El otro día vino en el periódico un noticia cuando menos curiosa; que se iba a extremar la vigilancia por parte del comité anti violencia deportiva en los partidos de juveniles, cadetes e infantiles. Pero no por que el nivel de juego duro hubiera subido en el campo, si no por la riqueza lingüística que muestran los padres de los futbolistas.
Vamos, que van una cuadrilla de cafres a los partidos que para qué y que los que crean los problemas no son los chavales si no los padres de los chavales
Comentando esto salió el otro día una anécdota muy salada, y encima quien lo contó tiene gracia para esto. Yo he sido siempre un madero y un matado para cualquier deporte que conlleve bola, sea fútbol, baloncesto, balonmano o tenis, así que mi participación en equipos juveniles ha sido igual a cero. Y una cosa que comentaron mis amigos es que sus padres no iban a verlos jugar, por lo menos con la asiduidad que lo hacen ahora. Ahora cualquier padre se piensa que tiene un futuro Izco en el libro de familia
Pues eso. Lo que ocurrió hace treinta años. Por cierto, me encanta la palabra esa tan de Peralta Monumental, la de "probico". Un probico es un pobre digno de lástima y de compasión, eso es un probico
El equipo de juveniles del Azkoyen va a Tierra Estella a un partido contra el equipo que patrocinaba al equipo de Estella, "Editorial Salvat". Un equipo potente, correoso y fuerte. En teoría y en la práctica "más buenos" que los de Peralta Monumental. Y así ocurrió
Primero un día de lluvia y el terreno en condiciones lamentables de barro. Luego viento y lluvia. Luego les dieron una paliza a jugar a fútbol a los nuestros, les metieron un saco de goles. No contentos con eso, los pusieron a patadas, empujones y golpes morados. El portero, que es quien me contó la historia, me dijo que a él le dieron primero un balonazo en las pelotas y luego una patada en el mismo lado.
Vamos, que los dejaron para el arrastre en todos los aspectos
Editorial Salvat tenía por costumbre hacer un pequeño regalo al equipo visitante; ese regalo consistía en un libro.
Y como colofón al palizón, el regalo fue un libro de León Tolstoi. Se titulaba "Pobres gentes"
"Cagüen la puta con el libro. Güendiassss, güendiasss, semejante paliza que nos dieron, una patada en los huevos, un balonazo en el mismo lado, todo el partido arrastrado por el barro y encima eso. Para postre el libro ese. Es que vamos. Pobres gentes, pobres gentes....."
Era para verlo. Han pasado treinta años y aún tiene la herida sangrante. Pobres gentes
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