martes, 10 de diciembre de 2013

“No soy un santo”

Bueno, ha fallecido Nelson Mandela. Ha muerto de lo que muere la mayoría de la gente, de tanto vivir. Ahora su figura se engrandecerá, aunque hay que reconocer que el Sr. Mandela ya en vida ha visto reconocido su trabajo y esfuerzo. Ha visto el final del apartheid, algo que en esencia se puede clasificar como genocidio, esto es, condenar a una persona exclusivamente por su origen

Siempre os digo que África es un continente duro, que el ser humano salió de allí pero que esta tierra actualmente es hostil al hombre.

Imaginaos la Europa del siglo XVII, donde la roña, la mierda y la podredumbre campaban por doquier. Conocemos la emigración a América, pero hubo otro flujo que se dirigió a Sudáfrica. Allí se creó la colonia de lo que ahora es Ciudad del Cabo, y desde este emplazamiento y muy lentamente los colonos holandeses fueron avanzando hacia el norte. Pensad en esta gente en el siglo XIX. Pensad que a principios del siglo XIX hubo un jefe zulú, de nombre Shaka Zulú, que unió a las tribus zulúes que estaban desperdigadas y creó lo más parecido a un ejército europeo de la época. Arrasó la actual Botswana y el norte de Sudáfrica dejando aquello como un erial. Pocos años después los colonos avanzan con sus carretas por el veld sudafricano. No dan crédito a sus ojos, unas tierras fértiles, con abundante caza, con agua, con una orografía amable y totalmente despobladas.

“Dios nos ha puesto estas tierras para nosotros”

Era el pensamiento que aquellos calvinistas holandeses tenían en mente. Eran gente muy dura. Como os digo; una carreta, unos bueyes, aperos de labranza, la mujer y los hijos, un poco de carne seca, un pistolón en una mano y la biblia en la otra. Y un horizonte verde ante sus ojos de lo que parecía la tierra prometida. No había nadie porque todo el mundo había muerto en esas guerras tribales entre zulúes y el resto.

Aquellas gentes se pensaban que eran el pueblo elegido. De hecho plantaron cara hasta al Imperio Británico y mantuvieron dos guerras contra ellos.

Y ese sentimiento y ese orgullo se fueron transmitiendo de generación en generación y se  transformaron en una idea de superioridad frente a los negros nativos que poblaban Sudáfrica. Frente a ese sentimiento de superioridad racial y a esa creencia de “pueblo elegido por Dios” es con lo que tuvo que luchar Mandela y lo que le costó veintisiete años de cárcel.

Desde mi punto de vista la grandeza de Mandela fue que aun siendo el protagonista no llegó a ejercer como tal. Creo que no era un ególatra y conocía sus limitaciones como hombre.

Hay una frase que se le atribuye

“No soy un santo. Al menos para ti, que un santo es un pecador que simplemente sigue esforzándose. ”

De sobra sabía que la santidad no era su principal virtud.

Y ya que estamos de frases, hay una que es el lema del SAS británico

“Who dares wins”, o sea “El que arriesga gana”

Yo creo que este lema guió a Mandela toda su vida, y esa constancia fue la que le hizo vencer.

Ha muerto un hombre valiente. Pero mucho me temo que la actual Sudáfrica tampoco es el país con el que el soñó

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