martes, 9 de octubre de 2018

Tabaco y feminismo

Música de hoy, vamos con Aerosmith. Parece mentira con lo feo y desagradable que es Steven Tyler lo maja y guapa que le ha salido la hija. Pues eso "Crazy"





Hoy os voy a contar una de la que yo considero de las mayores genialidades en el mundo del marketing y la que probablemente es la operación de propaganda mas rentable en cuanto al ratio costo/beneficio de la misma. Para que se te ocurra esto tienes que ser un puto genio y un gran conocedor de la idiosincrasia humana. Vamos, el gran amo de la mente.

Como dijo el bueno de Jack The Reaper, vayamos por partes (se lo susurró a su decimotercera víctima antes de proceder)

Imaginad los Estados Unidos de finales de los felices años veinte. Aquello era un no parar y un desenfreno; nadie veía la que se venía encima en forma de la gran crisis del 29 y todo lo que aquello iba a arrastrar. Millones de litros de sangre joven acabarían regando la tierra diez años después

Pero en esos años todo el mundo estaba feliz en los States. Todo el mundo adoraba al Dios Mammon y todo el mundo estaba enganchado al noble deporte de gastar y despilfarrar. Y como no, si hay demanda, tiene que haber oferta. Así pues las empresas vomitaban mas y mas productos al mercado.

Hay uno de ellos que da beneficios infinitos, y mas en aquella desregulada época. Era el tabaco. George Hill era el presidente de American Tobacco Corporation, el hombre que hacía y deshacía en aquel país en el tema de exhalar humo. Un gran magnate. 

Un gran magnate empeñado en que su negocio creciera. Lo tenía difícil, dado que ya casi todos los yanquis hombres de mas de doce años fumaban. O sea que el número de potenciales clientes ya había tocado techo. Quedaba la otra mitad de la humanidad estadounidense, las mujeres. Pero en aquella pacata sociedad de entonces estaba muy mal visto que una chica fumara. Hasta por las propias chicas.

"¿Qué hacer?¿Qué demonios hacer para que estas fumen?"

Era la pregunta que el bueno de George se hacía a todas horas. Y se le ocurrió recurrir a los servicios de Edward Bernays, un gurú de la propaganda. ¿Que quien era Eduardo?¿Sabía de esto? Pues motivos tenía, por lo menos genéticos. Edward era sobrino carnal de Sigmund Freud, que de comportamiento humano sabía un rato

"No te preocupes George, yo voy a conseguir que las chicas fumen"
"¿Y cuanto me va a costar?"
"La campaña será muy barata, no te preocupes. Otra cosa serán mis honorarios, que no soy barato precisamente"
"Venga. Acepto"

O algo así sería la conversación. El caso es que Edward puso en marcha sus hilos, su maquinaria y sus ideas

En aquella época el movimiento feminista de primera ola estaba muy de primer plano. Nueve años antes se había conseguido el sufragio universal, pero aún quedaba mucho por hacer. A la mujer le quedaba mucho por recorrer en el terreno de lograr la igualdad con el hombre

Pues bien. Imaginad la escena. Marzo del 29, desfile de Pascua en Nueva York. De repente, un grupo de bellas mujeres, ante la mirada atónita de todo el mundo, encienden un pitillo cada una y se lían a fumar. La gente se echa las manos a la cabeza horrorizada. Las cámaras de los fotógrafos presentes, fotógrafos de los principales medios estadounidenses, enfocan la escena y al día siguiente son portada en la mayoría de los periódicos. El escándalo es mayúsculo. Además se ha entrevistado a alguna de las bellas jóvenes y dicen ser "antorchas por la libertad y la igualdad". Reivindican su derecho a fumar como los hombres.

Ni que decir que el efecto fue demoledor. De la noche a la mañana el humo del cigarrillo se convirtió en algo reivindicativo de la igualdad entre los hombres y las mujeres. Y como no, Edward, gran conocedor de las profundidades del alma humana, acertó

Ni que decir a estas alturas que las bellas chicas eran actrices contratadas por Edward a tal efecto. 

Y poco después todas las devoradoras de hombres hollywodienses empezaron a salir en el cine fumando.

De la noche a la mañana las mujeres estadounidenses se pusieron a fumar como conductoras de carretas. Nada como conocer el espíritu humano. Las personas por definición somos contestatarias ante el poder. Posiblemente a las mujeres yanquis no les apetecía fumar, pero cuando Edward les hizo"ver" que lo tenían prohibido y que rebelarse contra ello era algo reivindicativo, las yanquis lo hicieron

Con el consiguiente frotamiento de palmas de manos de todos los directivos de American Tobacco Corporation.

No me digáis que Edward no era un puto genio. Dio con la tecla, el momento y el lema justo en el momento oportuno. Y todo con el coste de contratar a unas pocas actrices.

Un crack


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