Música de hoy, la vuelta a España en bici desde el 78 al 89
¡Qué inventen ellos! Frase que parece que dijo Unamuno. Cuando es injusto, no siempre ha sido así y no siempre la inventiva española ha sido ponerle un palo a algo, como lo fue en el caso del chupa chups o la fregona.
Ha habido conjunción de circunstancias que propiciaron el milagro, cosas que de no haberse dado a la vez, algo no hubiera nacido.
Os voy a hablar de un barrio de "los duros". Es el barrio de "La Paz" que hoy se llama Bidebieta, en San Sebastián, entre el casco de siempre de la ciudad y Pasajes de San Juan. Allí se levantaron para "festejar" los veinticinco años de paz doce torres de quince pisos cada una. Doce por cada uno de los apóstoles. Y pisos que fueron entregados y vendidos entre las clases mas humildes de la zona. Todas las ciudades españolas tienen algún barrio así, levantado en los años sesenta para mayor gloria del régimen. Cada uno tiene su idiosincrasia y cada uno tuvo sus problemas. En este en concreto "La Paz" de San Sebastián, la heroína golpeó con especial dureza a finales de los años setenta y durante los años ochenta. Como os digo, era un barrio de gente obrera. Y en el País Vasco esos años fueron chungos chungos, por los mismos motivos que en el resto de España y encima sumales otros como fueron el alto nivel de paro generado por la reconversión industrial
Pero era un barrio animado y con gente peculiar. Aquellos años en España fueron los años de las mobylettes. Esta moto era un cacharro que salía como churros de los talleres de G.A,C, que es el acrónimo de Gárate, Anitúa y Compañía. Era una empresa ya centenaria, que a principio del siglo XX se dedicaba a la manufactura de armas de fuero y que tras la primera guerra mundial cambió su proceso y se pusieron a hacer bicis. Gente con inquietudes los propietarios que vieron en los años sesenta y setenta una oportunidad con la motorización del país. Y dieron con un cacharro que se popularizó, la mobylette. El engendro, un pelín tuneado era este
Tener una mobylette en España era ser algo, y el que no la tenía no era casi nada. Ligabas menos, eras menos con tus amigos y tu mundo era más pequeño. La mobylette te hacía tener todo más cerca.
Fue en este barrio en el que la chavalería llevada por sus ganas y su inventiva se dedicaban a chorizar los manillares y los asientos de las mobylettes para incorporarlos a sus bicis. No tenías una moto, pero tenías algo parecido que iba a pedales. La simple sustitución del manillar y del sillín de tu antigua bici por el de esta moto, hacían que tú fueras otro. Te convertías en el lider de la cuadrilla
Así empezó un mercado de mangar manillares o de recomprarlos en chatarrerías en este barrio de San Sebastian. Y a alguien de GAC se le ocurrió vender las bicis suyas con el manillar y el asiento de las mobylettes. Cosa harto sencilla, ya tenían proveedor y piezas, sólo se trataba de incorporar estas piezas a sus bicicletas. Y así nació la motoretta. Os la presento
Este cacharro fue producto de la imaginación de Jose Luis Miner, un amante, fanático y patrocinador del deporte de la bicicleta. Deporte que se ama y se vive en el País Vasco. Este es Don José Luis
Este hombre supo aunar su pasíón, la bici, con una visión de negocio nada despreciable. Fijándose en lo que hacía la chavalería con sus bicis en el barrio de La Paz, se rascó la cabeza y dijo
"¿Porqué no vender esto a la gente que se lo está fabricando?"
Y dicho y hecho; GAC sacó al mercado la motoretta. Y fue un éxito de ventas y de demanda en todo el país. Los críos se volvían como locos con este cacharro y todos querían tener una. No sé cuentas fracturas y brechas en la cabeza costaría el trasto este, pero daba igual. O tenías motoretta o no eras nada en la cuadrilla. Hicieron un anuncio en la televisión en el que una cuadrilla de chavales salían haciendo el ganso con la motoretta. Eran chavales del barrio de La Paz, unos artistas de la motoretta que tuvieron su momento de gloria.
Algún americano vió el potencial de negocio y compró la patente a GAC. Y la motoretta cruzó el Atlántico y viajó hasta California, la tierra del patinaje, el surf y las oportunidades. Allí se mejoró y a los pocos años volvió a cruzar el charco en dirección inversa, pero ya hacia todo el mundo. Ya no era un nombre comercial, era un nuevo vehículo que ha conquistado el alma y los corazones de medio mundo, creando una afición donde no la había. Son los grandes negocios, primero crear la necesidad donde no la hay y luego suplirla.
La necesidad que no la había fue salir con la bici a la montaña. Y la respuesta a esta necesidad fue la mountain-bike.
Así que ya sabéis, si os cruzáis con una mountain-bike o tenéis esta afición, sabed que se la debéis en sus orígenes a cuatro chavales amacarrados del barrio de La Paz de San Sebastián que mangaban manillares y a la visión de negocio de D. Jose Luis Miner junto con el empuje de la compañía, hoy quebrada, G.A.C. Pero los chavales siguieron haciendo de las suyas y siguieron tuneando su motoretta. El summun era meter un botellín de agua en la horquilla que rozara con los radios para imitar el sonido de una motocicleta. Lo que es la imaginación de un adolescente.
Va por ellos, por los críos de La Paz y por el señor Miner. No siempre inventan otros
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