martes, 8 de octubre de 2013

Sigo con mi profesión de pato mareado



Hoy toca hablar de algo que lleva con nosotros cinco años. Sí, sí, la crisis. Hoy vamos a bucear en el tiempo y vamos a buscar los orígenes. Como los aparejadores somos como los patos, hoy un poco de historia, economía y matemáticas. Pero todo muy sencillo y relacionado con los ladrillos, por que entender, entiendo; pero poco.

En el año ochenta, hace treinta y tres, el precio de un pisico rondaba las ochocientas mil pesetas. Para los jóvenes de hoy traduzco: cuatro mil ochocientos euros. Que sí, que era así, os lo juro. Y un señor, trabajando, se llevaba a casa unas cincuenta mil pelas, o sea, trescientos euris. Dividimos y nos encontramos con que este hombre tenía que trabajar dieciséis meses para pagar el piso. En realidad no era así de fácil, los intereses estaban al glorioso 16% y costaba más. Pero las hipotecas normalmente se daban a 10-12 años y las cuotas eran llevaderas. Así que nuestro honrado operario liquidaba su piso en ocho o diez años. Si se metía con veinticuatro, para los treinta y cuatro ya había pagado

Este hombre tuvo un hijo. Como ya había pagado su piso, podía dedicar su sueldo a otras cosas. Vivir, cambiar el coche más a menudo, irse de vacaciones o costear unos estudios a su hijo fuera de casa. Todo esto generaba empleo a su alrededor. Y eso hizo, pagó una carrera a su hijo

El chaval, muy responsable y consciente del esfuerzo de sus padres, estudia como un loco y a los veinticuatro tiene su título de licenciatura bajo el brazo. Empieza a trabajar y tiene un sueldo de mil doscientos euros, que tampoco está mal.

Decide comprarse un piso, como vio hacer a sus padres, y va a una inmobiliaria. Y se encuentra con que lo más barato dentro de que sea digno vale doscientos cuarenta mil euros. O sea, que nuestro héroe tiene que destinar doscientos meses de trabajo, dieciséis años y pico de su vida. Va al banco y le hacen una oferta que no puede rechazar, una hipoteca a cuarenta años y con una cuota asfixiante. Nuestro amigo tendrá sesenta y cinco años para cuando pula el crédito.

Y se tiene que pegar desde los veinticinco hasta los sesenta y cinco con el mismo coche, sin ir de vacaciones y malviviendo para poder pagar unos estudios a su hijo y nieto de su padre. Con lo cual nuestro prota se aprieta el cinturón y deja de consumir. Y otros héroes que están en su misma situación ven como caen los pedidos de las empresas donde trabajan. Y claro, van a la calle por falta de trabajo. Y engrosan el INEM. Y entonces papá estado se encuentra con menos gente cotizando y más dinero para el paro. A papá estado no le salen las cuentas y decide hacer lo fácil, bajar costos a base de bajar el sueldo a médicos, bomberos, polis, maestros y jubilados. Que tienen menos dinero en el bolsillo y gastan menos. Y entonces volvemos a siete líneas más atrás y vuelta a  empezar.

Esto es lo que pasó y lo que está pasando

¿Los orígenes? Sencillo amigos. La forma más sencilla de mover la economía es darle a la hormigonera. La construcción genera muchos puestos de trabajo fácilmente. Con poco más que una paleta en la mano, cuatro tablas, una grúa y un poco de cemento y grava haces un piso. Montar una empresa como las que tenemos en nuestro polígono industrial de Peralta es infinitamente más difícil, caro y complicado. Y es menos rentable.
Papá estado puso en marcha la hormigonera a primeros de los noventa. Es fácil, das acceso a crédito y das incentivos fiscales.  Y en poco tiempo el país movió. Pero esto es de recorrido corto, tenían que haber parado la amasadora. Nunca mejor dicho lo de amasadora. Pero como esto es España tiraron por la senda de lo fácil. Siguieron haciendo amasadas. Todos contentos: los ayuntamientos se financiaban a base de licencias y de ampliar la superficie edificable. Los Gobiernos Autónomos disponían de liquidez para megaobras que generaban puestos de trabajo. Y el estado alucinaba con lo sencillo que lo tenía porque no necesitaba transferir tanta pasta a las autonomías. Todos contentos, menos nuestro héroe con su hipoteca a cuarenta años. Se habló del milagro español.

En vez de parar la hormigonera, limpiarla y recogerla siguieron haciendo amasadas. Aumentó la demanda y subieron los precios, así de simple y a lo largo de muchos años. Eso es lo que pasó. Hasta que el crédito se acaba y todo se va al carajo. Se llama burbuja y esta explotó. Y se jodió el milagro.

Os pongo un enlace, como están los ladrillos en Alemania. Comparad los precios y el sueldo en Alemania.



¿Solución?

Sencilla pero dolorosa. El precio de la vivienda debería estabilizarse en torno a los cuarenta-cincuenta mil euros. Será una sangría dramática para el sistema, habrá bancos que caigan y posiblemente el desempleo aumente, pero a medio plazo sanaremos. Me imagino que en este punto quienes no tengáis piso estaréis aplaudiendo a rabiar, pero quienes comprasteis casa en Peralta, piso en Pamplona y otro en Salou desearéis mi muerte. Nunca llueve a gusto de todos

Mientras no se acometa es como si tienes una fractura abierta y te administran morfina para el dolor. Tienen que operarte y reducir la fractura, si no se te gangrenará y te morirás.

Una de las primeras burbujas se vivió en Holanda, con las inversiones en bulbo de tulipán. Una burbuja es algo muy sencillo, es “tonto el último”

http://es.wikipedia.org/wiki/Tulipoman%C3%ADa este enlace es divertidísimo.

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