Este año he celebrado mis treinta años como viajero. Ya son años y son muchas las experiencias atesoradas. Casi todos los viajes los he echo en compañía de amigos o familia, pero estos últimos ya los hago solo. Entended como solo que salgo solo de mi casa y en aeropuerto-estación o lo que toque me uno a un grupo de desconocidos.
Evidentemente viajar con tus seres queridos es muy enriquecedor y positivo. Pero tiene una pega. Siguen las mismas conversaciones y los mismos pensamientos compartidos que puedas tener a lo largo de la "vida normal". Pero viajar "solo" con ese grupo de "desconocidos" es una experiencia que puede ser de las mas enriquecedoras que puedas tener. Además de viajar es una "limpieza mental".
El proceso que vives es siempre el mismo. Al principio del viaje empiezan a aparecer los "rostros". Son las personas con las que te va a tocar compartir asiento durante todo el viaje. Normalmente esos "rostros" aparecen en el destino final. Pero este año, voto a bríos, fue diferente. Sabíamos que éramos un grupito pequeño, de siete personas solamente. Y en el aeropuerto de enlace, en Addis Abeba, como por encanto y por casualidad coincidimos todos en el mismo rincón
Allá estaba yo, con mi eterna cara de despistado, cuando me fijé en dos amigas muy formales sentadas en esas sillas de plásticucho barato de aeropuerto. Gema y Claudia pusieron los primeros rostros del viaje. Un poco a mi derecha otra chica con un pedazo mochila como un demonio de grande. Noemí, la mujer que había elegido como primer destino africano Madagascar, fue el tercer rostro en mi viaje.
Segundos después algo cruzó a toda velocidad por el pasillo de la sala de espera del aeropuerto. Era una mancha de color naranja que no paraba quieta. Cuando por fin se detuvo apareció el rostro de Edu. Edu era el cuarto rostro del viaje
Y muy cerca de nosotros Jaime y Maribel, el matrimonio. Eran el quinto y sexto rostro del viaje.
Pronto se estableció una conversación que en pocos minutos pasó de lo intrascendente a algo animado. El grupo se estaba gestando y el buen rollo se palpaba. En ese momento solté un respingo de tranquilidad. En ese momento supe que el viaje iba a ser un gran viaje
Llegamos al aeropuerto de Tana, la capital. Fui yo el primero en salir de la zona internacional y recoger la bolsa de viaje. Crucé a la salida y allá estaba el rostro de Yoli, la que fue mi guía el año pasado y que este año ya era mi amiga. Era el séptimo rostro. Un malgache me seguía a pocos centímetros intentando portear mi equipaje a cambio de una propina. Yoli, con su eterna sonrisa, soltó una risotada al tiempo que me decía
"Que no te líen Jesús"
Con ella estaba Marta, otra guía que nos iba a acompañar en la primera etapa del viaje. El octavo rostro de nuestro grupo
Siguió el ritual habitual. El montarnos en el bus e ir al hotel. El ir por los arrabales de Tana contemplando ese caos y ese desorden deseando de llegar al hotel a pegarte una ducha. Mi rostro era el noveno del viaje
Al día siguiente apareció Frisco, nuestro guía local. Él fue el décimo rostro del viaje. Y ese día empezamos a viajar.
A lo largo de todas esas semanas van apareciendo nuevas caras, pero ya "no forman parte del grupo". Son los conductores, los guías de la zona, los piragüistas..... son rostros, pero no son "compañeros"
Van pasando los días y en un grupo tan pequeño pronto todo el mundo intima. Es curioso comprobar como une el sudar juntos, el remar juntos o el cargar con peso juntos. A una persona que has conocido hace escasos días ya la tratas como si fuera un amigo de toda la vida. Es lo que tiene viajar.
Pero un día ocurre algo que te sacude por dentro. Uno del grupo, en este caso Marta, la segunda guía, se tiene que ir por que se incorpora a su trabajo. De repente el rostro de Marta desaparece, ves su espalda cuando se marcha y..... Marta ya no está
El viaje siguió adelante. La última parte era de navegación en un barco, y en esa fase no era necesario los servicios de Frisco, nuestro guía local. Así que cuando quedaban cinco días de viaje dejamos de ver el rostro de Frisco, vimos su espalda y Frisco desapareció. Yo veía siete rostros y en mi memoria ya había dos espaldas
El último día del viaje Yoli nos acompañó al aeropuerto. Entró con nosotros al hall y allá nos dijo
"Bueno, hasta aquí puedo llegar yo. Ahí ya no puedo pasar"
Nos abrazamos a ella, nos dimos "el abrazo del oso", intercambiamos risas y palabras y..... Yoli se dio la vuelta y se marchó. Todos vimos su espalda cuando abandonaba el aeropuerto
Los vuelos fueron tranquilos. Llegamos a Barajas y allá Claudia, Noe, Jaime y Maribel tenían que coger un enlace a Barcelona. En la sala internacional nos abrazamos y ellos subieron la escalera que conduce al puente aéreo. Fue la espalda de Jaime, el hombre grande, la última que vi en esa escalera
Me quedaban dos rostros, el de Gema y el de Edu.
Fuimos a recoger los equipajes. Nos cambiaron la cinta de entrega. Llegaron todas las maletas, eras las seis y poco de la mañana. Gema, la chica de Madrid amante de los baobabs, se despidió de nosotros tras el abrazo de oso preceptivo. Su espalda saliendo del aeropuerto a buscar un taxi es la última imagen que tengo de ella
Ya solo tenía un rostro.
Edu y yo teníamos unas horas por delante. El cogía su vuelo hacia las tres de la tarde. Yo mi tren a esa hora mas o menos. Cogimos un cercanías y pusimos rumbo a Atocha. Edu había facturado su equipaje ya. Yo dejé mis cosas en consigna en Atocha. Y nos fuimos a dar una vuelta por Madrid. Tras un copioso desayuno y las fotos de rigor para tocar las narices a los del grupo iniciamos un paseo por el Madrid de los Austrias. Allá estuvimos media mañana vagabundeando a ritmo africano. Paseo por Sol, por la Plaza Mayor, por los mercados....... y a eso de las once nos encaminamos de nuevo a Atocha. Paramos en una cervecería. Pedimos un par de cañas y un par de tapas. Respetando cada uno el silencio del otro, como hacen los hombres de palillo al morro, alargamos el trago todo lo que pudimos.
Allá estaba yo, que soy capaz de beberme un pantano de cerveza de un trago, intentando que esa caña durara unos minutos mas.
Y nos encaminamos a la estación
Nuevo abrazo de oso. Este fue diferente, era el último de los rostros que me habían acompañado a lo largo de veintiséis días. Nos dimos las espalda y Edu se fue hacia cercanías y yo hacia la estación de AVE. La espalda de Edu fue la última que vi del grupo
Tenía un rato hasta embarcar. Saqué el móvil y me puse a ver noticias. Loquillo va ha hacer su gira por los cuarenta años en la carretera. Y como no, me vino a la cabeza la canción de hoy, la de "Cruzando el paraíso". Y no pude menos que emocionarme
Estos veintiséis días yo he cruzado el paraíso. En compañía de nueve personas inmejorables he vivido momento inolvidables. He remado con ellos. He sudado con ellos. Les han picado los mosquitos y han tenido diarreas (a servidor esas cosas no le pasan). Hemos tragado polvo por la nacional cinco, todo el polvo del mundo. Hemos buceado juntos. Hemos navegado. Hemos visitado poblados. Hemos sacado nuestros botiquines para curar a personas que lo necesitaban
Decenas y decenas de buenos recuerdos se me amontonaron en la cabeza mientras a mi mente venía la letra de "Cruzando el paraíso"
"Es tan fácil dar, sin pensar en uno mismo
vayas a donde vayas, encontrarás espejismos
somos tan iguales, y a la vista tan distintos
yo bajando a los infiernos y tu cruzando el paraíso
para ti la vida que te lleva, para mi la vida que me quema....."
Era una mañana brumosa y de calor en Madrid. Volví a salir a la calle Atocha. Había una manifa de no sé qué. La verdad es que me importaba poco. Los nueve rostros que me habían acompañado a lo largo de esos veintiséis días se habían convertido en nueve espaldas
Y eso no era justo. Eso no es lo que yo quería. Pudiendo evitarlo, no quiero ya mas espaldas en mi vida. Un viaje debe ser como visitar un museo. Te tiene que transformar un poco. Y yo de este viaje de África he vuelto "un poco cambiado". Ya vale de espaldas
Y en la puerta de la estación de Atocha juré por Manitú que no. Que ese viaje no iba a acabar en espaldas. Que esas espaldas se van a dar la vuelta y que voy a volver a ver los rostros de las personas con las que tuve el honor de compartir un mes de mi vida.
Es fácil que un viaje vaya bien amigos. Basta con estar un poco mas pendiente de los demás que de uno mismo. Y todos los que remamos por el río Manambolo tuvimos la misma filosofía, todos dimos mas de nosotros de lo que esperábamos de los demás.
Así que por todos lo dioses paganos juro que nos volveremos a ver. Puede que sea difícil coincidir los nueve; pero de uno en uno, de tres en tres o como sea, esas espaldas volverán a ser rostros
Normalmente tras un viaje todo el mundo dice "volveremos a vernos". Pero esta vez va a ser mi misión, la del jefe de seguridad del grupo, que eso sea así.
Ha sido un placer compartir con ustedes este mes. Lo de ustedes me lo ha pegado el puto canario.
Abrazos de oso para todos, amigos.
Grandes palabras amigo, esas espaldas volverán a convertirse en rostros, no te quepa duda....
ResponderEliminarAbrazo de oso!