miércoles, 24 de septiembre de 2014

De hombres válidos

Música de hoy "Greensleeves", en versión de Rainbow. Es una vieja canción del folclore inglés. Dicen que la compuso Enrique VIII dedicada a una mujer que amaba. No sé, no sé. Como mucho la encargaría



Con la palabreja "hombres" me refiero a "especie humana" en general, en ambos géneros o sexos. Que tengo una amigüita que se cabrea y me dice que soy un machista escribiendo. Mientras la norma sea la que es, yo la seguiré. Y yo de machista nada, que estoy convencido de que tanto mujeres como hombres hacemos las mismas estupideces igual de bien

Vivimos en una época en la que parece que todo el mundo estamos desengañados con quien nos gobierna, en la que todos hablamos de "casta" y en la que la confianza en los que están a cargo es igual a cero. Pues hoy os voy a contar una historia en que las cosas eran parecidas y apareció un hombre que dio un paso adelante, asumió la responsabilidad y terminada su tarea dejó todo y volvió a su vida anterior sin aceptar honores ni prebendas.

Os hablo de Cincinato. Un romano. Pero no de la época de Julio César ni de Trajano. De una época muy anterior. Roma pasó a ser república en el 509 AC y Cincinato vivió entre el 519 y el 439 AC, o sea, que le tocó ver el final de la monarquía y el inicio de la república. Pensad entonces que Roma era poco más que una ciudad medianita, no la megaurbe de la época imperial. Y entonces Italia era un hervidero de tribus que siempre estaban a la gresca entre ellas.

Me imagino la situación. Todo el mundo se une frente a un enemigo común. Y en aquellos momentos el experimento que la ciudad de Roma había iniciado no les haría mucha gracia a los reyes de los territorios próximos. Y como os digo, que mejor que un enemigo común. Ya nos pegaremos luego entre nosotros Máximus, pero primero vamos a acabar con estos romanitos que pueden infectar de ideas feas a nuestro clan.

Cincinato fue cónsul de Roma en el año 460 ac y demostró que era un hombre honrado, cabal e inteligente. Tras ejercer el cargo volvió a su casa en las afueras de Roma a seguir con la que era su vida, la de agricultor. Y dos años después las tropas de Roma se vieron cercadas por la alianza entre dos clanes vecinos, los ecuos y los volscos. La catástrofe estaba asegurada, el ejército prácticamente perdido y la consiguiente invasión y destrucción de Roma garantizada. Vamos, lo habitual en esas (y estas) épocas.

Los ciudadanos tomaron la decisión de elegir la figura de un dictador. Un hombre con plenos poderes para hacer, deshacer y mandar pero en el fondo, asumir toda la responsabilidad. El cargo era por seis meses, tras este periodo de tiempo volvería la legalidad a ser la que era. Y los ciudadanos eligieron a Cincinato por su probada capacidad

Cuenta la leyenda que cuando le llegó el encargo Cincinato estaba arando sus tierras con sus bueyes. Se hizo cargo de la encomienda, organizó un ejército de ciudadanos en quince días y con una brillante estrategia liberó al ejército cercado y derrotó a sus enemigos. Todo esto, como os digo en quince días.

Tras la victoria y el desfile triunfal, renunció al cargo  y a todos los honores y volvió a su casa a seguir con sus cosas. Le quedaban aún cinco meses de mandato absoluto, pero renunció a ello

Pasaron los años y en el 439 AC la ciudad se vio envuelta en una hambruna terrible. El senado acusaba a un rico comerciante de la ciudad, Espurio Manlio, de estar manejando el precio del pan para provocar una revuelta en la ciudad. Dicen que Espurio ansiaba restaurar la monarquía en Roma y, evidentemente, ser él el rey. Dinero y poder no le faltaban (¿os suena?). Poseía un ejército propio e ingentes reservas de oro. Lo suficiente para montar la revolución que sirviera a sus planes.

Nuevamente se recurrió a Cincinato para el puesto de dictador. Era el año 439 y ya tenía 80 años, pero se vio en su persona al único capaz de salvar a la ciudad. Cincinato convocó a Espurio a un juicio, pero este se negó a presentarse. El jefe de la caballería romana acuchilló a Espurio por traidor. Y los almacenes de Espurio sirvieron para apaciguar el hambre. En poco tiempo el buen hacer de Cincinato recondujo las cuentas del "Ayuntamiento de Roma" y la paz volvió a la ciudad. Había evitado una guerra civil

Y por segunda vez renunció a los honores y al puesto de dictador. La leyenda cuenta que el pueblo de Roma lo quería aclamar rey, pero Cincinato volvió a su casa sin esperar nada a cambio

Evidentemente Cincinato existió, pero es muy posible que la crónica se halle magnificada por los redactores.

Ambos, Cincinato y Espurio, han pasado a la historia en forma material.

Los Padres Fundadores de Norteamérica, grandes admiradores de la historia clásica y de hombres con esta talla moral, dieron su nombre a una ciudad americana. Os hablo de Cincinnati

Y nuestro amigo Espurio también es recordado. La palabreja espurio la utilizamos en la lengua española como sinónimo de "falso" o "ilegítimo". Decir "intereses espurios" es hablar de "intereses falsos" o "ilegítimos". Pero la palabreja es espurio, no "espúreo" como normalmente dicen nuestros políticos y hasta presentadores de telediario.

O sea, ya sabéis. Votad a los Cincinatos, no a los Espurios y mucho menos a los Espúreos. Entre otras cosas por que los terceros no existen






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