Pedro Salazar Ibiricu ha aparcado su DKV en una
cuneta a toda prisa. Una cena copiosa de caracolillas ha provocado una cierta desazón
intestinal en él. Es la cuarta vez que para en una hora. Ahora Pedro está a
gusto, ha encontrado un maizal que garantiza su anonimato. Los últimos metros
los ha tenido que hacer a toda velocidad a la par que se bajaba los bombachos.
Para hacer más llevadero el trance se ha llevado el
periódico y la realidad diaria está desfilando ante sus ojos. Lee la siguiente
noticia
“Escocia va a plantear a sus ciudadanos un
referéndum para independizarse o no. Van a preguntar esto: ¿Debe Escocia se
independiente (si/no)?”
Han fijado la fecha del sufragio el 18 se septiembre
del 2.014.
Pedro se imagina que ocurriría si se repitiese la
experiencia en las tierras del Ebro, o
sea, Iberia.
Primero, ¿Cómo diseñamos la operación? Habría que hacer un gabinete con no menos de
cincuenta asesores entre sociólogos, filólogos, sicólogos, politólogos, fisioterapeutas (no sea que haya esguince de
muñeca a la hora de votar) y meteorólogos (por elegir el día óptimo)
Segundo, habría que elegir los idiomas de la
pregunta. Los propios, español, catalán, valenciano, euskera, mallorquín,
gallego, bable y fabla; mas los de los todos los emigrados desde 1450 hasta hoy
con derecho a voto. O sea, todos los indoeuropeos más swahili, tagalo, djola,
sefardí, bambara, pastún, mandarín y japones. Las papeletas se imprimirían con
todos los idiomas, por lo que cada una mediría un metro cuadrado
Tercero ¿Qué preguntamos, para que salga lo que salga
todos salgan victoriosos?
A Pedro, hombre culto que es, se le ocurre que la
cuestión iría por los siguientes términos:
“¿Está usted de acuerdo para que sean iniciadas unas
conversaciones bilaterales con el Estado Central; bajo el marco estatutario
fijado por las normas más básicas de convivencia emanadas del espíritu
Carolingio dentro de los límites europeos; con el fin de conseguir una
normalización de la relación de libertad entre iguales de todos los ciudadanos
y ciudadanas que viven dentro y fuera de las fronteras históricas devenidas tras
la coronación de Fernando de Aragón como rey de las Españas (si/no/no se/tal
vez/depende/¿va a haber un puesto para mí?/me da igual/¿comoooo?/no nos
precipitemos/precipitémonos/me queda un telediario, así que déjeme en paz)”
Luego elegir el día de la votación. Está claro que
no es lo mismo un día de sol radiante en Donostia que uno con xirimiri. O
cuando sopla la ciercera en Santiago de Compostela, la tramontana en Barcelona
o la canícula cordobesa. El día es importante, por lo que habría que hacer un
sesudo estudio estadístico del clima en los últimos trescientos años en cada
comunidad. Luego, a la vista de los datos, un nuevo gabinete de politólogos de
todo el espectro debería elegir el día, o más democrático aún, proponer varios
y hacer un referéndum previo para elegir el día de la votación. Luego se
votaría.
Evidentemente, el resultado de este referéndum no
sería vinculante, sería el inicio para que otro grupo de representantes de la
soberanía (popular, soberanía popular) trazasen una hoja de ruta (con líneas
rojas, por qué una hoja de ruta sin líneas rojas, ni es hoja ni es nada) que
fijaría un calendario de reuniones al más alto nivel de otro grupo con otro
grupo (cada grupo de no menos de cincuenta personas)
A la luz de las actas de las reuniones, otro grupo
(de no menos de sesenta personas) decidiría sobre la conveniencia y oportunidad
de plantear a los ciudadanos y ciudadanas un nuevo referéndum, este ya
vinculante.
El problema sería que habrían pasado del referéndum
no vinculante varios años y nuevos votantes que no ejercieron su derecho
referéndum estarían dentro del censo y otros habrían falleció (muchos de asco).
Un grupo de no menos de setenta personas decidiría sobre la forma de acometer
tan grave problema.
Tras el recuento, iniciar el proceso que concluiría
con el final, el finiquito y el acabose.
Así es como se hacen las cosas en Iberia, no como
han planteado los escoceses.
Pedro ha acabado de deponer y ahora sí que se siente
en paz consigo mismo y seguro. Sigue leyendo el periódico y llega a la sección
de nacional. Aparece la fotografía de un antiguo jugador de balonmano que
defendió los colores de España en la selección.
Pedro suspira hondo ya aliviado, sonríe y utilizando la hoja en la que sale el
balonmanista procede con solemnidad a higienizarse el dos de oros.
Vuelve a la DKV y sigue su camino. Va pensando en la
manía que tenemos en este país en hacer complicado lo sencillo e imposible lo
complejo.
“Así nos va” filosofa Pedro.
Mientras, el viento arrastra una fotografía un poco
deteriorada de un apuesto balonmanista.
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