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miércoles, 17 de abril de 2013

Capítulo sexagésimo séptimo “fronteras, parte siete (episodio uno)”





No hace falta ir lejos para pasarlas de a metro. Cuatro amigüitos de los que no diré su nombre y uno era yo, otro el Ángel el del Akelarre, otro Pelucas y el otro el Emilio el andaluz. Hace veinticinco años. Cuando todavía merecía la pena ir a comprar a Andorra.

El tabaco y el alcohol eran mucho más baratos en Andorra, así como todo tipo de gadchets electrónicos. Preparamos una expedición a ese país. Como íbamos cuatro la táctica era la siguiente: si podíamos pasar cinco botellas y cinco cartones por persona, pasábamos ocho de cada por viaje, o sea, treinta y dos botellas y treinta y dos cartones cada vez. Bajábamos a Seo de Urgell, dejábamos el matute en casa de un conocido y tira para arriba a por mas. La idea era que por tres de cada no nos iban a decir nada, aparte de que por tan poca cosa no se molestaban. Completábamos el alijo con algún cacharro eléctrónico, cámaras de fotos….. en fin, todo el día haciendo el melón.

Ahora va la narración del viaje. Roza el surrealismo

Pues eso, que salimos de Peralta una madrugada de agosto a las 3 hora zulú.  Seis horas de conducción en el Passat del Ángel. El Ángel tiene una teoría, que para conducir bien no hay que pisar el freno, que es mejor reducir con el motor. No sé yo para que ponen freno en los coches, pero bueno, allá cada uno con sus teorías.

Yo me mareo bastante. En carretera recta  lo llevé bien, pero cuando iniciamos las curvas, me mareé igual que un manchego en mitad de un maremoto. Siete veces, siete, tuvo que parar a que yo vomitara. La última, en mitad de Seo:

“Para Ángel para, que voy a potar”
“Joder que llevas seis”
“Paraaaaaa”

Frenazo de emergencia, abro la puerta y ya sin tiempo procedo a tranquilizar mi maltratado estómago. Con tan mala suerte que era una parada de autobús y le fueron todos los jugos gástricos a los pies de un pobre hombre que estaba esperando el bus para ir a trabajar con el bocata debajo del brazo. Los otros tres cabrones muertos de risa con las cabezas asomando por la ventanilla, yo procediendo y el probo trabajador mirando con cara de “esto tiene que ser la cámara indiscreta”

Seguimos y paramos a tomar algo. Por desayunar y por cuidar mi estómago. Alguien me había dicho que tras vomitar es bueno algo ácido, así que me tomé un bocata de pepinillos con boquerones y un kas de limón para pasarlo. Mis amigüitos miraban mi refrigerio con cara de marcianos
“Joderrrr, no te comas eso que te va a caer mal”
“Sabréis vosotros”

Oye, mano de santo.

Iniciamos la tarea a la que íbamos, perjudicar a la hacienda pública con el mercadeo de alcohol y tabaco. Y combinado con la compra de todo tipo de tontadas de complemento. Pelucas se compró un paraguas tremendo (ya os lo podéis imaginar) rojo y blanco y con visera. Esto es, desplegabas el paraguas y parecía una gorra de dos metros de diámetro. Nosotros venga a reírnos de la ocurrencia, pero por la tarde cayó una tormenta tremenda y nos tuvimos que  refugiar debajo del artilugio. Era para vernos a los cuatro metidos bajo la gorra en medio del nublado por las calles de Andorra.

El Ángel que le quiere comprar algo a su mujer. Tienda de perfumes de las glamourosas. Pa dentro.

El Ángel prueba un perfume. Se lo echa en el dorso de la mano.

“Huele bien”.

Coge otro y se lo echa encima del primero

“No está mal”. La dependienta ojiplática

Coge otro y le echa a la dependienta y se pone a olerla

“También está bien”. La dependienta buscando la cámara oculta.

Coge otro, me echa a mí y me huele. También le gusta. Y ante la duda se compra todos. La dependienta alucinada

“Pero caballero, su esposa tendrá su perfume, llévese uno o dos, sea prudente”
“Ques igual majica, ponme todos”

Hala, a la calle cargados con media tienda de colonias.

Viaje para abajo a la Seo, tira para arriba

Continúa mañana………………………..

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