lunes, 14 de enero de 2019

Capítulo ducentésimo quincuagésimo septimo: "El rayo verde"

Música de hoy, de la banda sonora de "El rayo verde", una película de Eric Rohmer. Es un tostón la música, pero os la dejo. Por cierto, el criminal que compuso esto es Jean Louis Valero, por si os lo encontráis por la calle


Foto de Gema, a la luz de la luna



Las personas somos lo que somos por nuestros recuerdos. Y punto

Es nuestra memoria la que nos hace ser de una determinada manera. En esa memoria entra tu familia, tus amigos, tus no-amigos, tus maestros, los libros que has leído, la música que has escuchado, los paisajes que has visto y los viajes que has hecho. Esas son tus marcas personales. 

Pero sobre todo somos lo que somos por las personas que han influido en nosotros, para bien o para mal. Ya son varios años dándole a la tecla y estando con vosotros casi a diario, así que como ya hay confianza voy a confesaros quien creo yo que es la persona que mas ha influido en mi peculiar forma de ser. Mi abuelo Benito.

¿Que por qué? Pues por que Benito fue la persona que me enseñó lo que yo mas valoro. Benito, mi abuelo, me enseñó a leer. Benito fue un hombre que se tragó una guerra en África y toda la guerra civil española. Le tocó ser del bando que no tocaba en el lugar donde el vivía, en mi pueblo. Lo salvaron in extremis de que lo asesinaran en una cuneta y luego para evitar que lo volvieran a llevar al matadero se tuvo que ir a la guerra.

Benito, a diferencia de otros hombres que vivieron aquella guerra, hablaba de la guerra. A mí, a su nieto, me contó no pocas cosas que yo escuchaba embobado. Hablaba sin rencor, con frialdad de todo lo que le tocó vivir. Y siempre llegaba a la misma conclusión

"Aquella guerra fue fruto de la ignorancia. Éramos un montón de ignorantes en ambos bandos y hacían de nosotros lo que querían"

Y Benito estaba empeñado en que sus nietos no fueran unos ignorantes. Así que servidor para cuando fue a lo que ahora es preescolar ya fue con la cartilla leída. Como leeis amigos, a mí me enseñó a leer mi abuelo en casa. El compraba las cartillas en la librería del pueblo y por la tarde a mis cuatro años y con su santa paciencia me enseñó a leer. Así pasaba, que yo luego en la escuela me aburría soberanamente mientras mis amigos aprendían que "la m con la a ma" y yo ya leía todo lo que caía en mis manos. Benito fue el responsable del amor por la lectura y por el saber que yo tengo. Así que podéis echarle las culpas a él de las cosas raras que hago y digo

Enseguida vinieron los libros. Supongo que es extraño que a un crío de seis años le den la paga para su cumple y coja la pasta y la invierta en libros. Pues este bicho raro es lo que hacía. Supongo que mi madre y mi padre me verían con preocupación cuando volvía de la librería con "Moby Dick" o aun peor, con "Historia de Rusia bajo los Zares". Supongo que si un crío lo hace ahora lo llevan al psiquiatra, pero entonces era otra historia. Por cierto, que aun conservo ambos libros como oro en paño

A los seis años yo devoraba lo que cayera en mis manos, sobre todo los que tenían que ver con lugares lejanos y raros. A esa edad leía a Salgari, a Stevenson, a Dumas y sobre todo a mi favorito, a Julio Verne. Con siete años yo viajé por todo el mundo de la mano de este señor. Viajé en globo, fui a la Luna, acompañé a los rusos y a los ingleses por el África Austral....... me lo pasé en grande devorando novela tras novela y creo que esta afición que tengo por los viajes viene de aquellas lecturas. Son historias que lees de pequeño de lugares mágicos que luego de mayor quieres visitar

Hay una de Verne, una de esas menores que no alcanzó el relumbron de Tierra-Luna o Viaje Submarino. Además es la única novela de Verne que trata de amor 

Esta novela es "El rayo verde". Es una novela tranquila como os digo; trata de que si dos personas ven el rayo verde estando juntas, se enamoran.

El rayo verde es un fenómenomeno metereólogico que se da raramente y consiste en que segundos después de la puesta de sol (en el mar), el cielo se ilumina de verde. Eso dura unos pocos segundos y como os digo es raro de ver. La atmósfera tiene que tener unas condiciones de humedad determinadas y sobre todo el sol, al ponerse, no tiene que estar "rojo" si no "amarillo". Evidentemente para ver este meteoro tienes que estar en el mar y este tiene que estar como una balsa de aceite

Y  a raíz de la lectura de esa novela una de las cosas que siempre he querido ver es eso, ver el rayo verde. Esto lo he hablado con un amigo que tengo que su padre y sus tíos fueron marinos. Y siempre ha dicho lo mismo

"Jesús. Ver eso es muy difícil. Mi familia siempre ha estado en la mar y todos lo han visto, pero hace falta mucha suerte y muchas jornadas en la mar".

Mi amigo nunca dice "el mar", siempre dice "la mar". Cosas de marinos vascos.

La novela como os digo se basa en la leyenda de que si dos personas ven el rayo a la verde a la vez, se enamoran. Bueno, es una leyenda que es bonita 

Pues ya al final de nuestro viaje la etapa fueron cinco días de navegación por el canal de Mozambique en un velero (con motor). Uno de los días bajamos a la playa al mediodía en la chalupa del barco y por la tarde volviamos al velero. Yo me iba fijando en el sol, que se estaba poniendo; y se estaba poniendo de color amarillo. Un pedazo sol como un demonio de grande. Y el mar estaba como un espejo. 

El sol iba bajando y bajando, y seguía de color amarillo. 

Yo me decía a mí mismo

"No puede ser. No puede ser....... va a ser"  

En un momento determinado miré al que hacía de guía local en el barco, al bueno de Joe Black (ese era su nombre). Le hice un gesto con la cabeza señalando la puesta de sol y creo que me leyó el cerebro

"Green ray,  green ray" (rayo verde, rayo verde)

Y fue decirlo e iluminarse el horizonte de verde. Lo estoy escribiendo y aún se me pone la carne de gallina. Y fue allá, en el canal de Mozambique, en compañía de mis ya grandes amigos y en compañía de cuatro nativos cuando vi el rayo verde. Algo con lo que llevaba soñando desde que leí la novela siendo un crío y que siempre pensé que nunca lo podría ver. Tras ocurrir el fenómeno, que como os digo dura segundos, Joe Black me dijo que hacía dos años desde la última vez que el lo vio.

Y mira por donde. Me vino a la cabeza el bueno de mi abuelo Benito. No pude menos que sonreír cuando me acordé de él. De la persona que mas ha influido en mi forma de ser y que me enseñó a leer.

Hay dos buenos motivos para viajar amigos. Aunque parezca una contradicción, el primero es la sorpresa esperada; esto es el entrar a un museo y ver ese cuadro que estudiaste en historia o el poder pasear a la sombra de esa pirámide que viste en tus reportajes de niño o el escuchar esa catarata que viste en las películas de Tarzan una tarde de sábado. Eso son esas sorpresas planeadas en el plan de viaje, esas sensaciones que siempres quisiste tener y que sabías cuando comprabas el billete de avión que ese viaje las iba a colmar. Son sorpresas esperadas.

El segundo es la sorpresa pura. El disfrutar de ese momento que siempre pensaste que nunca llegaría y hacerlo en el momento mas inesperado justifica en sí el haber hecho el viaje. Son las sorpresas puras las que te acompañan  ya para el resto de tu vida.

Ya por desedulcorar esta historia, que me ha quedado un tanto melancólica, os diré que no hay base científica alguna para afirmar que dos personas que vean el rayo verde se enamoren. Esta coletilla está dedicada al sector Aries del viaje, con el que tuve unos cuantos encontronazos dialécticos con esto de los horóscopos y demás  melonadas astrales y planetarias.

Pero aún así nos queremos, Aries de las narices 😂😍😂😍. Igual tuvo que ver algo el puto rayo ese.

Siempre seré de ciencias. Culpad de ello a mi abuelo Benito.


Foto de Maribel, otra estupenda puesta de sol

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