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Música

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miércoles, 8 de julio de 2015

¡¡¡¡COMO HEMOS CAMBIADO!!!!!

Música de hoy, Presuntos Implicados "Como hemos cambiado"





El otro día caí por una obra a la hora del almuerzo. Como no es plan de tocar las narices a la gente en su ratito de descanso, me quedé un rato con ellos esperando a que acabaran. Gente trabajadora y joven componía el grupo.

Hablaban de un campeonato de paddle en el que habían participado, otro de la extrem bardenas y otro de un concierto al que había ido el fin de semana. El almuerzo de casi todos era fruta y acuarius. Iban uniformados por igual, con botas de seguridad, el casco a un lado y el chaleco. Me entraron ganas de hacer pis y me dirigí a la caseta. Unos servicios bastante limpios y que cumplían con la labor encomendada

Rememoré mis años de mocedad, cuando un albañil se trasegaba una botella de vino por la mañana y otra por la tarde, en el almuerzo se hablaba poco o nada, el único deporte que se practicaba era bajar a ver al Azkoyen, iban con alpargatas y ponerse casco era de maricones. El almuerzo era fuagras mina, sardinas o un cacho magra y el bote de guindillas en mitad del corro. Vamos, nada que ver

Ahhhh, y el váter el váter

No había váter

Recuerdo una obra en la que me tocó trabajar en verano. Estaba en el campo, era una nave agrícola. Y al lado de la nave había un maizal. No voy a dar mas datos que sois muy listos y en seguida lo vais a pillar. Pues bueno, uno de mis compañeros tenía la sana costumbre de proceder a aliviar su tracto intestinal a las tres y cuarto en punto de la tarde. La verdad es que el hombre procedía con celeridad en tan personal acción.

Así que todos los días a las tres y catorce minutos se dirigía al pequeño maizal, se ausentaba tres minutos y volvía con una cara de satisfacción que daba gusto verlo.

No era el único elemento semoviente que utilizaba la grata sombra del maizal para aliviar sus entrañas. Otro, que no era de tan rígidas costumbres, un par de mañanas a la semana también precedía a tan humana tarea. O sea que tenemos una media de siete pedujos por semana. Yo estuve cuatro meses, menos quince días de vacaciones. Y la obra en total duró seis meses, menos esos quince días que os digo. Vamos, veinticuatro semanas. Veinticuatro por siete son ciento sesenta y ocho defecaciones. Unos 33 kilos de caca humana esparcida. Todo esto en un trozo de unos quince por quince metros

Y encima ese maizal era pequeñito, de los que no entraba la cosechadora y había que coger la maíz a mano.

Cuenta la leyenda que los pecados, gritos, blasfemias y juramentos que profería el dueño de tan lustroso maizal se oían desde Peralta, que estaba a unos tres kilómetros. El ofendido propietario reclamaba a los albañiles que entraran ellos a coger las mazorcas, que no quedaba sitio sin abonar en la finca.

Y los albañiles, haciendo grado de su altanería, tronío y señorío negaron por lo más sagrado que tuvieran nada que ver con el campo de minas en el que se había convertido el terruño.

Como hemos cambiado. Hasta los albañiles ya no son lo que eran

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