Han salido de
caza. Actúan como los lobos, en manada, pero con ensañamiento. Un animal mata
para comer, los humanos por diversión. Cinco cabezas rapadas. A la caza del
mendigo, el homosexual o el emigrante. La semana pasada apalearon brutalmente a
un indigente. Esta noche van a por otra presa. Entre los cinco tienen menos de
ciento diez años. El mayor de ellos, veintiséis.
En un callejón
sin salida y mal iluminado han
encontrado su premio. Un tío malvestido y sucio, apoyado en un contenedor
metálico de los de tapa pivotante. Está encorvado y de espaldas. En el suelo,
un charco de vómito acre con tropezones y sobre el contenedor tres bricks de
vino rancio. El hombre viste unos bombachos raidos, unas alpargatas rotas y una
camisa llena de cercos de sudor. Huele fatal, a faria y a soberano. La jauría
sólo ve un despojo humano. Al fondo del callejón, una DKV aparcada.
“A por él”
“Vamos a darle
lo que se merece a esa escoria. Putos despojos, hay que acabar con esta lacra”
Se aproximan. Como
siempre, es Macho Beta el que se va ha hacer de valer. Macho Alfa nunca ataca
primero, se queda atrás dirigiendo la partida de caza. Le corresponderá el
honor del primer bocado pero tomar la iniciativa lo hará Macho Beta. Lleva un
puño americano, suficiente para romper un pómulo de un golpe. Y eso es lo que
va a hacer Macho Beta.
“Levántate mierda
humana. Que te quiero ver la cara”.
Primer error: no
hables, actúa.
Mierda Humana se
gira a una velocidad sorprendente para estar borracho. A la vez que se alza,
una horca de sacar el fiemo brilla en la noche describiendo un arco tremendo.
Impacta en la mandíbula de Macho Beta rompiéndola y lanzando al aire una lluvia
de muelas, dientes, hueso, sangre y babas.
Uno a cero. En
el mismo movimiento clava la horca en el abdomen a Tercero. Las tres primeras
púas desgarran el abdomen y las dos últimas arrastran las tripas. Dos a cero
Segundo error: has
tardado dos segundos en reaccionar.
Mierda Humana
agarra un ladrillo y se lo lanza a la cabeza a Cuarto. Hundimiento de cráneo y
hat trick a favor de Mierda Humana.
Ahora le toca a
Macho Alfa proteger a su jauría, pero nunca se había visto en esa situación.
Tercer error: tenías
que haber corrido.
Mierda humana
recupera la horca y con un movimiento ascendente la clava en la garganta de
Macho Alfa. Cuatro a cero.
Quinto está
muerto de miedo. Es el más joven e inexperto, y el que más se ensañó con el otro
indigente. Claro, tenía que demostrar su valía al resto de la jauría. Una
patada en los huevos es suficiente para dejarlo fuera de combate.
Fin del partido
por cinco a cero. Ha durado la acción exactamente ocho segundos.
Pedro se calma y
deja que le baje la adrenalina. Se ha arriesgado demasiado. Eran cinco contra
uno. Y cinco tíos bragados, si no es por el factor sorpresa no hubiera podido
con ellos. Recupera el aliento y contempla la masacre. Todos están vivos aún,
cuatro de ellos amontonados gimiendo y el quinto masajeándose las pelotas y
llorando reclinado contra la pared.
Pedro es un
hombre justo. Agarra al más joven, a Quinto
“¿Eres
cristiano?”
“Siiiiii”, responde al tiempo que se sorbe los mocos y
las lágrimas. Sabe que le va la vida
“Pues conocerás un
pasaje de La Biblia. Éxodo 21-24, lo del
ojo por ojo. Tengo que decirte que por desgracia para ti al Nuevo Testamento no
he llegado todavía; ya sabes, a lo de la otra mejilla y el perdón. Lo siento muchacho,
leo despacio”
Agarra al niñato
que hace una semana rompió las manos a un viejo borracho, coge unas bridas de
plástico y le hace un torniquete en cada muñeca. Alza al tipejo, le mete las
manos en el contenedor metálico y haciendo acopio de todas sus fuerzas Pedro cierra
la tapa cercenándole las manos. Estas caen al fondo y se quedan ahí, con la
basura. El torniquete impide que fluya la sangre. Quinto mira sus muñones
incrédulo.
“No te
preocupes. No vas a morir. Y así te acordarás de lo que le hiciste a un pobre viejo
cada vez que cagues y te tengan que
limpiar el culo.”
Pedro monta en
su DKV y arranca pasando por encima de los cuatro cuerpos agonizantes. Sale a
la avenida. Por el retrovisor ve dos cuerpos que aun palpitan. A Pedro no le
gusta que la gente sufra. Así que mete marcha atrás, vuelve a atropellarlos y
de nuevo marcha adelante. Quinto sigue mirándose los muñones con la boca
abierta de espanto. Ahora sí, Pedro Salazar Ibiricu da por finalizado el
trabajo.
La DKV se pierde
en la noche.
(Perdonad el
dato del vómito con tropezones, pero es que no lo puedo evitar)
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