Música de hoy, "Dogs", de Pink Floyd. Joder, como se ponían de consumir en esa época. Os cuento una historia con final feliz
Hoy os voy a hacer el día mas llevadero, os voy a contar una historia con final feliz. Es la historia de la amistad entre un perro y un hombre que tuvo que ser soldado, el australiano James Moody, Jim para los amigos pero tu puedes llamarme Jimmy
Pues resulta que Jimmy estaba en Egipto haciendo la guerra en ese segundo gran follón de mitades del siglo pasado. Que sepáis que la Primera Guerra Mundial se llamó "la Gran Guerra". Como después vino la segunda que mejoró lo primero, pues algún listo decidió empezar a numerarlas, por esto del orden.
Como os digo el bueno de Jimmy estaba en su campamento en el desierto Egipcio cuando se encontró un cachorro de terrier bastante sucio, famélico y pachucho. Jimmy era un tipo de buen corazón, así que le dio al perrito algo de comida. Sucedió lo evidente, que el perro no se despegó de Jim. Así que lo siguió a Jimmy al campamento.
Dicen que las guerras sacan lo mejor y lo peor del ser humano. Así pues el resto de la tropa adoptó al perro como mascota de la compañía. Alimentaban al animalito, lo cuidaban y viajaba con ellos; lo bautizaron con el bonito nombre de "Horrie". El perro, listo como solo lo puede ser un perro vagabundo, tenía un oído excepcional. Tanto que "oía" los aviones antes que los soldados. Como Horrie había aprendido que tras el ruido de los aviones venían las bombas, nada mas oír el sonido del motor de un avión se ponía a ladrar, poniendo en alerta a todo el campamento y ganando unos segundo preciosos de tiempo a la hora de ponerse a salvo.
Hombre, os podéis imaginar que Horrie no distinguía entre aviones propios o extraños, pero si estas metido en una trinchera como que te da igual que la mitad de las veces sean los tuyos con tal de que la otra mitad salves el pellejo
Horrie aprendió a hacer de correo entre los oficiales. Llevaba los comunicados del frente de trincheras a segunda fila. Listo como un demonio
Total que se ganó los galones de cabo. Los soldados le hicieron su uniforme perruno y le cosieron dichos galones en al hombrera.
Horrie tenía suerte. Hasta se salvó en un naufragio cuando el destructor que transportaba las tropas de Egipto a Creta fue hundido. Y era tan buena la labor que hacía como "correo" que llegó a desfilar con las tropas al lado de los mandos del batallón
Llegó un momento en que las tropas fueron replegadas de nuevo a Australia. Y eso era un problema, no sé si sabéis que está prohibido introducir en Australia cualquier planta o...... animal. Pero Jim no se arredró. Hizo un saco y entre el y sus compañeros consiguieron meter a Horrie en Australia. Se habían salvado
La historia llegó tres años después a oídos de un periodista, que escribió una crónica que tituló "Horrie, the wog dog" (Horrie, el perro inmigrante). La historia gustó en Australia, pero...... un funcionario de aduanas también la leyó. Y decidió aplicar el reglamento. Horrie fue reclamado para ser sacrificado en aplicación el artículo cual párrafo pascual. Jim se escandalizó, habían pasado tres años y ya no había peligro alguno de contagio. Y hasta un veterinario expidió un certificado de que no había peligro.
Pero el funcionario de turno siguió y siguió. Y al final Jim tuvo que entregar a Horrie al estado.
Horrie fue sacrificado de un disparo en la cabeza e incinerado
"¿Te has quedado bien Vallacuero?¿Este es el final feliz?"
Tranquila voz en off. Os podéis imaginar que el bueno de Jim, superviviente de mil batallas y soldado avezado tenía muchos recursos. En 2.003 los hijos de Jim confesaron que su padre entregó a otro perro que lo había comprado a un vagabundo. El pobre sustituto fue el que acabó sacrificado, pero Horrie vivió el resto de sus días en paz y tranquilo. La foto que encabeza esto es de Horrie y Jim, a lomos de un camello en Egipto
Un final feliz...... a medias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario