jueves, 29 de octubre de 2015

Siguen las historias del abuelo

Música de hoy, un poco de Maria Dolores Pradera, que al abuelo le gustaba mucho




Como ha cambiado la sociedad. Hasta tal punto que ya entre los hombres hombres ha desaparecido la costumbre esa tan ibérica que es la "sisa", o sea, quedarse con una parte del sobre y tener "el nido escondido" en casa. Todos los hombres hombres de las generaciones anteriores de peralteses monumentales tenían "su nidico" en casa, creado a base de distraer parte de las horas extra que se hacían o de pequeños trabajos que se cobraban aparte. La gracia era que la mujer no supiera de esa pasta distraida

La "casa barata" donde nos criamos los hermanos tenía algo. Tenía mucha vida. Era un sitio perfecto para los críos que teníamos imaginación a mares. Allí nos juntábamos todos los primos y allí nos montábamos nuestras películas. 

Qué mas queríamos, un montón de cuartos, de herramientas viejas, palos, cuerdas, un montón de rincones para escondernos..... y...... los animales. Anda que no les hacíamos trastadas a las gallinas, normalmente hasta que salía la Filo y ponía orden primero a las buenas y luego a las malas. Y el juego que daba el cuto, metido en su pocilga y al que también puteabamos, eso sí, con mas tiento que no era cuestión de hacer enfadar a semejante animal. 

Una tarde de esas veraniegas estábamos todos los primos haciendo el pillastre por el corral. Nuestros padres también andaban por allí, supongo que habría sido algún cumpleaños o algo así. Bueno, nosotros a lo  nuestro montándonos nuestro guión cinematográfico.

No sé concretamente a que estábamos jugando pero acabamos haciéndolo alrededor de una tinaja llena de alubias secas que había en uno de los cuartos. Metimos nuestras infantiles manos entre las leguminosas y palpamos algo. 

"UN BILLETE DE CIEN"

Un flamante billete de cien pelas apareció en manos de uno de nosotros. Volvimos a hurgar y apareció otro. Y monedas de diez duros y de cinco duros. Y más billetes

No dábamos crédito a nuestros ojos. Seguimos rebuscando entre aquella mezcla de alubias y lámpara maravillosa hasta que todos teníamos algún billete o alguna moneda de las gruesas en las manos. Y salimos tan contentos del cuarto aquel al corral mostrando a nuestros padres y abuelos el tesoro recién descubierto.

Ocurrió lo inevitable. El abuelo, propietario legal de ese capital, al borde del cólico caballar echó a correr tras nosotros. Y nosotros, pequeños pero ágiles, zumbando por todo el corral y la calle para evitar ser atrapados

"CHIQUITOS, TRAED ESO AQUIIIII. CHICAAAAAA (la abuela era "la chica") QUE ESTOS CABRONES ME HAN ENCONTRADO EL NIDOOOO"

Bueno, que en pocos segundos o nos habíamos refugiado en el tejado de la pocilga o corríamos como alma que lleva el diablo por las baratas. El abuelo intentando atraparnos a todos a la vez, pero ya ya, ríete tu de Usain Bolt. Si hubiera tratado de cogernos de uno en uno, a lo mejor. Pero cuando iba a hacerse con una presa, otro se le cruzaba cerca y Benito intentaba coger a los dos con lo que se quedaba sin ninguno

Aquello no duró mucho. Los padres pusieron orden y nos mandaron devover el dinero. 

Total que fuimos uno detrás de otro dándole la pasta a Benito. Más serios que un plato de esas alubias que habían albergado las pelas. Y cuando el buen Benito vio "su nidico" recompuesto, suspiró tranquilo. Pero también vio la cara que teníamos sus nietos, más serios que una paliza.

Pues Benito hizo lo que Benito hubiera hecho

"Hala, que ya no quiero el dinero. Que ya no me hace ilusión. Que se lo queden los nietos que no los quiero ver tan serios a los muetes"

Menuda paga que nos encajó el buen Benito. 

Daba mucho juego el abuelo

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