
general.
“El tío la vara
hubiese tenido piedad. Yo no”. Y al tiempo incrusta el mango en el cráneo del
gracioso. La cabeza se abre como una granada madura poniendo perdido el jamón
que está al lado de restos de sesos. Una lástima de pernil.
Ahora Pedro está
en ventaja. Dispone del ajadón de la viña, del factor sorpresa, del terror y de
unos bíceps que parecen los muslos de Indurain. Tampoco se quiere exceder en el
número de víctimas, es conveniente dejar supervivientes para que cuenten lo
ocurrido. El terror se tiene que extender.
Este narrador os
va a ahorrar la descripción de la masacre que en Tudela acaeció. Los servicios
de limpieza trabajaron durante varios días para quitar la sangre, las glándulas
y las vísceras del suelo. Hubo diez muertos y cuarenta personas ilesas que
precisaron asistencia sicológica el resto de sus vidas. En sus sueños se les
aparecía un algarrobo unicejo y patilludo al grito de “es hora de cobrarrrrr”.
El resto tomó
buena cuenta de lo ocurrido. Se redujo el gasto estructural del gobierno. Se
sentaron bases para una política educativa a largo plazo. Se optó por una
política real de crecimiento lógico y mesurado. Se puso coto a los desmanes. Se
pusieron de acuerdo. Más les valía.
El algarrobo
nunca fue identificado.
Salazar, el magnate,
se reunió con la troika del G-20 y expuso lo acaecido en la capital de la
ribera de Navarra. Aterrados ante lo ocurrido en Tudela, tomaron buena cuenta
de lo ocurrido, en toda Europa estaba subiendo la venta de ajadones de cavar
viñas. El terror recorrió a los mandatarios
La letra, a
ajadonazos entra y así entró. Y la crisis económica, política y moral acabó.
Os dejo una foto
de lo que es un ajadón de cavar viñas, por si no lo conocéis. Da miedo la
herramienta ehhhh
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