Todos lo que me conocéis sabéis que soy una persona mesurada y equilibrada en mi devenir diario. Para los que no sepáis de mi donosura, paso a describir mi carácter recurriendo a símiles cinematográficos y a personajes conocidos.
Creo que mi forma de ser y comportarme en sociedad viene a ser una mezcla entre Sean Connery y Roger Federer. Vamos, lo que viene a ser un caballero inglés moderno, todo un gentleman. La cordura y el uso justo de la palabra, así como no emitir juicios de valor exentos de sustento es lo que ha marcado el trazado vital que he seguido
En resumen, que si me tuviera que definir a mí mismo me expondría como un ejemplo de cordura y de prudencia lingüística.
Os voy a contar un caso que me acaeció hace décadas, cuando mi ser recorría las aulas universitarias en la gélida ciudad de Burgos
Creo que todos los que habéis sido o sois universitarios sabéis que uno de los lugares más visitados por los estudiantes es la cafetería. El plazo de estancia de un estudiante va desde unos pocos minutos, los suficientes para reponer cafeína, hasta horas, días y semanas. Se han dado casos de estudiantes que han pasado más tiempo en dicha cafetería que en las propias aulas. Y propietarios de dicho establecimiento que han llorado con lágrimas negras cuando dichos estudiantes han finalizado su vida universitaria
Como os digo, la anécdota ocurrió en el bar de la facultad
A media mañana nos dirigimos vamos compañeros a recargar nuestras neuronas a la cafetería. Entre todos iba una compañera de clase, la que se creía ella misma que era el centro de atención de todo ser masculino que poblase los pasillos del edificio. Vamos, una chica que le iba ni que pintada la canción infantil esa de
"Soy la reina de los mares y ustedes lo van a ver. Tiro mi pañuelo al suelo y lo vuelvo a recoger"
Bastante creída la moza, vamos
Mientras reponíamos fuerzas con los cafés y donuts correspondientes se emitieron cuñas publicitarias en televisión. Uno de los anuncios era de Porcelanosa, la marca esa de azulejos. Y salió Isabel Preysler anunciando las baldosas. La verdad es que esta mujer aún es guapa a sus casi setenta años, así que hace treinta estaba que quitaba el hipo. Y hay que reconocerle que se ha sabido buscar la vida, que lista tiene que ser un rato.
Bueno, que estaba la Preysler en la tele con el anuncio de baldosas.
Y en esto, nuestra reina de los mares particular pió por su boquita
"Aingggghh, yo de mayor quiero ser como Isabel"
Unos pocos microsegundos tras acabar su frase, yo, con mi habitual cordura y mesura que me adorna, espeté
"Sí. Pero a ti te pega más anunciar terrazo"
Pues la reina de los mares me miró con ojos entre asesinos y de desprecio infinito. No sé bien por qué. Y no me dirigió la palabra en lo que quedó de carrera. Tampoco sé por qué.
Si es que soy, como os digo, un auténtico gentleman inglés. Todo un Sean Connery y un seductor
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