Hoy hace setenta años que el fruto de la investigación de cientos de los mejores científicos de la época consiguiera que el cielo estallara sobre Hiroshima. Casi cien mil personas murieron instantáneamente y otras decenas de miles en los años siguientes victimas de las quemaduras y de la leucemia. Mucho se ha hablado y escrito acerca de lo necesario o no de este acto; yo no se que hubiera hecho de ser el responsable de mandar hacerlo, pero lo cierto es que Japón era aun un país fuerte y que su conquista, tras lo visto en la guerra del Pacífico, iba a ser una sangría. Lo que se vivió en el mundo en los años treinta y cuarenta fue un infierno en la tierra. Fue el triunfo de la maldad encarnada en personajes como Hitler, Musolini o Stalin. O como Hiro Hito, el emperador de Japón. Y todo ello aplaudido y consagrado por las masas aborregadas. Hiroshima y Nagasaki fueron el culmen y el final de esa locura
Lo cierto es que el lanzamiento de estas dos bombas aceleró el final de la guerra con un coste de unas doscientas setenta y cinco mil vidas
Esta es la historia de una de esas vidas, de una niña llamada Sadako Sasaki.
Sadako vivía a un kilómetro y medio de la zona cero, donde se produjo la explosión; pero sobrevivió a dicho infierno. Tenía dos años en esos momentos.
Nueve años después, mientras estaba jugando con sus amigos, Sadako se sintió mal y cayó al suelo. El médico que la atendió conocía aquellos síntomas y pronto le diagnosticaron un cáncer líquido, una leucemia. Le llamaban la enfermedad de la bomba
Otra niña, amiga de Sadako, le narró una leyenda japonesa en la que se cuenta que a la persona que hiciera mil grullas de papel los dioses le concederían un deseo. Y ni corta ni perezosa su amiga le enseñó a hacer una grulla de papel y se la regaló diciendo
"Esta es la primera". La niña la había hecho utilizando papel dorado
Sadako se puso con sus grullas. Quería llegar a las mil y pedir lo que más ansiaba, curarse. Un día en el hospital encontró a otro niño con la misma dolencia. Sadako le contó lo de las grullas y le propuso que se pusiera a la tarea, para poder pedir un deseo y curarse él también.
El solo le contestó
"Esta noche voy a morir". Esa noche, el niño murió
Sadako aún se afanó más con su tarea de las grullas. Las hacía perfectas, utilizando cualquier papel que cayera en sus manos, fundamentalmente los envoltorios de sus medicinas. Ahora el deseo de Sadako no era solo curarse ella, Sadako quería hacer las mil grullas para que todos los niños que padecía su misma enfermedad se curasen
Sadako murió tras plegar su grulla número seiscientos cuarenta y cuatro. Sus compañeros de clase llegaron a completar la tarea
En Hiroshima hay un monumento a la paz, una niña sujeta una grulla dorada. Es el legado de Sadako
No hay comentarios:
Publicar un comentario