El abuelo murió de tanto vivir, sin más. Una vida larga y desde que yo tengo recuerdos siempre tengo la imagen de él alegre. Tenía una frase:
"Ya veréis que montón de gente va a venir a mi entierro"
Si de algo creo que estaba orgulloso Benito era de que todo el mundo lo considerara un buen hombre. Y para él lo más era saber el montón de personas de las que era amigo. Pero claro, la vida es como es y los años pasan para todo el mundo. El tiempo fue haciendo mella en Benito y poco a poco se tuvo que quedar más tiempo recluido en casa.
El hombre andaba mal para andar y casi ciego. Y oír estoy convencido que oía lo que le apetecía. Vemos, que tenía un oído selectivo para los imperativos, todo lo que fueran órdenes y sobre todo prohibiciones como que le entraban por una oreja le salían por la otra y por en medio no le hacían mella. Que iba a su aire, como debía ser
Como os digo al final tuvo que renunciar a relacionarse con el mundo como a él le gustaba. Y tenerlo todo el día por casa no era fácil. No es que diera murga ni mucho menos, pero verlo aburrido por el cuarto de estar no era plato de gusto de nadie. Hasta que encontramos la solución. De nuevo la ciencia vino en nuestro auxilio. Bueno, más que la ciencia, la técnica
A Benito le encantaban los toros. Anda que no se recorrieron plazas él y su amigo el Aragonés en aquel Renault 6 propiedad del segundo. Tenían montada toda una industria de venta de planta para sacar su pasta aparte de las pensiones y poderse pagar sus pequeños caprichos. Y como os digo los toros eran uno de ellos. Locos los volvían
Pues un día a mi madre se le ocurrió grabar una corrida que retransmitieron en la tele. Y anda que no cundió. Cuando alguna tarde Benito se ponía especialmente aburrido, salía la frase a relucir
"Hala abuelo, que hoy hay toros en la tele"
Y le poníamos la corrida grabada, que llevaba ya cerca de cincuenta pases. El buen Benito la memoria a corto plazo la tenía ya como la tenía, mas bien dispersa. Y sencillamente no se acordaba de la corrida que había visto el martes anterior y tan tranquilamente la volvía a ver.
Lo mejor era la crítica taurina que hacía
"¿Qué tal la corrida, abuelo?"
"Hoy ha estado de primera"
O.......
"¿Qué tal la corrida, abuelo?"
"Bahhh, no ha valido para nada"
Aquella cinta fue todo un hallazgo. Benito era un hombre entrañable
No hay comentarios:
Publicar un comentario