Es que como se suele decir, el que vive a todo llega, servidor también. Esto me ocurrió hace unos años y son cosas de las que le levantan el ego a uno. Que carajo, como hay confianza entre los amigüitos se puede contar
Era la época en la que andábamos con mi buen padre para arriba y para abajo, en la que la enfermedad que acabó con él todavía no había alcanzado el grado de virulencia. Cuando le tocaban las sesiones de quimio cogíamos con él uno u otro de los hermanos y con mi madre, pues tira para Pamplona. Era cuando ya estaba construido el mega parking que se hizo en la plaza esa bautizada con el florido nombre de "protomedicato". Que hace falta narices para ponerle en nombrecito de marras
La maniobra era sencilla. Entraba con el coche hasta la puerta del hospital, paraba un segundo y bajaba a ayudar a mis padres a salir del coche. Bueno, del coche de mis cuñados, que esto de ir de chulico con un deportivo por la vida tiene lo que tiene, que cuando necesitas llevar a personas mayores tienes que recurrir al coche cuñadil para evitar ser desheredado. Es que no veas la única vez que los monté en el mío la que liaron para bajarse.
Mientras ellos subían a la planta de oncología yo me iba a aparcar al protomedicato, dejaba el auto cuñadil en su sitio y volvía al hospital a acompañar a mis padres como un buen hijo debe hacer.
Pues en eso estaba uno de los días cuando al llegar a la puerta del hospital un coche similar la deportivo mío para al lado de la puerta. Y veo que se abre la puerta esa que mide cerca de una robada y una señora ya entrada en años intenta bajar.
Aprecio el esfuerzo de la señora y como no debe ser menos y siguiendo las enseñanzas que mis mayores a coscorrones me metieron, me dirijo a ayudar a la citada dama.
Evidentemente si hay que ir al hospital, hay que ir arreglado. "Mudadico" que decimos en la ribera. Así que ese día iba disfrazado de persona y había dejado mi aspecto asilvestrado en Peralta Monumental. Bien afeitado, duchado por la mañana y posiblemente hasta colonia y desodorante me había aplicado. De hecho me había mirado en el espejo antes de salir de casa y creo que me ofrecí a mí mismo un aspecto de lo más pasable. Bueno, incluso de notable me atrevo a decir
Tras el inciso, sigo narrando el hecho
Me aproximo al coche, sujeto la puerta del deportivo y ayudo con todo el cuidado del mundo a la señora a salir del vehículo y a alzarse. Como le costaba andar (algo de cadera supongo), le ofrezco mi viril brazo (todavía no hacía crosstrain, pero bueno, uno puede presumir de bíceps) y me dispongo a acompañarla hasta la puerta.
"No se preocupe, que yo la ayudo"
La verdad es que la mujer se vio tan contenta del apoyo. Y ya llegando a la puerta me dirigí de nuevo a ella
"¿Va usted cómoda?"
Y mirándome directamente a los ojos me espetó
"Majo, igual me daba no soltarme en lo que me queda de vida"
Oye, que como os digo la buena señora me alegró el día. Y mi ego, que de normal está de los más subido, aquel día acabó en el ático.
Es que cuando una señora mayor te dice eso, es como para sacar pecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario