Iñaki Urdangarín
no está contento. Toda la opinión pública española en su contra. No puede ni
salir a la calle con tranquilidad. Realmente le importa poco lo que piensen de
él, está curado de espanto, pero el no sentirse adulado y reverenciado le
molesta, y mucho. Pero en su interior está tranquilo, sabe positivamente que
jamás la justicia obrará contra él. El sistema lo protegerá
I.U se ha dirigido al BM a comprar algunas cosas que
necesita en su casa. Aparca su golf (lo utiliza para pasar desapercibido) al
lado de una vieja DKV. Cuando va a
franquear la entrada, un mendigo se dirige a él
“Por favor
señor, tengo hambre. Sólo le pido que me saque unos paquetes de arroz, del más
barato que encuentre”
I.U. contempla
al pordiosero y además lo huele. Se fija en la piorrea que adorna sus dientes,
en los pelillos que asoman de las orejas, en las cejas que no son cejas, que es
ceja en singular. Todo ello debajo de una boina grasienta y abrigado con un
viejo tres cuartos del ejército de los años cincuenta. Cuando el mendigo le ha
hablado, la halitosis estomacal mezclada con un aroma a berza fermentada y a clarete
barato ha provocado espasmos en el delicado ánimo de I.U.
Pero se ha
dirigido a él con corrección, humildad e incluso servilismo. I.U. se siente
halagado.
“Ahora te saco
el arroz”
“Dios se lo
pague caballero”
I.U. compra seis paquetes de arroz sos, los
mete en una bolsa y hace el resto de su compra. Abona el importe y a la salida
entrega al indigente el paquete. Este lo abraza y a I.U. le entran arcadas
cuando el mendigo alza los brazos y una añeja peste revenida sobaquil alcanza
su pituitaria.
“Muchas gracias.
Es usted una buena persona”
El mendigo se
limpia los mocos con el dorso de la palma y da la mano a I.U. como muestra de
agradecimiento. I.U. se muere literalmente de asco.
I.U vuelve a su
casa. Mañana ha quedado con Pedro Salazar Ibiricu, el magnate de las
achicorias, para intentar obtener algo de dinero contante y sonante.
Al día
siguiente, durante la reunión, Salazar necesita que I.U. cruce una serie de
datos con su secretaria. Pedro entrega su móvil a I.U
“No utilizo
móviles. Mera seguridad Pedro”
“No te preocupes.
Está encriptado y funciona sólo a través de mi propia red de satélites. No hay
escuchas. Salgo a tu jardín un momento para que hables tranquilo”
Finaliza la
reunión con una suculenta inyección de liquidez en las cuentas de I.U.
“Tú sí que eres
un amigo, Pedro, no como todos esos que ahora me vuelven la cara”
“Aún no lo sabes
bien Iñaki”
Al día siguiente
una patrulla de la Guardia Civil en un control rutinario detiene el golf de
I.U. y procede a registrarlo.
“Abra el
maletero”
“Como usted
diga”
“¿Pero qué es
esto?”
“¿Qué ocurre?”
“Seis kilos de
coca que parece pura metido en unos paquetes de arroz sos y dentro de una bolsa
del BM”
“Eso no es mío”
“Lo aclararemos.
Está detenido”
En el momento
que lo meten en el coche patrulla, una vieja DKV pasa al lado y toca el claxon
“Pi piripipi,
pi, pi.”
I.U. ve al
mendigo con boina al volante
El laboratorio
demuestra que las huellas de I.U. están en los paquetes de arroz. Suficiente
para incriminarlo. El caso de la estafa pasa a un segundo plano y quince años
de condena por tráfico de drogas es la sentencia. Ni siquiera el bufete de
Salazar puede evitar el trullo.
“Ese puto
mendigo me tendió una trampaaaaaa. Soy inocenteeeee”
“Si hombre, si.
Eso dicen todos. Encima de tramposo, narco y mentiroso. Habrase visto”
Y el funcionario
de prisiones cierra la puerta de la celda con un sonoro BLAMMM. Quince años.
Salazar está
reclinado en su sillón en el piso trece de su acristalado edificio. Su
secretaria le lee la agenda diaria. Son muchos años juntos y no son jefe y
empleada, son compañeros
“Se está
volviendo usted blando señor Salazar. Lo ha perdonado”
“No señorita
Green. Lo he castigado. Lo que él hizo tiene remedio, es sólo dinero”
“Metió los
paquetes con la coca en el maletero de su golf mientras I.U. hablaba conmigo”
“Así es. Lo que
un hombre cierra, otro siempre lo puede abrir”
“¿Y todos los
fondos que robó?”
“Mañana recibirá
la audiencia nacional un mail de un conocido banco en las Islas Caimán. El presidente
se ha vuelto muy colaborador cuando le sugerí que lo hiciese si no quería que
yo retirara mi patrimonio. El dinero retornará”
“Cada vez me sorprende mas señor Salazar”
“De eso vivo señorita, de eso vivo”
“¿Y el señor Urdangarín”
“Que tenga cuidado en la ducha”
Mañana es el Roc en el río
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