Ya en Botswana,
en el Parque Nacional de Chobe. Un sitio que se ha hecho famoso últimamente por
ser el lugar donde cierto monarca se rompió cierta cadera. No me cansaré nunca
de evocar los paisajes africanos y lo maja que es la gente en esos andurriales.
África provoca en mucha gente un estado anímico de relajación total. Si no, no
se entiende que nos pegásemos días de kilometradas sin rechistar y acabar tan
contentos la jornada. Bueno, mejor que hablar en distancia es en tiempo, hubo
días de diez horas pegando botes en el camión, con dos cojones, y sin decir ni
mu.
Llegamos a Chobe, el parque nacional que se hizo famoso
por qué cierto monarca se rompió cierta cadera. El alojamiento era un hotel
magnífico, se acabaron las colchonetas y empezó la civilización. Tras un par de
duchas y rascarme con el cuerpo con la teja que siempre llevo en la mochila, ya
casi casi tenía un aspecto humano. Otras dos duchas, ropa limpia y ya eres persona.
A dar una vuelta
por el complejo hotelero. Un sitio bien montado y con gusto, lejos de las
chabacanerías que se ven por según que playas caribeñas. Enclavado a la orilla
de un lago y con un río potente alrededor. En zona pantanosa y de manglares.
Y con un montón
de carteles que primero avisaban, luego prohibían y los últimos declinaban
responsabilidades en caso de ser devorados por un cocodrilo si te acercabas a
la orilla.
Y como no, una
de nuestro grupo (no era la bióloga que de esto entendía), justo a la orillica
del río, en el centro de la playa fluvial más ancha y a escasos metros del
agua. Presentaba un suculento aspecto para cualquier reptil de gran porte que
se fijase. Y en la orilla de enfrente se veían unos cuantos tomando el sol.
“Pero mujer, ¿no
has leído los carteles? Retírate de aquí que corres peligro”
“Yo pensaba que
eran en broma, para asustar turistas. Estoy aquí tan a gusto. Me recuerda la
playa de la concha”
“Si claro, la
concha. Anda anda. En la concha no hay cocodrilos. Hala venga, vamos de aquí
que aun vamos a tener un disgusto”
Uno de los
chicos del hotel se acercó mientras duraba la conversación rogándonos que nos
retirásemos, que la cosa era seria. Que había habido casos de personas
arrastradas al lago y devoradas por estos simpáticos animales.
Pues eso, que
hay que hacer caso de los carteles, no aceptar caramelos y no subir a coches de
desconocidos. Si ya lo decían nuestras madres.
Y hablando de
bichos. Siempre me ha parecido entre ingenuo y estúpido atribuir cualidades
humanas a los animales, que si “león fiero” o “toro bravo” y “elefante cabezón”
o…. los animales son eso, animales. Luego eso degenera en animales buenos y
malos. Y en animales favoritos y odiados. No sé por qué, el león, el elefante y
el toro son siempre favoritos.
Dicen que tu
animal favorito define tu carácter. Yo creo que no es así; mis animalitos
favoritos son la hiena, el cuervo vulgar, la boa constrictor, la tarántula
peluda y el facocero verrugoso. Y creo que no me retratan ¿o sí, amigüitos?
Dejadme vuestras opiniones andaaaaaa (si es que soy encantador).
Os dejo unas
foticos de los simpáticos vecinos que teníamos.
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