martes, 7 de enero de 2014

El hombre que vivía con la maleta siempre hecha

Siempre que se nos pregunta por el físico más importante de la historia aparece el nombre de Einstein. Es muy discutible si el siglo XX fue obra del Einstein o del serbio genial, Nikola Tesla. Pero ambos contribuyeron a que nuestra vida sea como es

Como os digo; siempre Einstein. Hasta mi gran amiga Chalize Theron lo lucía en una camiseta que alegremente compramos en una tarde de risas ella y yo paseando por el Mall de San Francisco. Pero eso, es otra historia, algo personal sobre lo que nunca hablaré.

Y es la historia la que no le ha hecho justicia a otro gran hombre, Leo Szilard. Este, junto con otros dos colegas Teller y Wigner fueron los artífices de lo que desgraciadamente ocurrió en Hiroshima y Nagasaki. Poco tenía que ver Szilard con los otros dos, aparte de una sólida formación científica. Szilard era el colmo de la buena gente, siempre cargado de magníficas intenciones y siempre pensando en el bien de la humanidad. Y tenía otra cosa que ver con los otros dos. Era judío.

Además fue un visionario. Adelantó en 1933 en lo que iba a degenerar  el partido fundado por ese repungante cabo de Bohemia, Adolf Hitler. Y fue en ese año cuando puso tierra por medio y se exilió a Londres. Vió ó olió lo que se avecinaba para los de su raza y el con los otros dos se salvaron. Tanto Teller como Wigner eran un par de ultraderechistas irredentos, pero ni eso les hubiera salvado de los hornos. Pero como os digo, una pareja de cuidado y de mantenerse lejos de ella. Szilard, como os digo en el título, vivía siempre en hoteles y siempre con la maleta hecha por si había que salir pitando. Olfato no le faltaba

Pero el interés por denunciar los excesos del régimen nazi los hizo compañeros y convencieron a Einstein para firmar una carta dirigida al presidente Truman e iniciar lo que fue el proyecto Manhattan, que acabó en la bomba atómica.

Szilard fue quien intuyó lo que es la reacción en cadena y junto con Enrico Fermi diseñó y patentó el primer reactor nuclear.

Pero aparte de todo lo que era como científico, fundamentalmente era una gran persona. Cuando vió en qué acabó el proyecto Manhattan se derrumbó. El era partidario de hacer una demostración al gobierno japonés del poder de la bomba en una zona despoblada, pero evidentemente los militares y políticos le dijeron que tururú y la lanzaron sobre zona habitada. Lo demás ya lo conocéis

Pero hay una segunda parte en la historia. Szilard siempre persiguió la utilización pacífica de la energía nuclear. Y llevado por su candidez pensó, por segunda vez, que si conseguía el arma definitiva esa propia amenaza de exterminación total de la vida en la tierra podría llevar a la paz. O sea, la gran amenaza derivaría en paz. Ja ja ja

Ni corto ni perezoso diseñó el trasto. Evidentemente no se ha probado nunca y ni siquiera hay evidencias de que se haya construido. El trasto se llamó la bomba-C. Bomba de cobalto.

El principio es simple. Si yo inundo la atmósfera de un isótopo de alto índice de radiación lo que hago es someter a la tierra a una sesión de radioterapia bestial. Y si lo hago con un elemento de vida media un año, eso es lo que dura la sesión de marras. Y hacerlo, aunque sea complicado, se puede
Simplemente se “envuelve” una bomba termonuclear (la bomba-H) en cobalto-59, elemento normal  y abundante en la tierra y que no es radiactivo. La explosión hace que el cobalto-59 adquiera un neutrón y se transmute en un isótopo altamente radioactivo, el cobalto-60. Este elemento es algo que los amigüitos no quisieran tener cerca ni lejos. Es muy muy radioactivo, y de radiación gamma, de la chunga. Simplemente hace falta mucho cobalto y el viento hace lo demás. Se calcula que en cinco o seis semanas todo el planeta estaría achicharrado.

Tan contento estaba el ingénuo de Szilard con su idea que fue a explicársela al Gobierno Estadounidense. Y lo que el pobre hombre pensaba que iba a causar pánico entre los políticos y militares lo que generó fue un coro de aplausos y el encargo de que la teoría pasase a la práctica

Evidentemente Szilard se negó y creo que el pobre hombre perdió ya la fe en la especie humana. Yo creo que la bomba jamás llegó a diseñarse de una forma “realizable”. Una cosa es la idea y otra lograr que la resonancia neutrónica funcione. Para eso hacía falta una mente como la Szilard y este siempre se negó a construir su engendro

Acabó su carrera de físico teórico y se dedicó a la bioingeniería. Y en ese campo siguió con sus grandes logros. Un gran tipo, un gran científico y un gran humanista.

Os dejo con la foto que le hice a Charlize el día que compramos la camiseta. Que hartada de reírnos esa tarde.
Pero eso, es otra historia de la que nunca hablaré

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