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jueves, 21 de marzo de 2013

De como Salazar hace deporte



Lo que os voy a contar a continuación lo vi yo y lo viví en primera persona en el poli del pueblo. No es ficción, aunque lo novele un poco. Si tenéis el estómago delicado no sigáis leyendo. Pero como se que vais a leer hasta el final, luego no me llaméis marrano ni nada semejante. Estáis avisados

Pedro Salazar Ibiricu ha decidido ponerse en forma. Ha aparcado su DKV en el parquin del polideportivo de Peralta. Y se ha dirigido a la sala de cardiovascular. Decide subir a la bici de spinning y empezar suavemente con su cometido
Diez minutos después, un caballero entra. Es una mezcla entre dandy americano y gentleman inglés. Un señor. No voy a describirlo más, una especie de Cristian Grey. Tal como lo oís amigüitas. Viste una camisa blanca sobre una camisetica de felpica, un bañador a medio muslo y unas alpargatas que han conocido tiempos mejores y pocas sesiones de lavadora. Se instala al lado de Pedro. Pedro no tiene olfato. No ocurre lo mismo con otro usuario, que si dispone de tal sentido y que abandona la sala haciendo eses del mareo.
Nuestro dandy comienza el ejercicio. Segundos después comienza jadear y sufre una taquicardia tipo danza del sable. Minutos después empieza a sudar y dos extensas manchas adornan su sobaquina. Siguen los jadeos y el caballero se asfixia. Para aliviarse, inicia una tos y Pedro nota como a Grey le sube un japico tuberculoso desde lo más profundo de su cavidad torácica. Acto seguido, procede a aliviarse escupiendo sobre el dorso de su mano y limpiándose la misma en el bañador.
Se tira un pedo.
Más tranquilo ya, deja su ejercicio, se despide de Pedro y abandona la sala. Pedro, hombre curtido en mil batallas, no da crédito a sus ojos.
Pedro observa a través de la cristalera la piscina. El señor ha entrado. Con el mismo bañador sudado en el que se ha higienizado y las alpargaticas. Procede a darse una larga ducha de dos segundos.
Y se introduce en el vaso.
Apoya la espalda contra la pared, abre sus brazos y se puede apreciar dos gloriosas y pobladas sobaquinas. Un auténtico Grey.
Aún sofocado, procede a toser y a extraer un segundo gargajo de sus profundidades pulmonares.
Pedro cree ver la secreción atravesando los bronquiolos, los bronquios y la tráquea, llegando a la garganta y mezclándose con otros jugos que bajan de la nariz.

“No será capaz”, piensa Pedro, hombre curtido que es.

Esta vez, en lugar de depositar sus interioridades en el dorso, lo hace en la palma de la manica. Y tranquilamente, se limpia el berberecho tamaño boina en la rejilla de rebosadero.
El socorrista no da crédito a sus ojos. Recrimina tan fea acción a Grey. Y Grey mira al socorrista a la vez que dice que no es para tanto, que ha depositado el molusco en la rejilla. Otra cosa hubiese sido si lo hace en la pisci, pero en la rejilla no hay problema.

Si es que no hay nada como haber sido educado en estrictos colegios suizos para saber desenvolverse por el mundo

Hala amigüitos ¿no tendréis berberechos para cenar hoy?

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