Ayer enterraron
a un hombre bueno, a mi tío el Oscar, el carpintero. Ha muerto tres años y un
día después que mi padre. Suena como una condena. Para mi padre hubo un año de
padecimientos antes de morir. El Oscar en poco más de un mes se ha ido. Y los
dos han muerto de una forma parecida. Ambos fueron grandes amigos.
Siempre recuerdo
con cariño las tardes que pasaba con mis primicos jugando en el taller viejo
que tenían en el paseo Oscar y Gadea. En esa zona estaba el taller de mis tíos
los carpinteros, el de Daniel el lucero, el taller del Rinchi, el del señorito
Antonio, el del Churri, el del Abel y las cesterías. Fue el primer polígono
industrial de Peralta. Incluso tenían club social, el paseo viejo, que era
donde se juntaban a almorzar.
Esas calles eran
una zona mágica para los críos de mi edad. Allí siempre pasaban cosas.
Tanto los hijos
del Oscar como yo tuvimos el privilegio de trabajar con nuestro padre. El Oscar
tenía su carácter. Alguna vez que iba yo a encargarle algo al taller y siempre
lo hacía después de la hora del almuerzo. A partir de esa hora estaba un poco
más tratable. Y siempre hablaba con él de cualquier cosa cinco o diez minutos
para calibrarle el humor y en función de cómo tuviera la escala de vinagre le
encargaba el trabajo o me iba sin hacerlo y volvía más tarde. Era fácil tratarlo
cuando lo conocías
Cuando volví a
entrar a esa bajera que fue el taller años después me sorprendió por sus
dimensiones. Tenía yo en mis recuerdos infantiles la idea de que aquello era
enorme y me encontré con un pequeño taller de escasos cuarenta metros. Cuando
somos peques todo lo medimos con nuestro metro infantil que tiene más de cien
centímetros y con nuestro reloj de más de veinticuatro horas. Todo nos parece
mayor y todo dura más cuando somos pequeños
Cuando crecemos
apreciamos las cosas en su verdadera magnitud. Los años nos dan esa distancia y
esa serenidad para calibrar mejor todo. Y también criterio para evaluar a las
personas y calificarlas dentro de nuestra particular, injusta y personal escala
de bondad-maldad. Esa escala es de cada cual. Propia, intransferible y única
Pero a veces los
criterios de todos convergen y coinciden en ciertos juicios y creo que con mi
tío el Oscar todos los que lo tratamos coincidimos en qué era.
Un hombre bueno.
Adiós tío Oscar.
Buen fin de
semana amigos.
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