Poco a poco va calando en nuestra sociedad primermundista la necesidad de acabar con la violencia que algunos animales ejercen contra sus parejas. Digo en nuestra sociedad, por que lo que es en el resto del mundo, la cosa va para largo. Viajas a cualquier país tercermundista y ves que la mujer vale menos que el burro que tienen atado a la cerca de la vivienda; literal. He visto situaciones tanto en África como en Asia como en Sudamérica que ponen los pelos de punta. Como os digo, fuera del primer mundo la mujer no cuenta ni vale nada
Afortunadamente la sociedad va cambiando y lo hace a mejor y más justa. La velocidad de cambio nos puede parecer lenta, pero no hay más que echar la vista atrás cincuenta años y darnos cuenta de que en España una mujer entonces necesitaba permiso paterno o de su marido para abrir una triste cuenta bancaria o viajar.
Esta es la historia de un hombre que se preocupó por las mujeres y por su salud. La historia de un buen hombre. La historia de Ignac Semmelweis.
Ignac empezó los estudios de derecho hacia 1830, pero pronto los dejó y orientó su vida hacia la medicina. Era una persona inquieta y con una buena formación no solo en medicina si no también en matemáticas. Muy joven se doctoró en obstetricia, o sea, especialista en atención a la mujer.
Ignac se percató de que en su quirófano, en su sala de partos, el porcentaje de mujeres que fallecían de fiebres tras el parto era muchísimo más alto que en la sala contigua, donde daban a luz las mujeres más pobres y que en vez de ser atendidas por médicos lo eran por parteras. Una contradicción, morían más las mujeres de alto poder adquisitivo que las más pobres. Esto hizo que Ignac se rascara la cabeza y, como buen científico, empezara a recopilar datos. Y ordenar estos datos y empezar a tirar de estadística.
Llegó a la conclusión de que había "algo" que infectaba a las mujeres, ese "algo" estaba en su quirófano pero en la sala contigua no. Pensó que ese algo era ellos mismos, los médicos. Tras seguir con la estadística se fijó en que cuando los partos eran atendidos por estudiantes que previamente habían diseccionado cadáveres, el nivel de muerte aumentaba exponencialmente. Y el bueno de Ignac pensó que había una "materia contaminada" que pasaba de los cadáveres a las parturientas en las manos de los médicos
Ignac tomó la determinación de hacer algo tan obvio a nuestros ojos como obligar a desinfectarse las manos antes de entrar a quirófano. Y ohhhh milagro, el nivel de fallecimientos casi bajó a cero (deciros que había temporadas en que los fallecimientos llegaban el 60% de mujeres, cifra que pone los pelos de punta)
Dentro de la rígida y empingorotada sociedad médica aquello cayó como un insulto. Ignac, un joven y encima extranjero, dudaba de la la higiene de ellos y pretendía nada menos que obligarles a lavase las manos. Ni que decir que empezó un movimiento de crítica contra él y que eso no paró hasta que consiguieron echarlo del hospital
El pobre Ignac fue a la calle. Y meses más tarde un amigo suyo reconoció en un mendigo que tenía el brazo y una pierna rota a Ignac. Este hombre lo ayudó y consiguió que lo admitieran en otro hospital, pero su salud mental ya estaba muy mermada. Siguió con su estadística y consiguió que todos los que participaran en tareas de quirófano se desinfectaran antes, pero como os digo, su mente ya rozaba la esquizofrenia y la locura.
Fue internado en un siquiátrico, o sea, un manicomio.
Tuvo un momento de lucidez y huyó del manicomio. Y lo que hizo fue dirigirse a la universidad de medicina y allí tomó un bisturí, rajó un cadáver putrefacto y tras esto se inflingió a sí mismo una herida. Se autoinfectó para probar su teoría.
Ignac enfermó de gangrena y murió tres semanas después. Pocos años después Koch descubrió los microbios y la microbiología
El hospital general de Viena tiene a su entrada una estatua en su honor. La placa reza simplemente "El salvador de madres"
Otro ejemplo de una persona incomprendida y tratada injustamente por una sociedad cerril y clasista.
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