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jueves, 21 de marzo de 2013

Capitulo noveno, "que sitio tan estupendo para naufragar"



Capitulo noveno, "que sitio tan estupendo para naufragar"

Parque Provincial de Algonquin, en Canada. Un sitio como es Canada, precioso, agreste, agresivo y ojito. Ese viaje lo hice con dos amigos mas del pueblo (Jose Luis y Roque) y los dos sobrinos suizos de Roque. Buena compañía, no faltaron ni las risas ni los pecaos.
El parque citado presume de las siguientes cifras, 7500 km2 de extensión, mas de dos mil lagos y mas de mil kilometros de recorridos en canoa. Como todo en Canada, perfectamente organizado y pulcro (aqui tambien ¿verdad amigüitos?)
Llega la expedición mixta hispano-suiza y alquilan dos canoas. Una con Roque, su sobrino y servidor de timonel (ya conoceis mi pasado marinero) y otra pilotada por Jose Luis.
Salimos del ponton y comenzamos a remar. Conseguimos trazar un círculo perfecto de unos 25 metros de radio e ir a estrellarnos contra el ponton. Risitas de los canadiense y comentario de Roque "Como alguien se ria mas le meto el remo en la cabeza". Bueno, segundo intento, ya aprendo a manejar el remo como timón (es sencillo), cogemos confianza y suena mi voz "remad, que van a ver esto lo que somos". La gente va tranquila con su canoa, a disfrutar del paisaje, y allí estábamos cinco patanes remando con tales güevos que a punto estuvimos de quitar el record a David Cal. Y la gente, mirandonos con cara de quien ve a un marciano mientras los arrepasabamos sudando como perros.
Y claro, lo que pasa cuando te confias y te relajas. En mitad del lago mas ancho, mas largo, mas hondo y mas frío, la otra canoa (iban haciendo el merluzo) dió la vuelta y los dos se sumergieron en el agua. Unos segundos despues, aparecieron las cabeza. La voz de nuestro suizo tronó, preocupadísimo por su hermano "Patrick, coge la mochila que llevo ahí el dineeeeroooo". Que momento tan enternecedor.
Acerqué la canoa y se agarraron cada uno a una borda, y poco a poco alcanzamos la orilla. Supondo que Manitú aquella mañana me puso la mosca tras la oreja, y habia metido yo en mi mochila dos ropas termicas interiores y dos forros polares. Por lo menos había ropa seca.
Claro, cinco en una canoa, mal plan. Y la otra cano asomaba un poco a unos cincuenta metros de la orilla
"Hay que ir a por ella"
"Creemos que lo mejor es que vayas tu, que te duchas con fría", dijeron mis solidarios compañeros. Votamos y me toco a mi por cuatro votos a favor y uno en contra.
Pues eso, me puse en pelotas y al agua. Y pude sacar la canoa.
La cosa acabó bien, (aunque menudas risitas en el embarcadero cuando llegaron en canzoncillos, y nueva amenaza de ramo incrustado en cabeza canadiense), nos reimos mucho esa noche y cenamos y lo celebramos.
Pero a Petrick le costó perdonar a su hermano, por el simple hecho de que se preocupara mas por la pasta que por sus huesos.

Incomprensible

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