Hay una cosa que nos corrompe a los viajeros
españoles. La propina. La razón fundamental que se esgrime por ahí es que
tradicionalmente la propina en España no es habitual y por ello nos cuesta
entender esta costumbre. Yo tengo mi teoría propia, y es que somos una
cuadrilla de peseteros.
En cuanto sales fuera de nuestras fronteras la
propina es algo habitual. Pero no como nosotros la entendemos. En España la
propina es casi misericordia:
“Tenga buen hombre, no se lo gaste todo en vino”
Parafraseando Ortega y a Gasset (dos filósofos que
siempre iban juntos); no es esto, no es esto
Fuera de nuestro terruño lo normal es pagar la mano
de obra aparte. O sea, en la comida el establecimiento te pasa la factura de lo
que te has comido y la persona que te ha servido es un autónomo que su sueldo
es un quince por ciento del valor de tus alimentos.
Y claro, llega el orgulloso español dispuesto a
gastarse la considerable suma de siete euros en comer en un país
tercermundista. Y al no ver satisfechas sus exigencias gastronómicas tras pagar
tan considerable suma, descarga su ira con el pobre autónomo que le ha servido
el yantar
“Vaya mierda hemos comido. Y aún esperarán propina.
Pues van daos. Que se jodan. En cuanto se den media vuelta nos largamos y
pagamos sólo la cuenta. Habrase visto”
Como os digo amigos, pura y dura roñosería.
Y no os digo nada la que se forma en el grupo a la
hora de “la propina del guía”
“Qué cuánto le damos a este”
“Yo creo que con………. ya va bien”
Resulta que estamos hablando de pagar su trabajo a
la persona que se ha desvivido por hacerte feliz la estancia
“Yo ya he pagado a la agencia”
“Que noooo. Que esto es otra cosa. Que es el sueldo
del guía”
“Yo no tengo por qué pagar más”
“Vaaaale. Pero mira que si le damos lo que decís
tocamos a tres euros por persona en quince días. Me parece un poco poco”
“Yo ya he pagado a la agencia”
Y resulta que quien dice esto es el más se titula de solidario, sindicalista y
progresista del grupo.
A mí me encantan estas situaciones que se producen
el final del viaje. Son fantásticas para descargar mi mala leche. Imaginaos un
grupo de quince viajeros que hemos estado doce días por Egipto. Yo suelo
proponer entregar al guía el valor de dos cafés en España por día y viajero.
Café de los caros, de los de un euro u medio. O sea, unos cuarenta euros por
persona. Si somos quince son seiscientos euros sale entre todos. Inmediatamente
sale el que hasta ayer era el sindicalista del grupo
“¡¡¡¡Tú estás loco!!!. Seiscientos euros es el sueldo de dos meses aquí. Y se lo vas a
dar por doce días de trabajo”
“Hombre,
contando que ha estado veinticuatro horas con nosotros durante todas las
vacaciones, que nos lo hemos pasado de puta madre gracias a él, que TE HAS
hecho su amigo, tres euros por día me parece hasta barato”
“¡¡¡¡Tú estás loco!!!. Eso es una barbaridadddddd”
Quien ha dicho eso es la persona que se ha gastado
quinientos euros en baratijas, chochos, chorradas y tontadas que acabarán
inservibles en un armario nada más llegar a casa
Así somos los españoles. Mucho mucho majos, pero una
cuadrilla de roñosos
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